Parecia no haber diferencia respecto al lugar donde se encontraran las mujeres. En el norte o en el sur, en Estados Unidos o en el extranjero. Algunas eran jovenes, estudiantes como Ashley. Otras eran mayores. Ricas, pobres, educadas o indigentes, todo era irrelevante. Algunas estaban casadas con sus acosadores, o eran companeras de trabajo o de estudios, incluso ex novias. Todas habian intentado las mas diversas tacticas, habian recurrido a la ley, confiado en sus familias, en sus amistades, cualquier fuente posible de ayuda para intentar escapar de la atencion obsesiva, implacable, no deseada. Leyo: «deseo inquebrantable».

Buscar ayuda habia sido inutil para todas.

Las disparaban, las apunalaban, las golpeaban. Algunas conseguian sobrevivir. Muchas no lo hacian.

A veces morian ninos junto con ellas, o companeros de trabajo o vecinos, el dano colateral de la furia.

Scott se rebullo bajo aquel alud de informacion. Cuando empezo a vislumbrar la trampa en que estaba atrapada Ashley, se sintio mareado. En todos los articulos y libros que trataban los casos de acoso el unico comun denominador era el «amor».

Naturalmente, no era amor real, sino algo salvajemente perverso que surgia de la parte mas oscura de la mente y el corazon de un hombre. Era algo que merecia un lugar en los textos de psiquiatria forense, no tarjetas de carino. Pero el tipo de amor sobre el que leia parecia haber encontrado asidero en cada caso, y esto lo asusto aun mas.

Scott empezo a revisar libro tras libro, buscando el que le dijera lo que tenia que hacer, el que le diese una respuesta. Sus ojos corrian sobre las frases, pasaba las paginas en rapida sucesion, soltaba un volumen y cogia otro al azar, impulsado por una ansiedad cada vez mas apremiante. Como historiador, como academico, creia que la respuesta tenia que estar escrita en alguna parte, en un parrafo, en alguna pagina. Vivia en un mundo de razon, de argumentos estructurados. Algo de su mundo tenia que poder ayudarle.

Pero cuanto mas se lo decia, mas sabia lo infructuosa que seria aquella investigacion academica.

Se levanto tan bruscamente que la pesada silla de roble cayo al suelo, causando un estampido en la quietud de la biblioteca. Y al punto supo que todos los ojos de la sala estaban clavados en su espalda. Se aparto de la mesa mareado, llevandose las manos al pecho. En ese momento solo sentia panico. Gesticulo de impotencia, se volvio y abandono todos los libros y revistas. Corrio por el pasillo, dejando atras aquel templo del saber bibliofilo. Los bibliotecarios lo observaban perplejos, pues nunca habian visto a un hombre tan asustado por la palabra impresa. Uno trato de detenerlo, pero Scott salio corriendo a la nublada tarde de noviembre, el aire menos helado que su corazon, con la idea fija de que tenia que sacar a Ashley del atolladero mortal en que estaba, y rapido. No sabia como conseguirlo exactamente, solo sabia que tenia que actuar, y cuanto antes.

Sally tambien habia empezado el dia repleta de decisiones que consideraba obviamente razonables.

Le parecio que lo primero era calibrar objetivamente que clase de individuo se habia cruzado en la vida de su hija y, por extension, en la de la familia. Estaba claro que habia jugado con ellos y que era listo con los ordenadores. Descarto la idea de acudir con la informacion fragmentaria que poseia a la policia; todavia no estaba segura de que pudieran hacer algo mas que oir su denuncia. Implicar a la policia seria una mala idea en esos momentos.

Lo que la preocupaba era que O'Connell, suponiendo que hubiera sido el, cosa de la que no estaba segura al cien por ciento, parecia tener una peligrosa habilidad para la sutileza. Parecia saber como hacer dano a alguien sin recurrir a un golpe o un disparo, sino empleando algo mas elusivo, y esto la asustaba de verdad. Que ese hombre supiera como convertir sus vidas en un caos era un peligro real.

Con todo, se recordo, O'Connell no era rival para ellos. O mas exactamente, penso, no era rival para ella. No estaba tan segura de Scott. Anos de trabajar en la parte amable de la sociedad, en una pequena y selecta facultad liberal habian borrado aquel nervio vibrante que tanto la atraia cuando se casaron. Entonces, el era un veterano de guerra en una epoca en que era impopular serlo, y habia abordado su formacion y las clases con una determinacion admirable. Despues de doctorarse, y de casarse, tener a Ashley y de que ella decidiera estudiar derecho, fue consciente de que Scott se estaba ablandando. Como si la inminente llegada de la madurez afectara algo mas que su cintura: tambien su actitud.

– Muy bien, senor O'Connell -dijo-. Te has liado con la familia equivocada. Preparate para recibir un par de sorpresitas.

Se sento en su sillon y cogio el telefono. Encontro el numero que buscaba en la agenda de mesa, y lo marco rapidamente. Hizo acopio de paciencia cuando una secretaria la hizo esperar. Por fin oyo la voz al otro extremo de la linea.

– Murphy al habla. ?Que puedo hacer por usted, abogada?

– Hola, Matthew -dijo Sally-. Tengo un problema.

– Bueno, senora Freeman-Richards, ese es el unico motivo en el mundo por el que la gente llama a este telefono. ?Por que si no hablar con un investigador privado? ?De que se trata en esta ocasion? ?Un caso de divorcio en esa bonita ciudad suya? ?Algo que se ha vuelto mas desagradable de lo previsto, quizas?

Sally pudo imaginar a Matthew Murphy ante su mesa. Su oficina estaba situada en un edificio corriente y ligeramente deteriorado en Springfield, a un par de manzanas del tribunal federal, cerca de una zona bastante venida a menos. A Murphy, suponia, le gustaba el anonimato que proporcionaba aquel lugar. Nada que llamara la atencion.

– No, no es un divorcio, Matthew…

Ella podia haber recurrido a unos investigadores bastante mas caros. Pero Murphy tenia una gran experiencia y trabajaba con maxima seriedad. Ademas, contratar a alguien de fuera de la ciudad era menos probable que provocara rumores en el tribunal del condado.

– Vaya, abogada. ?Quizas algo mas, digamos, espinoso?

– ?Como estan sus conexiones en la zona de Boston? -pregunto Sally.

– Todavia tengo algunos amigos alli.

– ?Que clase de amigos?

El rio antes de responder.

– Bueno, amigos en las dos aceras de la calle, abogada. Algunos tipos desagradables que buscan siempre anotarse un tanto facil, y algunos tipos que pretenden arrestarlos.

Murphy habia sido detective de Homicidios durante veinte anos antes de retirarse y abrir luego su propia oficina. Los rumores decian que el finiquito que habia recibido era parte de un acuerdo para mantener la boca cerrada respecto a las actividades de una brigada de Narcoticos de Worcester que habia descubierto durante la investigacion de un par de asesinatos relacionados con las drogas. Un asunto cuestionable, Sally lo sabia, aunque solo fuera por reputacion, y Murphy se habia retirado con un reloj de oro y su correspondiente ceremonia, cuando la alternativa podria haber sido el calabozo o incluso una mala noche en el extremo de la automatica de un Latin King.

– ?Puede investigar algo en la zona de Boston?

– Estoy bastante ocupado con un par de casos. ?De que se trata?

Sally tomo aire.

– Es un asunto personal. Implica a un miembro de mi familia.

El vacilo antes de responder.

– Bien, abogada, eso explica por que llama a un viejo caballo de batalla en vez de a uno de esos jovenes y elegantes tipos ex FBI o CIA que frecuentan los ambientes donde usted trabaja. ?De que se trata?

– Mi hija se relaciono con un joven de Boston.

– Y a usted no le hace mucha gracia.

– Eso es decirlo muy suavemente. No para de acosarla. Hizo algun truco con el ordenador y logro que la despidieran del trabajo. Tambien fastidio sus clases de posgrado. Probablemente la este siguiendo ahora mismo. Y tal vez nos haya causado problemas a mi, a mi ex y a una amiga.

– ?Que tipo de problemas?

– Logro entrar en mis cuentas por Internet. Hizo algunas denuncias anonimas. En resumen, fastidio bastantes cosas. -Sally penso que estaba minimizando el dano que O'Connell probablemente habia hecho.

– Asi que es un chico habilidoso este… ?como lo llaman?, ?ex novio?

– Podria decirse asi, aunque de hecho solo tuvieron una cita.

– ?Hizo todo eso por… un rollo de una noche?

– Eso parece.

Murphy vacilo, y la confianza de Sally decayo levemente.

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