«Trece, catorce, quince…»
Para un segundo vistazo, solo para asegurarse de que el, O'Connell, se habia ido.
«Dieciseis, diecisiete, dieciocho…»
Para echar a andar de nuevo.
«Diecinueve, veinte…»
Y para una ultima mirada por encima del hombro para cerciorarse de que la amenaza habia pasado.
O'Connell salio de las sombras y vio que la pareja habia avivado el paso. Ya estaban a media manzana. Los siguio con rapidez, cruzando a la otra acera, de modo que una vez mas quedo en paralelo a ellos, y acelero hasta adelantarlos.
Una vez mas, fue la chica quien lo diviso primero. O'Connell imagino la punzada de ansiedad que la reconcomia.
La chica trastabillo y bajo la cabeza un instante. Entonces O'Connell clavo su mirada en ella, de modo que cuando la chica volvio a mirarlo se encontro con sus ojos, de una acera a otra.
El chico lo miro tambien, pero O'Connell lo habia previsto y echo a correr bruscamente hacia el final de la manzana, por delante de la pareja. Esa conducta repentina y erratica le encantaba. No era algo que nadie esperara, y O'Connell sabia que los llenaba de confusion.
Tras el, el chico y la chica no sabrian que hacer: continuar en direccion a su apartamento o darse la vuelta y buscar una ruta distinta. Una vez mas, se oculto entre las sombras y espero. Echo una rapida ojeada alrededor y vio que la calle lateral que tenia detras era de pequenos edificios de apartamentos, no muy distintos del de Ashley, donde las ramas de los arboles se extendian y provocaban sombras de aspecto fantasmagorico. Habia coches aparcados en todos los huecos disponibles, y una luz tenue emergia de los portales.
Recorrio rapidamente tres cuartas partes de la calle, hasta situarse en otro lugar oscuro, esperando. Habia una farola al principio y supuso que ellos pasarian por debajo al acercarse a su apartamento.
O'Connell tenia razon. Vio a la pareja aparecer por la esquina, detenerse un momento y luego avanzar con rapidez.
«Asustados -penso-. Inseguros de hallarse de verdad a salvo. Pero empezando a relajarse.»
Salio de su escondite y avanzo con decision, cabizbajo. Cruzo la calle en diagonal para interceptarlos.
Ellos lo vieron casi simultaneamente. La chica jadeo, y el chico, naturalmente caballeroso, la coloco detras de el y se planto ante O'Connell. Adelanto los punos y se coloco como un pugil a la espera de que suene la campana.
– ?Atras! -ordeno con falsa firmeza. La chica jadeaba a su espalda-. ?Que quieres?
O'Connell se detuvo y lo miro.
– ?Que te pasa, tio? -le pregunto.
– ?Marchate! -le espeto el chico.
– Tranqui, colega. ?Cual es el problema?
– ?Por que nos has seguido? -tercio la chica con voz de panico.
– ?Seguiros? ?De que demonios me hablas?
El chico mantuvo los punos en alto, pero parecio sorprendido y aun mas confuso.
– Estais chalados -dijo O'Connell. Y siguio andando-. Como cabras.
– ?Dejanos en paz! -le grito el muchacho.
«No muy convincente», penso O'Connell. Cuando estaba a unos diez metros de distancia, se detuvo y se dio la vuelta. Como esperaba, ambos seguian a la defensiva, mirandolo.
– Teneis suerte -les dijo.
Ellos lo miraron sin entender.
– ?Sabeis lo cerca que habeis estado de morir esta noche?
Entonces, sin darles tiempo a contestar, se dio la vuelta y se movio lo mas rapidamente que pudo sin correr, de sombra en sombra, alejandose de la desconcertada pareja. Recordarian su miedo de esa noche mucho mas que la felicidad con que la habian empezado.
– Necesito saber mas sobre Sally y Scott, y sobre Hope tambien, claro.
– ?Y sobre Ashley no?
– Ashley parece joven. Una personalidad aun por terminar.
Ella fruncio el ceno.
– Cierto. Pero ?que te hace pensar que O'Connell no termino con ella?
No supe que responder, pero me estremeci.
– Me dijiste que alguien moria. ?Acaso Ashley…?
Mi pregunta quedo suspendida entre ambos.
– Ella fue quien corrio mayor riesgo -dijo ella finalmente.
– Si, pero…
Me interrumpio.
– Y supongo que crees que ya comprendes a Michael O'Connell.
– No, no del todo. No lo suficiente. Pero estoy investigando y me preguntaba por ellos tres.
Ella jugueteo con su vaso de te frio, y de nuevo volvio la cabeza para mirar por la ventana.
– Pienso en ellos a menudo -dijo-. No puedo evitarlo.
Cogio una caja de panuelos de papel. Habia lagrimas en la comisura de sus ojos, pero esbozo una pequena sonrisa. Inspiro hondo.
– ?Has pensado alguna vez por que el crimen puede llegar a ser tan devastador? -pregunto bruscamente.
El sabia que ella misma se responderia.
– Porque es inesperado. Queda fuera de las rutinas normales de la vida. Siempre nos pilla por sorpresa y nos arremete en nuestra mas secreta intimidad.
– Si, cierto.
Me miro.
– Un profesor de Historia de una selecta facultad. Una abogada de una ciudad pequena, especializada en divorcios normales y modestas transacciones financieras. Una consejera vocacional y entrenadora de futbol. Y una joven estudiante de arte con pajaros en la cabeza. ?Como crees que se defendieron de semejante agresion?
– Buena pregunta. ?Como?
– Tienes que comprender no solo el plan que urdieron y lo que hicieron, sino de donde sacaron la inteligencia y la fuerza para llevarlo adelante.
– De acuerdo -dije lentamente, en un susurro.
– Pero al final pagaron un alto precio.
No dije nada.
– En retrospectiva -prosiguio ella-, siempre parece muy sencillo. Pero, cuando esta sucediendo, nunca es tan claro. Y nunca tan limpio y ordenado como deberia ser…
21 Una serie de posibles errores
Cuanto mas leia Scott, mas se asustaba.
Inmediatamente, a la manana siguiente, despues de la menos que satisfactoria reunion con Sally y Hope, como cualquier academico, se enfrasco en el estudio del fenomeno representado por Michael O'Connell. Tras acercarse a la biblioteca local, empezo a investigar las conductas compulsivas y obsesivas. Libros, revistas y periodicos abarrotaban su mesa en un rincon de la sala de lectura. Un silencio opresivo y cargado llenaba el recinto, y Scott de pronto sintio que le faltaba el aire.
Alzo la cabeza, casi dominado por el panico, el corazon palpitandole.
Lo que absorbio esa manana fue una letania de desesperacion.
La muerte le habia rodeado. Una y otra vez, habia leido sobre una mujer aqui y otra alla, jovenes, de mediana edad, incluso mayores, que habian sido objeto de la obsesion de algun hombre. Todas habian sufrido. La mayoria habian sido asesinadas. Incluso las sobrevivientes habian quedado traumatizadas para siempre.