Ashley apago el contacto y tambien se apeo.

– ?Que ha pasado? -pregunto-. Quiero decir, ?que crees que pretendia ese tipo?

Catherine escruto la carretera en ambos sentidos.

– ?Lo viste adelantarnos?

– No.

– Pues yo tampoco. Me pregunto donde demonios ha ido. Ojala se haya empotrado contra los arboles, o despenado por algun barranco.

Ashley sacudio la cabeza, desolada.

– Lo hiciste bastante bien -la tranquilizo Catherine-. Nadie podria haberlo hecho mejor, Ashley. Te viste en un aprieto y lo resolviste con suma eficiencia. Seguimos enteras, y mi bonito coche nuevo casi no tiene abolladuras.

Ashley sonrio, a pesar de la ansiedad que la embargaba.

– Mi padre solia llevarme a Lime Rock, en Connecticut, para que condujera su viejo Porsche por una carretera poco frecuentada. Me enseno todos los trucos del buen conductor.

– Bueno, pues no es exactamente el paseo tipico padre-hija, pero ha resultado util.

Ashley inspiro hondo.

– Catherine, ?alguna vez te ha pasado algo asi?

La anciana seguia al borde de la carretera, escrutando la oscuridad.

– No -respondio-. Quiero decir que a veces cuando vas por estas carreteras estrechas y serpenteantes algun chaval se impacienta y te adelanta imprudentemente. Pero ese tipo parecia tener otra cosa en mente.

Volvieron al coche y se abrocharon los cinturones. Ashley vacilo antes de decir:

– Me pregunto si… bueno, si aquel tipejo que me estaba acosando…

Catherine se reclino en su asiento.

– ?Piensas que ha sido el joven que te obligo a marcharte de Boston?

– No lo se.

Catherine hizo una mueca.

– Ashley, querida, el no sabe que estas aqui, y tampoco donde vivo, un sitio por lo demas dificil de encontrar. Si vas por la vida mirando por encima del hombro y atribuyendo todas las cosas malas a ese O'Connell, entonces no te quedara tiempo para vivir.

Ashley asintio. Queria dejarse convencer, pero le costo lo suyo.

– Ademas, ese joven te profesa amor, querida. Y no me parece que pretender echarnos de la carretera tenga relacion con el amor, ?no crees?

La chica no respondio, aunque creia conocer la respuesta a esa pregunta.

Hicieron el resto del viaje en relativo silencio. Un largo sendero de tierra y grava conducia hasta la casa de Catherine, una mujer que protegia su privacidad celosamente mientras se inmiscuia en la vida de todo el mundo en la comunidad. Ashley contemplo la casa. En el siglo XIX habia sido una granja, y a Catherine le gustaba bromear diciendo que habia mejorado el sistema de fontaneria y la cocina, pero no los fantasmas. Ashley deseo haberse acordado de dejar un par de luces encendidas.

Catherine, sin embargo, estaba acostumbrada a llegar a su casa a oscuras y bajo rapidamente del coche.

– Maldicion -dijo con brusquedad-. Esta sonando el telefono.

Sin preocuparse por aquella oscuridad familiar, se adelanto presurosa. Nunca cerraba las puertas con llave, asi que entro, encendio las luces y se dirigio al viejo telefono de disco que habia en el salon.

– ?Si? ?Quien es?

– ?Mama?

– ?Hope! Que alegria. ?Como llamas tan tarde…?

– Mama, ?estas bien?

– Si, si. ?Porque…?

– ?Esta Ashley contigo? ?Esta bien?

– Por supuesto, querida. Esta aqui mismo. ?Que pasa?

– O'Connell sabe que esta ahi. Puede que vaya de camino hacia alla.

Catherine inspiro bruscamente, pero mantuvo la calma.

– Tranquila, no creo que haya problemas.

Mientras lo decia, se volvio hacia Ashley, que se habia quedado en el umbral como hipnotizada. Hope empezo a hablar, pero su madre apenas la oyo. Por primera vez pudo ver panico en los ojos de Ashley.

Scott acelero a fondo y en menos de un minuto el coche supero casi sin esfuerzo los ciento cincuenta kilometros por hora. El motor rugia, mientras la noche pasaba veloz un borron de sombras, recios pinos y negras montanas lejanas. El trayecto desde su casa hasta la de Catherine duraba cerca de dos horas, pero esperaba hacerlo en la mitad de tiempo. No estaba seguro de que eso bastara, ni de que estaba sucediendo, ni de las intenciones de aquel maldito O'Connell. Y tampoco estaba seguro de lo que le esperaba. Solo sabia que se enfrentaban a un peligro extrano y retorcido, y estaba decidido a interponerse entre ese peligro y su hija.

Mientras conducia, las manos aferradas al volante, casi se sintio abrumado por imagenes del pasado. Todos los recuerdos del crecimiento de su hija acudieron a su mente. Sintio un frio paralizador en el pecho, mientras iba dejando kilometros atras, y aun asi tuvo la sensacion de que iba un kilometro por hora mas lento de lo requerido por la situacion, que lo que estaba a punto de suceder iba a perderselo por segundos. Entonces piso mas el pedal, ajeno a todo excepto a la necesidad de acelerar, quiza mas de lo que nunca habia acelerado.

Catherine colgo y se volvio hacia Ashley. Se dijo que debia mantener la voz baja, firme y tranquila. Escogio las palabras con cuidado, palabras de inusual formalidad. Concentrarse en las palabras la ayudaba a combatir el panico. Tomo aire despacio, y se recordo que procedia de una generacion que habia librado batallas mucho mas terribles que la que presentaba ese O'Connell. Asi pues, imbuyo a sus palabras una determinacion rooseveltiana.

– Ashley, querida. Parece que ese joven que se siente insanamente atraido hacia ti ha descubierto que no te encuentras en Europa, sino aqui, conmigo.

Ashley asintio, incapaz de responder.

– Creo que lo mas aconsejable seria que subieras a tu dormitorio y cerraras la puerta con llave. Ten el telefono al alcance de la mano. Hope me informa de que tu padre viene de camino, y tambien tiene previsto llamar a la policia local.

La joven dio un paso hacia las escaleras, pero se detuvo.

– Catherine, ?que vas a hacer? ?No deberiamos marcharnos de aqui?

La anciana sonrio.

– Bueno, dudo que sea sensato darle a ese tipo otra oportunidad de echarnos de la carretera. Ya lo ha intentado una vez esta noche. No, esta es mi casa. Y tambien la tuya. Si ese joven pretende causarte algun dano, sera mejor que nos enfrentemos a el aqui, en nuestro territorio.

– Entonces no te dejare sola -dijo Ashley con fingida confianza-. Nos sentaremos las dos y esperaremos juntas.

Catherine nego con la cabeza.

– Ah, Ashley, querida, eres muy amable. Pero creo que estare mas tranquila si se que estas arriba en tu habitacion. Ademas, las autoridades llegaran dentro de poco, asi que seamos cautas y sensatas. Y ser sensata, ahora mismo, significa que hagas lo que te pido.

La joven fue a protestar, pero Catherine agito la mano.

– Ashley, permiteme defender mi hogar del modo que considere mas adecuado.

Era una frase educada pero tajante. Ashley asintio.

– De acuerdo. Estare arriba. Pero, si oigo algo que no me guste, bajare en un segundo. -Desde luego, no estaba segura de que queria decir con «algo que no me guste».

Catherine la vio subir la escalera. Espero hasta oir que cerraba la puerta y pasaba la llave. Entonces fue a la alacena para la lena, construida en la pared junto a la gran chimenea. Escondida entre los troncos estaba la vieja escopeta de su difunto esposo. No la habia sacado ni limpiado en anos, y no sabia si la media docena de balas que habia al fondo de la funda aun detonarian. Catherine supuso que existia una buena posibilidad de que le explotara

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