– Parece la menos indicada para verse envuelta en una conspiracion criminal. Despues de todo, su relacion con todos los implicados era menos profunda…
– ?Lo era? ?No se habia arriesgado mas que nadie? Una mujer que amaba a otra mujer, con toda la sancion social que eso acarrea, que corre el mayor riesgo en el amor y que, segun parece, habia renunciado a fundar una familia propia, a presentar una cara «normal» al mundo, e incluso habia adoptado a Ashley como propia. ?Y que veia cuando miraba a Ashley? ?Una parte de si misma? ?Una vida que podria haber escogido? ?La envidiaba, la amaba, sentia algun tipo de conexion interna distinta de lo habitual en una madre o un padre? Ademas, atleta como era, tenia una disposicion natural para las acciones, mas que para las especulaciones.
Su copioso razonamiento me envolvio tan rapidamente como la oscuridad de la noche.
– Si -dije-. Entiendo lo que me dices.
– Toda la vida de Hope se basaba en correr riesgos y seguir sus instintos. Era lo que la hacia tan bella persona.
– No lo habia considerado de esa forma…
– ?No crees que Hope era, en ciertos aspectos, la clave de todo?
Sacudi la cabeza levemente.
– Si y no.
– ?Como es eso? -pregunto ella.
– Ashley seguia siendo la clave.
40 Una carrera a traves de las sombras
Ashley apoyo los pies contra la cabecera de su cama y empujo, sintiendo sus piernas tensarse hasta que empezaron a temblarle de cansancio. Era lo que hacia de adolescente, cuando la afectaba el estiron de la edad y le parecia que sus huesos ya no encajaban en su piel. Los deportes y correr por las tardes bajo la supervision de Hope habian ayudado, pero hubo muchas noches en que adoptaba esa postura del reves en la cama, esperando a que su cuerpo creciera en quien fuera que iba a convertirse.
Era temprano y en la casa aun se oian los sonidos ocasionales del sueno. Catherine, en la habitacion de al lado, roncaba con fuerza. No habia ningun ruido en la habitacion de Sally y Hope, aunque por la noche las habia oido hablar hasta tarde; suponia que sobre algo relacionado con ella. No oia sonidos apagados de afecto desde hacia algun tiempo, y eso la preocupaba. Queria que su
Ashley presto atencion y luego, lentamente, dejo que unas lagrimas asomaran a sus ojos.
Ashley se mordio el labio. «Seria capaz de pegarle un tiro solo por lo que le hizo a
Se levanto de la cama y contemplo las cosas familiares de su infancia. En una pared, rodeando un tablon de corcho, docenas de dibujos propios. Tambien fotos de sus amigas, de ella misma disfrazada para Halloween, del campo de futbol y de la fiesta de graduacion. Y una colorida bandera con la palabra «Paz» en el centro sobre una paloma blanca bordada, y una botella de champan con dos flores de papel dentro que recordaban aquella noche de su primer ano en la facultad cuando perdio la virginidad, un hecho que habia contado en secreto a Hope, pero no a sus padres. Dejo escapar un suspiro y penso que todas aquellas cosas eran simbolos de quien habia sido, pero lo que necesitaba saber era en que iba a convertirse. Se acerco a la mochila que colgaba del armario, rebusco y saco el revolver.
Lo sopeso en la mano, se dio la vuelta y adopto la posicion de tiro apuntando a la cama. Lentamente, con un ojo cerrado, giro, encanonando la ventana. «Vacia el tambor -se recordo-. Apunta al pecho y que no te tiemble el pulso.»
Temia parecer ridicula.
«El no se estara quieto», penso. Podria abalanzarse sobre ella, reducir la distancia que lo separaba de la muerte. Ashley volvio a la posicion de tiro, separando los pies y agachandose unos centimetros. Midio mentalmente. ?Que altura tenia O'Connell? ?Que fuerza tenia? ?Con que rapidez podia moverse? ?Suplicaria por su vida? ?Prometeria dejarla en paz? «Disparale en el maldito corazon, si es que lo tiene», se dijo.
– Bang -susurro-. Bang. Bang. Bang. Bang. Bang. -Bajo el revolver-. Estas muerto y yo estoy viva. Y mi vida continua -musito-. No importa lo desgraciada que sea, siempre sera mejor que esto.
Todavia con el arma en la mano, se acerco a la ventana. Oculta tras la cortina, escruto la calle arriba y abajo. Era poco mas del amanecer y una debil luz revelaba lentamente los contornos y formas de la manzana. «Un dia gelido», penso. Habria escarcha en los jardines. Demasiado frio para que O'Connell hubiera pasado la noche alli fuera, vigilando.
Volvio a guardar el revolver en la mochila. Luego se puso medias, un jersey de cuello alto negro, una sudadera con capucha y unas zapatillas de deporte. En los siguientes dias no tendria muchos momentos para estar a solas, pero ese no lo desaprovecharia. Mientras salia de puntillas de la habitacion, no le agrado dejar el arma. Pero no podia correr con un revolver en la cintura, penso. Demasiado pesado. Demasiado absurdo.
Una ola de frio polar asolaba Vermont. Cerro en silencio la puerta principal, se puso un gorro y echo a trotar calle arriba, deseando alejarse de la casa antes de que nadie advirtiese su ausencia. Fuera cual fuese el riesgo, rapidamente lo desecho de su mente y acelero el paso, obligando a su sangre a calentarle el cuerpo.
Corrio con ganas, de un modo que parecia estimular sus pensamientos. Dejo que el sonido de sus zancadas convirtiera su furia en una especie de liberacion poetica. Estaba tan harta de verse constrenida por su familia y sus temores que estaba dispuesta a asumir cualquier riesgo. «Naturalmente -se dijo-, no seas tan estupida como para ponerselo facil.» Asi que corrio siguiendo un rumbo erratico, en zigzag. Lo que queria, penso, era comportarse con osadia, sentirse libre.
Tres kilometros se convirtieron en cuatro, luego en cinco, y el titubeante amanecer se disolvio en una manana normal que sin duda la protegeria con su realidad cotidiana. El viento ya no era frio y el sudor le corria por cuello y espalda. Cuando dio la vuelta para regresar a casa estaba cansada, pero no lo suficiente para reducir el ritmo. Un calor inquieto la escaldaba por dentro. Escruto el camino y de repente vio movimiento. Casi la abrumo la sensacion de que ya no estaba sola. Sacudio la cabeza y siguio avanzando.
A ocho manzanas de su casa, un coche se acerco peligrosamente. Ashley jadeo y quiso gritarle alguna imprecacion, pero siguio corriendo.
A seis manzanas, una voz grito un nombre cuando ella pasaba. No supo si era el suyo y no se volvio a mirar, pero apreto el paso.
A cuatro manzanas, un claxon sono muy cerca, dandole un buen susto y haciendola acelerar la marcha.
A dos manzanas, unos neumaticos chirriaron tras ella. Jadeo y, sin volverse a mirar, salto de la calzada a la irregular acera, rota por las raices de los arboles. La acera parecia tirarle de los talones, y sus pies se quejaban. Corrio mas rapido. Quiso cerrar los ojos y dejar de oir todos los sonidos. Como era imposible, empezo a tararear para si. Mantuvo la mirada al frente, sin volverse en ninguna direccion, como un
Escudrino la calle arriba y abajo. Un hombre sacaba su coche marcha atras por el camino de acceso. Unos ninos sobrecargados de mochilas reian camino de la parada del autobus escolar. Una mujer con un largo abrigo verde sobre la bata salia a recoger el periodico.
Ni rastro de O'Connell. Al menos en ningun lugar visible.