encontrar algun error al que agarrarse en un tribunal de apelaciones?

– No. Solo busco una historia para un libro, ya se lo he dicho.

El asintio, pero no supe si me creia del todo.

– Si usted lo dice… -repuso-. Podria ser una historia, si, pero es antigua. Muy bien, aqui tiene.

Metio la mano bajo la mesa, saco un archivador estilo acordeon y lo abrio sobre su mesa. Contenia unas brillantes fotos en color que extendio encima de todos los papeles. Me incline hacia delante y vi que las fotos mostraban basura y desorden. Y un cadaver.

– Un caos -murmuro el detective-. Como le he dicho.

42 El arma en la bota

Casi al mismo tiempo que Catherine y Ashley rodeaban la manzana preguntandose donde andaria Michael O'Connell, Scott estaba aparcado al fondo de un area de descanso arbolada en la carretera 2. El sitio quedaba oculto a la carretera por arboles y matorrales. Por eso, en parte, habian elegido esa carretera como ruta a Boston. No era tan rapida como la autopista, pero habia menos trafico y coches patrulla. Estaba en su vieja furgoneta; el Porsche habia quedado en casa.

Oia su respiracion entrecortada. Se dijo que era una locura, que por grande que fuese la tension en ese momento, sin duda seria mucho peor al final del dia. Su paciencia fue recompensada unos minutos mas tarde cuando vio un Ford Taurus blanco ultimo modelo aparcar en la zona de descanso. Se detuvo a seis metros de el. Hope iba al volante.

Scott cogio del asiento del pasajero una pequena bolsa de deporte roja. Sono a metalico. Se apeo y cruzo rapidamente el aparcamiento.

Hope bajo la ventanilla.

– Vigila -dijo el sin mas-. Si ves que llega alguien, avisame.

Ella asintio.

– ?Donde las…?

– Anoche. Despues de medianoche. Fui hasta el aparcamiento del aeropuerto de Hartford.

– Buena idea -dijo ella-. Pero ?no tienen camaras de seguridad en el aparcamiento?

– Fui a la zona exterior. Esto solo durara un segundo. ?Es alquilado?

– Si. Es mas seguro asi.

Scott abrio la bolsa roja y se dirigio a la parte trasera del coche.

Solo tardo cinco minutos en cambiar las matriculas de Massachusetts por las de Rhode Island cogidas de un coche la noche anterior. En la bolsa tambien habia una pequena llave de rosca y unos alicates. Guardo las matriculas reales del coche en la bolsa y se la tendio a Hope.

– No olvides reponerlas cuando devuelvas el vehiculo.

Hope asintio. Ya parecia palida.

– Mira, llamame si tienes algun problema. Estare bastante cerca y

– ?Crees que si hay algun problema tendre tiempo de hacer una llamada?

– No, claro que no. Muy bien, me guiare… -Callo. Demasiado que decir. No habia palabras suficientes.

Scott dio un paso atras.

– Sally debe de estar de camino por la autopista.

– Entonces me marcho -dijo Hope. Coloco la bolsa de deporte en el asiento del pasajero.

– No superes el limite de velocidad -le advirtio el-. Te vere dentro de un rato.

Penso que deberia decir «buena suerte» o «ten cuidado», o darle animos de alguna manera. Pero no lo hizo. Vio como Hope salia del aparcamiento y consulto el reloj, tratando de calcular donde estaria Sally. Seguia una ruta paralela hacia el este. Parecia un detalle tonto, cambiar las matriculas por un dia, pero comprendia que, cuando Sally les habia dicho que prestaran atencion a los detalles pequenos y aparentemente insignificantes, habia mucha verdad en esa advertencia. Todo lo que habia aprendido hasta ese momento, de poco le serviria en las actuales circunstancias.

Al borde de una subita cobardia, Scott volvio a su furgoneta y se preparo para dirigirse hacia el este y la incertidumbre.

Hope condujo hacia el cruce donde la interestatal se bifurcaba hacia el noreste. Siguio las indicaciones de Sally, sin superar nunca el limite de velocidad, y se dirigio al punto de reunion establecido por Sally. Decidio que lo mejor era compartimentarlo todo. Penso en lo que se disponia a hacer como meras entradas de una lista de tareas, y pasaba rapidamente de una a otra.

Trato de pensar analitica y friamente sobre las tres ultimas.

«Cometer el crimen. No dejar ninguna huella. Escapar y reunirse con Sally.»

Deseo ser matematica para poder ver todo aquello como una serie de numeros y probabilidades y poder imaginar vidas y futuros como una fria estadistica.

Eso era imposible. Asi que intento provocarse una especie de justa furia contra Michael O'Connell, y se repitio que aquella solucion era la unica que el, sin saberlo, les habia dejado. Si lograba enfurecerse lo suficiente, la ira la impulsaria a cumplir con su cometido.

«Alguien tiene que morir para que Ashley viva», se dijo. Lo repitio una y otra vez, como un mantra perverso, a lo largo de varios kilometros de carretera.

Recordaba partidos donde todo pendia de un hilo hasta el silbato final. En esas situaciones era fundamental reunir el ultimo soplo de energia y hacer un esfuerzo supremo.

Como entrenadora, siempre habia instado a las jugadoras a visualizar ese momento en que el triunfo o la derrota se equilibraban en la balanza, de modo que cuando llegara estuvieran psicologicamente preparadas para actuar sin vacilacion.

Imaginaba que esta experiencia seria igual.

Y asi, mordiendose el labio, empezo a ver las cosas tal como las habia imaginado Sally, con la ayuda de la descripcion que Scott habia hecho del lugar. Imagino la casa decrepita y descuidada, el coche quemado en el patio delantero, aquella especie de cobertizo lleno de basura y componentes de motor. Creyo saber lo que habria dentro: periodicos y revistas, botellas de cerveza y comida para llevar, un rancio aroma de dejadez. Y el estaria alli. El hombre que habia creado al hombre que habia creado aquella amenaza contra todos ellos. Cuando se enfrentara a el, tendria que visualizar a Michael O'Connell.

Se vio a si misma esperando.

Se vio entrar.

Se vio ante el hombre al que habian elegido matar.

Siguio conduciendo hacia el este, deseando poder comportarse como si ese viaje no se saliera de la rutina cotidiana.

A media tarde, Sally habia llegado a Boston y aparco frente al edificio de Michael O'Connell, desde donde podia ver la entrada. Llevaba la llave que le habia dado Hope.

Permanecio sentada al volante, tratando de parecer lo menos sospechosa posible, pero no podia dejar de pensar que todo el mundo en la manzana la habia visto ya, habia memorizado su rostro y anotado su matricula. Eran miedos infundados, pero estaban alli, rondandole la mente, amenazando con apoderarse de sus actos y emociones. Sally hacia todo lo posible por dominarlos.

Deseo tener la comoda familiaridad de O'Connell con la oscuridad. La ayudaria (y a Scott y Hope tambien) a cumplir con su objetivo.

Una vez mas, meneo la cabeza. Su unico acto de rebelion, de salirse de las estructuras rutinarias de la sociedad, habia sido su relacion con Hope. Tuvo ganas de reirse de si misma. Una abogada madura de clase media, insegura de su relacion con su companera, no era precisamente una outsider.

Y desde luego no era una asesina.

Cogio su hoja de instrucciones y trato de imaginar donde estaban los otros. Hope la estaria esperando; Scott, en su puesto; Ashley, en casa con Catherine. Y Michael O'Connell estaria en su apartamento… o eso esperaba.

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