«Que este aqui», rogo.
Retiro el calcetin, memorizando como estaba colocado. Luego hurgo dentro de la bota. Cuando sus dedos enguantados tocaron el frio acero dejo escapar un gemido.
Torpemente, saco el arma.
Vacilo un segundo. «Ya esta -pense»-. Continua o echate atras.» Estaba muerta de miedo. Coger la pistola la aterrorizaba, dejarla, tambien.
Como si alguien le guiara la mano, introdujo el arma en una bolsa de plastico que llevaba en la mochila. Dejo el calcetin en el suelo.
Se dirigio rapidamente al pequeno salon y miro la desvencijada mesa donde O'Connell tenia el ordenador portatil. Estaba conectado. Habia creado un monton de problemas para ellos sentado ante esa mesa, penso. Y ahora le tocaba a ella devolverle la jugada. Por asustada que estuviera, este siguiente paso le proporciono una perversa sensacion de satisfaccion. Saco el modelo similar de ordenador de la mochila y lo sustituyo. No sabia si el notaria inmediatamente la diferencia, pero lo haria tarde o temprano. Esto era algo que la satisfacia. El dia anterior habia pasado varias horas descargando material pornografico y sitios web de contenido neonazi, asi como un pavoroso rock satanico. Cuando considero que el ordenador tenia suficientes elementos incriminatorios, uso uno de los archivos de texto para redactar a medias una carta airada que empezaba con «Querido papa hijoputa» y luego decia que nunca tendria que haber mentido a la policia para salvarlo del asesinato de su madre, y que ahora se disponia a rectificar el mayor error de su vida. Su unica mision en la vida era hacerle pagar por la muerte de su madre. La investigacion de Scott sobre la historia familiar de O'Connell le habia proporcionado las claves.
Sally le habia hecho algo mas al ordenador. Habia destornillado la tapa posterior y aflojado la conexion del cable principal, de modo que no arrancara. Luego habia vuelto a colocar la tapa con un detalle adicional: dos gotas de cemento instantaneo que soldaron uno de los tornillos que lo sujetaban todo. O'Connell tal vez supiera como arreglar la maquina, pero no podria quitar la tapa. Un tecnico de la policia si podria.
Se apresuro en dejar todo tal como estaba inicialmente. Luego guardo el ordenador de O'Connell en la mochila, junto a la pistola. Miro el cronometro. Once minutos.
«Demasiado lenta, demasiado lenta», se reprocho mientras se echaba la mochila al hombro. Pudo sentir el peso del arma contra su espalda. Tomo aliento. Debia marcharse ya mismo.
El movil que descansaba en el asiento sono. Scott no confiaba en recibir esta llamada, pero la consideraba muy posible, asi que estaba preparado cuando oyo la voz al otro extremo.
– Eh, ?senor Jones?
El padre de O'Connell parecia acalorado.
– Soy Smith -respondio Scott.
– Si, vale. Senor Smith. Bien. Eh, soy…
– Se quien es, senor O'Connell.
– Pues vaya si no tenia usted razon. Acabo de recibir una llamada de mi hijo, como usted dijo. Viene para aca ahora.
– ?Ahora?
– Si. Son unas dos horas en coche desde Boston, pero el conduce rapido, asi que tal vez un poco menos.
– Ya me encargo. Gracias.
– El chico gritaba algo sobre una tia. Parecia muy molesto. Casi enloquecido. ?Esto tiene algo que ver con una tia, senor Jones?
– No. Tiene que ver con dinero. Una deuda.
– Pues no es eso lo que el piensa.
– Lo que el piense es irrelevante para nuestro negocio, senor O'Connell. ?Entiende?
– Si. Supongo que si. ?Que debo hacer?
Scott no vacilo. Esperaba esta pregunta.
– Esperelo ahi y escuche lo que el tenga que decir, sea lo que sea.
– ?Que van a hacer ustedes?
– Tomaremos las medidas oportunas, senor O'Connell. Y usted recibira su recompensa.
– ?Que hago si decide largarse?
A Scott se le seco
– Dejelo ir.
Hope tomaba un cafe solo mientras esperaba a Sally. El sabor amargo le quemaba la lengua.
Habia aparcado en un pequeno centro comercial, a unos cien metros de un supermercado.
Habia bastante movimiento, pero ella estaba suficientemente apartada.
Cuando diviso a Sally en su coche alquilado avanzando despacio por las calles del aparcamiento, dejo el vaso de cafe en el posavasos y bajo la ventanilla para hacerle una breve senal. Espero a que aparcara dos calles mas alla y luego se dirigio hacia ella. Sally miraba nerviosa alrededor y parecia palida.
– No puedo permitir que tu te encargues de esto… -le solto sin mas-. Deberia hacerlo yo…
– Ya lo hemos decidido asi -replico Hope-. Y el plan ya esta en marcha. Hacer un cambio ahora podria estropearlo todo.
– Es que no puedo -insistio Sally.
Hope tomo aire. Su companera le estaba dando una oportunidad, penso. Podia retirarse, negarse a seguir, dar un paso atras y preguntarse: «?En que demonios me estoy metiendo?»
– Puedes. Y lo haras -dijo Hope-. Es el unico modo de salvar a Ashley y probablemente de salvarnos todos. Cada uno debe cumplir con su cometido. Tu misma disenaste el plan y distribuiste las tareas.
– ?No tienes miedo?
– No.
– Deberiamos dejarlo ahora mismo -se obstino Sally-. Creo que nos hemos vuelto locos.
«Si, probablemente», penso Hope.
– Si no lo hacemos y luego a Ashley le sucede lo peor, nunca nos lo perdonaremos. Creo que podre perdonarme por lo que estoy a punto de hacer, pero nunca me perdonaria si algo terrible le sucede a Ashley por culpa de mi cobardia. -Tomo aire-. Si nosotros no actuamos y el lo hace, nunca volveremos a tener paz.
– Lo se -dijo Sally, sacudiendo la cabeza.
– ?El arma esta en la mochila?
– Si.
– ?Cuanto tiempo tenemos? -pregunto Hope.
Sally miro su cronometro.
– Creo que estas a unos quince minutos de el -informo-. Scott debe de estar ya en su posicion.
Hope sonrio y sacudio la cabeza.
– ?Sabes? Cuando era pequena jugue muchos partidos contrarreloj. El tiempo es siempre un factor crucial. Bien, he de irme ahora mismo. Si vamos a jugar este partido, perderlo por llegar con retraso seria imperdonable. Marchate, Sally. Haz tu parte y yo hare la mia, y tal vez al final del dia todo habra salido bien.
Sally podia haber replicado muchas cosas, pero no lo hizo. Extendio la mano y apreto la de Hope, tratando de reprimir las lagrimas. Hope sonrio.
– Vamos alla -dijo-. No hay tiempo. Se acabo la chachara. Es hora de pasar a la accion.
Sally asintio y vio como Hope se alejaba con la mochila, subia a su coche, saludaba y salia del aparcamiento.
Solo habia medio kilometro hasta la entrada de la interestatal. Hope tenia que pisar el acelerador para cubrir la diferencia de tiempo que habia entre ella y Michael O'Connell. Decidio no mirar por el retrovisor hasta alejarse del centro comercial, porque no queria ver a Sally sola y triste alli detras.
Scott estaciono la furgoneta en el aparcamiento de estudiantes de un colegio mayor situado a unos quince kilometros de la decrepita casa donde habia crecido Michael O'Connell. La furgoneta quedo camuflada entre un mar de vehiculos.
Despues de cerciorarse de que no habia nadie cerca, se quito la ropa y se puso unos vaqueros viejos, una camiseta, una cazadora azul gastada y zapatillas de deporte. Se encasqueto un gorra y, aunque se estaba poniendo el sol, se coloco unas gafas de sol. Cogio la mochila, metio el movil en el bolsillo de la chaqueta y bajo