«?Que te hizo pensar que podrias planear esto y que saldria bien?», se pregunto de repente.
«Esto.» No era una buena definicion. «Llamalo por lo que es: un asesinato premeditado. Asesinato en primer grado. En algunos estados te enviaria a la silla electrica o la camara de gas.» Incluso con circunstancias atenuantes, su pena oscilaba entre veinticinco anos y cadena perpetua.
«No para Ashley», penso. Su hija permaneceria a salvo.
Y entonces, con la misma brusquedad, tomo conciencia de lo que habia en juego. Si fracasaban, la vida de todos ellos quedaria arruinada. Excepto la de O'Connell. La suya continuaria como antes, y habria poco que se interpusiera en su persecucion de Ashley o, si lo elegia, de alguna otra Ashley.
No quedaria nadie para defenderla. «Haz que salga bien.»
Alzo la cabeza y vio que las sombras empezaban a arrastrarse por los tejados de los edificios, y se dijo: «No puedes fallar.»
Cogio el movil y sintio un arrebato de excitacion, pero se domino hasta que oyo la familiar voz.
– ?Michael?
El inspiro bruscamente.
– Hola, Ashley.
– Hola, Michael.
Hubo un breve silencio. Ella aprovecho el momento para repasar los papeles que su madre le habia preparado. Un guion, con las frases clave subrayadas tres veces. Pero las paginas se le aparecian borrosas, confusas. Por su parte, el se mecio en su asiento. Aquella llamada era maravillosa. Significaba que estaba ganando. Apenas pudo contener la sonrisa que ensancho su cara. Su pierna derecha empezo a agitarse, como para marcar un ritmo.
– Es maravilloso oir tu voz -dijo al fin-. Parece que cierta gente esta intentando separarnos, pero eso nunca sucedera. No lo permitire. -Solto una risita-. No les sirve de nada tratar de esconderte. Lo has visto, ?verdad? No hay ningun sitio donde no pueda encontrarte.
Ashley cerro los ojos. Aquellas palabras eran como agujas en su piel.
– Michael -dijo-, te he pedido una y otra vez que me dejes en paz. Lo he intentado todo para que entiendas que nunca vamos a estar juntos. No quiero que insistas mas. -Todo aquello ya lo habia dicho antes, sin ningun resultado. No esperaba que cambiara esta vez. Michael O'Connell vivia en un mundo de locura, y nada iba a cambiarlo.
– Se que no lo dices en serio -contesto el con subita frialdad-. Se que te obligan a decirlo. Toda esa gente quiere que seas lo que no eres, y te dictan todo lo que dices. Por eso no hago caso.
Ashley dio un respingo al oir «te dictan». ?Y si de algun modo el lo habia adivinado todo?
– No, Michael, te equivocas. No es asi. Te has equivocado desde el principio. Yo no te quiero.
– Es el destino, Ashley. Nos ha unido para siempre.
– ?Como puedes creer eso?
– Tu no entiendes el amor. El verdadero amor. El amor no termina nunca -explico friamente, dejando que cada palabra resonara en la linea telefonica-. El amor nunca para. El amor nunca se va. Siempre esta dentro. Deberias saberlo. Te consideras una artista pero no comprendes lo mas sencillo. ?Que pasa contigo, Ashley?
– Conmigo no pasa nada -repuso ella bruscamente.
– Si, si que pasa. -O'Connell se mecio en su silla-. A veces creo que estas realmente enferma. Alguien que no puede comprender la verdad, que se niega a escuchar su corazon, tiene que estar enfermo. Pero no deberias preocuparte, Ashley, porque puedo arreglarlo. Voy a estar a tu lado para lo que necesites. No importa lo que ocurra, no importa que cosas malas sucedan, siempre estare a tu lado.
Ashley sintio como las lagrimas se agolpaban en sus ojos. Se sintio completamente indefensa.
– Por favor, Michael…
– No tengas miedo de nada -dijo el, con una oscura furia subyacente a las palabras-. Yo te protegere.
Ella penso que todo lo que decia significaba exactamente lo contrario. Proteger significaba lastimar. No tener miedo significaba tener miedo de todo.
La desesperanza casi pudo con ella. Sintio una oleada de nausea y un subito calor en la frente. Cerro los ojos y se apoyo contra la pared, como para impedir que la habitacion diera vueltas a su alrededor. «Dios mio -penso-, esto no acabara nunca.»
Ashley abrio los ojos y miro con desesperacion a Catherine, quien solo podia oir una mitad de la conversacion, pero sabia que estaba saliendo mal. Senalo con insistencia el guion con el dedo indice.
«?Dilo! ?Dilo!», articulo con los labios.
Ashley se enjugo las lagrimas y respiro hondo. No sabia que estaba poniendo en marcha, pero si que se trataba de algo horrible.
– Michael -dijo por fin-. Lo he intentado, de veras que si. He intentado decir que no de todas las maneras posibles. No se por que no lo aceptas. De verdad que no lo se. Dentro de ti hay algo que nunca comprendere. Asi que voy a hablar con la unica persona que tal vez pueda hacerte entrar en razones. Alguien que podra explicarme como he de decirtelo para que lo comprendas. Alguien que sabra que he de hacer para que no me molestes mas. Alguien que me ayudara a librarme de ti.
Todo lo que decia estaba disenado para provocar la expectativa y la ira de O'Connell.
El no respondio, y Ashley penso que tal vez por primera vez estaba escuchandola.
– Solo hay una persona en el mundo a la que creo que temes. Asi que voy a verlo esta noche.
– ?Que estas diciendo? -pregunto O'Connell bruscamente-. ?De quien estas hablando? ?Alguien que pueda ayudarte? Nadie puede ayudarte, Ashley. Nadie excepto yo.
– Te equivocas. Hay un hombre.
– ?Quien? -El grito de O'Connell resono a traves de la linea.
– ?Sabes donde estoy, Michael?
– No.
– Estoy cerca de tu casa. No tu apartamento, sino el hogar donde creciste. Estoy a punto de ver a tu padre. - Ashley mintio tan friamente como pudo-. El podra ayudarme.
Entonces colgo. Y cuando al punto el movil empezo a sonar, lo ignoro.
Sally sintio una corriente electrica por todo el cuerpo. Michael O'Connell habia salido precipitadamente del edificio. Recorrio la acera casi al trote. Sally cogio el cronometro que habia llevado. Lo pulso cuando vio a O'Connell subir a su propio coche y arrancar de estampida, haciendo chirriar los neumaticos, a unos veinte metros de ella.
Cogio el movil.
– Va de camino -dijo cuando Scott contesto, y colgo.
Scott pondria en marcha su propio cronometro.
Sally no podia vacilar. Disponia de muy poco tiempo. Cogio la mochila, se apeo y cruzo la calle hacia el apartamento de O'Connell. Mantuvo la cabeza gacha, y el gorro de lana lo mas baja posible. Iba vestida con ropas del Ejercito de Salvacion: vaqueros gastados y una cazadora de hombre. Llevaba guantes de cuero sobre un cenido par de guantes de latex.
No habia ningun plan B si el arma no estaba alli. Solo abortarian todo y volverian a casa para inventar algo nuevo. Cabia la posibilidad de que O'Connell hubiera cogido el arma para visitar a su padre. Su subita rabia era una variable que no habia previsto. En cierto modo, lo mas logico era que se hubiese llevado la pistola. Tal vez la utilizaria como esperaban hacerlo ellos y cometeria el mismo el crimen que resolveria sus problemas. Incluso podria usarla contra si mismo. O contra Ashley.
«Si algo falla solo nos quedara la huida y el panico», penso apretando los dientes.
Sally hizo el mismo camino de Hope dias antes. En pocos segundos llego a la puerta. Estaba sola, llave en mano.
No habia vecinos. Los unicos ojos que la miraban pertenecian al punado de gatos que deambulaban por el pasillo. «?Ha matado a alguno de vosotros hoy?», pregunto mentalmente. Introdujo la llave en la cerradura y entro con el mayor sigilo.
Se obligo a no mirar alrededor, a no examinar el lugar donde vivia Michael O'Connell, porque sabia que tan solo acrecentaria sus temores. Y la rapidez era un elemento esencial del plan. «Coge la pistola y largate», se repitio.
Encontro el armario. Encontro el rincon. Encontro la bota con el calcetin sucio remetido.