nuevo en su habitacion, escribiendo otro libro. Si, dice Renzo, sabe que ya ha dicho eso antes, pero ahora es diferente, no sabe por que, esta vez la paralisis empieza a tener caracter permanente. Termino Paseo nocturno afinales de junio, prosigue, hace mas de seis meses, y desde entonces no ha hecho absolutamente nada. Fue un libro muy breve, solo ciento cincuenta y tantas paginas, pero parecio exigirle todo lo que tenia, lo escribio en una especie de frenesi, en menos de tres meses de principio a fin, trabajando mas y con mayor concentracion que en cualquier otro momento de todos los anos que lleva escribiendo, apresurandose, apretando el paso con energia como un corredor a toda marcha durante catorce kilometros, y por estimulante que fuese correr a esa velocidad, algo se derrumbo en el al cruzar la linea de meta. Han pasado seis meses y no tiene planes, ni ideas ni proyecto en que ocuparse para pasar el tiempo. Cuando no ha salido de viaje, se sentia apatico, desmotivado, sin ganas de volver a su escritorio y ponerse a trabajar de nuevo. Ya ha experimentado antes esos parentesis, si, pero ninguno tan pertinaz ni prolongado como este, y aunque todavia no ha llegado a un estado de alarma, empieza a preguntarse si no es el final, si la antigua llama no ha acabado ya por extinguirse. Entretanto, pasa el tiempo sin apenas hacer nada: lee libros, piensa, sale a dar un paseo, ve peliculas, sigue las noticias del mundo. En otras palabras, esta descansando, pero por otro lado es un descanso un poco raro, observa, un reposo impaciente.
El camarero les trae los sandwiches y antes de que Morris pueda decir nada acerca de esa explicacion medio en serio y medio en broma de su agotamiento mental, Renzo, cambiando radicalmente de actitud, contradiciendo todo lo que acaba de decir, cuenta a Morris que mientras volaba de Europa a casa el otro dia se le ocurrio el germen de una idea, el principio mas elemental de una idea para un ensayo, una obra de no ficcion, algo asi. Morris sonrie. Creia que se te habian agotado las ideas, dice. Bueno, contesta Renzo encogiendose de hombros, a la defensiva pero con un destello de humor en los ojos, a veces le viene a uno alguna chispa.
Iba en el avion, explica, en una plaza de primera clase pagada por la gente que le dio el premio, el miedo a volar un tanto mitigado por el suave asiento de cuero, el caviar y el champan, estupido lujo entre las nubes, con una abundante seleccion de peliculas a su disposicion, no solo nuevas cintas de Europa y Estados Unidos sino antiguas tambien, clasicos venerados, bagatelas de las fabricas de suenos de ambos lados del Atlantico. Acabo viendo Los mejores anos de nuestra vida, que habia visto una vez hacia mucho tiempo y por tanto tenia completamente olvidada, una pelicula bonita, le parecio, bien interpretada por los actores, una encantadora obra de propaganda destinada a convencer a los norteamericanos de que los soldados que volvian de la Segunda Guerra Mundial acabarian adaptandose finalmente a la vida civil, no sin llevarse algunos encontronazos, desde luego, pero al final todo iria bien, porque esto es Estados Unidos y aqui todo sale siempre a pedir de boca. Sea como sea, le gusto la pelicula, lo ayudo a pasar el tiempo, pero lo que mas le intereso no fue la pelicula en si, sino un papel secundario interpretado por uno de los actores, Steve Cochran. Solo tiene una pequena intervencion de cierta importancia, un breve y petulante enfrentamiento con el protagonista, cuya mujer ha estado saliendo a escondidas con Cochran, pero en el fondo eso tampoco fue lo que le intereso, la interpretacion de Cochran es un asunto que le trae completamente sin cuidado, lo importante es la historia que su madre le conto una vez de que habia conocido a Cochran durante la guerra, si, su madre, Anita Michaelson, de soltera Cannobio, que murio hace cuatro anos habiendo cumplido los ochenta. Su madre era una mujer esquiva, muy reservada en lo que se referia al pasado, pero cuando Cochran murio a los cuarenta y ocho anos en 1965, justo despues de que Renzo cumpliera los diecinueve, ella debia de haber bajado la guardia lo suficiente para sentir que necesitaba desahogarse, de manera que le conto su breve idilio con el teatro a principios de los anos cuarenta, cuando era una muchacha de quince, dieciseis o diecisiete anos, y que en cierto grupo de teatro neoyorquino su camino se cruzo con el de Cochran y se quedo prendada de el. Era un hombre muy guapo, le aseguro, uno de esos idolos irlandeses morenos y robustos, pero el significado de ese «prendarse» nunca estuvo muy claro para Renzo. ?Acaso perdio su madre la virginidad con Steve Cochran en 1942, cuando tenia diecisiete anos? ?Vivieron realmente una aventura amorosa, o solo se trato de un enamoramiento adolescente por un actor de veinticinco anos que prometia mucho? Imposible saberlo, pero lo que le conto su madre era que Cochran queria que se fuera a California con el y ella estaba dispuesta a acompanarlo, pero sus padres se enteraron de lo que se estaba cociendo y pusieron inmediatamente fin al asunto. Una hija suya no hacia esas cosas, nada de escandalos en esta familia, olvidalo, Anita. De modo que Cochran se marcho, su madre se quedo y se caso con su padre, y por eso nacio el: porque su madre no se fugo con Steve Cochran. Esa es la idea con la que esta jugando, dice Renzo, escribir un ensayo sobre las cosas que no ocurren, las vidas que no se han vivido, las guerras que no se han librado, los mundos en la sombra que corren paralelos al mundo que tomamos por real, lo que no se ha dicho y no se ha hecho, lo que no se recuerda. Peligroso territorio, quiza, pero valdria la pena explorarlo.
Despues de llegar a casa, prosigue Renzo, sintio la suficiente curiosidad como para indagar un poco en la vida y la carrera de Cochran. Papeles de ganster en su mayor parte, un par de obras en Broadway con Mae West, nada menos, Al rojo vivo, con James Cagney, el protagonista de IlGrido, de Antonioni, y apariciones en diversas series de television de los cincuenta: Bonanza, Los intocables, Route 66, En los limites de la realidad. Creo su propia compania de produccion, de la que apenas salio algo (la informacion es escasa, y aunque Renzo sienta curiosidad, no es tanta como para seguir explorando ese elemento), pero Cochran parece haber adquirido fama como uno de los mas activos mujeriegos de su epoca. Eso probablemente explica por que su madre se enamoro de el, continua Renzo, tristemente, considerando lo facil que habria sido para un seductor consumado ablandar el corazon de una inexperta muchacha de diecisiete anos. ?Como podria haberse resistido al hombre que mas adelante tuvo aventuras con Joan Crawford, Merle Oberon, Kay Kendall, Ida Lupino y Jayne Mansfield? Tambien estaba Mamie Van Doren, que al parecer escribio en abundancia sobre su vida sexual con Cochran en una autobiografia publicada hace veinte anos, pero Renzo no tiene intencion de leer ese libro. En el fondo, lo que mas le fascina es lo absolutamente que se han borrado de su memoria los detalles de la muerte de Cochran, que sin duda conocio a los diecinueve anos, pero incluso despues de la conversacion con su madre (que en teoria debio hacer que la historia resultara imposible de olvidar), lo relego todo al olvido. En 1965, esperando revitalizar su moribunda compania de produccion, Cochran elaboro un proyecto para una pelicula ambientada en Centroamerica o Sudamerica. En compania de tres mujeres de edades comprendidas entre los catorce y los veinticinco anos, presuntamente contratadas como ayudantes, puso rumbo a Costa Rica en su yate de doce metros para empezar a buscar exteriores. Semanas despues, la embarcacion embarranco en la costa de Guatemala. Cochran habia muerto a bordo a consecuencia de una severa infeccion pulmonar y las tres aterrorizadas jovenes, que no sabian nada de navegacion ni de pilotar un yate de doce metros, habian ido a la deriva durante los ultimos diez dias, con la unica compania del cadaver putrescente de Cochran. Renzo afirma que no puede borrar esa imagen de su mente. Las tres asustadas mujeres perdidas en el mar con el cuerpo en descomposicion de la estrella del celuloide bajo la cubierta, convencidas de que nunca volverian a pisar tierra.
Y con eso, concluye, adios a los mejores anos de nuestra vida.