ganas de cenar. Decide acabar el ano poniendose al dia con los manuscritos que debia haber leido en Inglaterra, pero comprende que eso solo seria una argucia, un truco para dirigirse al confortable sillon de la sala de estar y, una vez sentado en esa butaca, no volver a la novela de Samantha Jewett, que ya ha decidido no publicar.

Son las siete y media, faltan cuatro horas y media para que empiece otro ano, el cansino ritual de petardos y matracas, las rafagas de embriagadas voces que resonaran a medianoche por el barrio, siempre el mismo estallido en esta noche particular, pero aun esta lejos de eso, solo con su whisky y sus pensamientos, y si puede ahondar lo bastante en ellos ni siquiera oira las voces ni el clamor cuando llegue el momento. En mayo pasado hizo cinco anos de la llamada de la asistenta de su madre, que acababa de entrar en el apartamento con su llave. El estaba en la oficina, segun recuerda, un martes por la manana alrededor de las diez, hablando con Jill Hertzberg sobre el ultimo manuscrito de Renzo y de si utilizaban una ilustracion para la portada o solo un diseno grafico. ?Por que recordar un detalle asi? Por ningun motivo, ninguna razon que se le ocurra, salvo que la razon y la memoria casi siempre estan enfrentadas, y luego estaba en un taxi cruzando Broadway hacia la calle Ochenta y cuatro Oeste, tratando de no pensar en el hecho de que su madre, que el sabado habia estado bromeando con el por telefono, ya estaba muerta.

El cadaver. En eso es en lo que piensa ahora, el cadaver de su madre tendido en la cama hace cinco anos, y el terror que sintio al bajar la vista y mirarla a la cara, la piel entre grisacea y azulada, los ojos medio abiertos o medio cerrados, la aterradora inmovilidad de lo que una vez habia sido una persona viva. Asi yacia desde mas o menos cuarenta y ocho horas antes de que la descubriera la asistenta. Aun vestida con su camison, su madre estaba leyendo la edicion dominical del New York Times cuando murio, sin duda de un subito y catastrofico ataque al corazon. Una pierna desnuda le colgaba fuera de la cama, y se pregunto si habria intentado levantarse cuando le empezo el ataque (?a buscar una pastilla, a pedir ayuda?), y si habia sido asi, teniendo en cuenta que solo se habia movido unos centimetros, tuvo la impresion de que la muerte le habia sobrevenido en cuestion de segundos.

La miro un breve instante, despues durante unos momentos, y luego dio media vuelta y se dirigio al salon. Era demasiado para el, verla en aquel estado de paralizada vulnerabilidad era mas de lo que podia soportar. No recuerda si volvio a mirarla cuando llego la policia, si fue necesario hacer una identificacion formal del cadaver o no, pero esta seguro de que cuando llegaron los enfermeros a llevarse el cuerpo en una bolsa de caucho negra, no pudo mirar. Permanecio en el salon con la vista fija en la alfombra, observando las nubes por la ventana, escuchando su propia respiracion. Simplemente era demasiado para el y fue incapaz de volver a mirar.

La revelacion de aquella manana, el contundente, indiscutible y elemental conocimiento que finalmente llego a su conciencia cuando los enfermeros la sacaban en camilla del apartamento, la idea que ha continuado persiguiendolo desde entonces: no puede haber recuerdos del seno materno, ni para el ni para nadie, pero acepta como un articulo de fe, o se esfuerza en comprender mediante un salto de la imaginacion, que su propia vida como ser sensible empezo como parte de aquel cuerpo ahora muerto que sacaban por la puerta, que su vida habia empezado dentro de ella.

Era una hija de la guerra, igual que la madre de Renzo, como la de todos, ya hubieran sus padres combatido o no en la guerra, ya tuvieran sus madres quince, dieciseis o veintidos anos cuando estallo la contienda. Una generacion extranamente optimista, piensa ahora, dura, responsable, trabajadora y un tanto estupida tambien, quiza, pero todos se tragaron el mito de la grandeza americana y vivieron con menos deudas que sus hijos, los jovenes de Vietnam, los airados hijos de la posguerra que vieron como su pais se convertia en un monstruo enfermo y destructor. Con agallas. Ese es el calificativo que le viene a la cabeza cuando piensa en su madre. Con agallas y sin pelos en la lengua, tenaz y carinosa, imposible. Volvio a casarse dos veces despues de la muerte de su padre en el 78, perdio a sus nuevos maridos por culpa del cancer, uno en el 92, el otro en 2003, e incluso entonces, en el ultimo ano de su vida, a la edad de setenta y nueve, ochenta anos, aun esperaba cazar a otro marido. Yo naci casada, le dijo una vez. Se habia convertido en la Mujer de Bath, y por adecuado que ese papel pudiera haber sido para ella, hacer de hijo de la Mujer de Bath no habia sido enteramente agradable. Sus hermanas habian compartido esa carga con el, desde luego, pero Cathy vive en Millburn, Nueva Jersey, y Ann esta en Scarsdale, demasiado lejos, en la periferia de los barrios bajos, y como el era el mayor y por otra parte su madre confiaba mas en los hombres que en las mujeres, era a el a quien acudia con sus problemas, que jamas clasificaba como tales (todas las palabras negativas habian sido expurgadas de su vocabulario), sino que denominaba «cositas», como en: Tengo que hablar contigo de una cosita. Ceguera deliberada es como lo llamaba el, una insistencia contumaz en buscar siempre victorias morales, el mal que por bien no venga, una actitud de despues de la tempestad viene la calma frente a las circunstancias mas desgarradoras -enterrar a tres maridos, la desaparicion de su nieto, la muerte accidental del hijastro de su hijo-, pero ese era el mundo de donde procedia, un universo etico hecho con retazos de los manidos criterios morales de las peliculas de Hollywood: valor, agallas y nunca digas me muero. Admirable en cierto modo, si, pero tambien desesperante, y con el paso de los anos llego a comprender que casi todo eso era artificial, que en el interior de su espiritu presuntamente indomable tambien habia miedo y panico y una tristeza agobiante. ?Quien podia reprocharselo? Tras sobrevivir a las diversas enfermedades de sus tres maridos, ?como no convertirse en la mayor hipocondriaca del orbe? Si sabes por experiencia que todos los cuerpos deben traicionar y traicionaran a la persona a que corresponden, ?por que no vas a pensar que un retortijon de estomago es el preludio de un cancer, que un dolor de cabeza significa tumor cerebral, que una palabra o un nombre olvidados son augurio de demencia senil? Paso sus ultimos anos yendo al medico, a docenas de especialistas de esta afeccion o aquel sindrome, y es cierto que tenia problemas de corazon (dos angioplastias), pero nadie pensaba que corriera verdadero peligro. El se figuraba que seguiria quejandose de sus enfermedades imaginarias hasta los noventa anos, que le sobreviviria a el, que los enterraria a todos, y entonces, de repente, menos de veinticuatro horas despues de que estuviera contandole chistes por telefono, habia muerto. Y una vez aceptado el hecho de su muerte, lo que mas le asustaba es que sentia alivio, o al menos que se sintio en parte aliviado, y se odia a si mismo por ser lo bastante insensible para reconocerlo, pero sabe que tiene suerte por haberse librado de la amargura de verla pasar por una larga vejez. Dejo el mundo en el momento justo. No padecio un sufrimiento prolongado, no cayo en la decrepitud ni la senilidad, no tuvo caderas rotas ni panales de adulto, ni lanzo al espacio miradas vacias. Una luz que se enciende, que se apaga. La echa de menos, pero puede vivir con el hecho de que esta muerta.

Siente mas la ausencia de su padre. Esta lo bastante endurecido como para admitir eso, tambien, pero su padre ya lleva treinta anos muerto y el se ha pasado media vida caminando junto a ese fantasma. Sesenta y tres, solo un ano mas de los que el tiene ahora, en buena forma fisica, aun jugaba al tenis cuatro veces por semana, todavia lo bastante fuerte para dar una paliza a su hijo de treinta y dos anos en tres sets de juego individual, probablemente lo suficiente para echar un pulso y ganarle, riguroso no fumador, su consumo de alcohol cercano a nulo, nunca enfermo de nada, ni siquiera resfriados ni gripe, un tipo de hombros anchos y uno noventa de estatura, sin grasa, ni tripa ni cargado de espaldas, que parecia diez anos mas joven de su edad, y entonces por un problema sin importancia, un acceso de bursitis en el codo izquierdo, el proverbial codo de tenista, sumamente doloroso, si, pero nada grave, va al medico por primera vez en muchisimos anos, un matasanos que le receta comprimidos de cortisona en vez de algun analgesico suave, y su padre, no acostumbrado a tomar pastillas, llevaba la cortisona en el bolsillo como si fuera un frasco de aspirinas y se tragaba una cada vez que el codo se hacia notar, forzando asi el funcionamiento de su corazon, ejerciendo una presion indebida en su sistema cardiovascular sin saberlo siquiera, y una noche, cuando estaba haciendo el amor con su mujer (pensamiento que consuela: saber que sus padres seguian activos en el terreno sexual a esas alturas de su matrimonio), durante la noche del 26 de noviembre de 1978, mientras Alvin Heller se acercaba al orgasmo en brazos de su mujer, Constance, mas conocida como Connie, le fallo el corazon, se le revento, le estallo en el pecho y ahi se acabo todo.

Nunca tuvieron esos conflictos que tan a menudo veia el en las familias de sus amigos, chicos abofeteados por sus padres, que les gritaban, padres agresivos que tiraban a la piscina a sus aterrorizados hijos de seis anos, padres desdenosos que se burlaban de sus hijos adolescentes por gustarles una musica discordante, por llevar ropa inapropiada, que los miraban de mala manera, padres veteranos de guerra que pegaban a sus hijos de veinte anos por resistirse al reclutamiento, padres debiles que temian a sus hijos ya crecidos, padres desconectados que no podian recordar los nombres de los hijos de sus hijos. De principio a fin, nunca se habian producido antagonismos ni dramas parecidos, solo algunas bruscas diferencias de opinion, leves castigos impuestos de forma mecanica por pequenas infracciones a las normas, alguna palabra severa cuando no se portaba bien con sus hermanas o se olvidaba del cumpleanos de su madre, pero nada de importancia, nada de

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