consecuencia directa de aquella conversacion escuchada a escondidas en el piso unos dias antes.
Sin embargo, no habia por que alarmarse. Miles pensaba ir a Los Angeles a pasar un par de semanas con su madre, y todo lo que Morris tenia que hacer era coger el telefono y llamarlo. Haria lo posible por infundirle un poco de sentido comun, y si eso no daba resultado, volaria a California para discutirlo cara a cara con el. Pero no solo Miles no estaba en casa de Mary-Lee, sino que ella tampoco se encontraba alli. Estaba en San Francisco, filmando el primer capitulo de una nueva serie de television, y la persona con la que hablo era Korngold, quien le dijo que hacia mas de un mes que no tenian noticias de Miles y por lo que el sabia el chico no tenia planes de ir a California en todo el verano.
Desde aquel momento, todos tomaron cartas en el asunto, los cuatro, el padre y la madre, la madrastra y el padrastro, y cuando contrataron a un detective privado para buscar al muchacho desaparecido, cada matrimonio costeo la mitad de los gastos, viviendo ocho meses funestos con informes sobre la marcha de la investigacion que anunciaban que la indagacion no avanzaba: ni pistas, ni indicios esperanzadores ni el mas minimo dato. Morris se aferro a la teoria de que Miles habia desaparecido a proposito, pero al cabo de tres o cuatro meses tanto Willa como Korngold empezaron a flaquear y llegaron poco a poco a la conclusion de que Miles habia muerto. Un accidente de alguna clase, pensaban, quizas asesinado, tal vez muerto por su propia mano, era imposible saberlo. Mary-Lee adopto una postura agnostica sobre el asunto: sencillamente no lo sabia. Podria estar muerto, si, pero, por otro lado, el chico tenia
Entonces llamo Bing Nathan y todo volvio a ponerse patas arriba. Miles estaba trabajando en Chicago, de cocinero de platos rapidos, y el primer impulso de Morris fue ir para alla y hablar con el -no para presentarle exigencia alguna, simplemente para averiguar lo que pasaba-, pero Willa se opuso y despues de llamar a California para dar la buena noticia, Mary-Lee y Korngold se pusieron del lado de ella. Su argumento era el siguiente: el chico tenia veintiun anos y estaba capacitado para tomar decisiones; mientras estuviera bien de salud, no tuviese problemas con la justicia, no se encontrara en una institucion para enfermos mentales y no les pidiera dinero, no tenian derecho a obligarlo a hacer nada en contra de su voluntad: ni siquiera a hablar con ellos, lo que evidentemente el no tenia intencion de hacer. Hay que darle tiempo, concluyeron. Ya lo solucionara el solo.
Pero Morris no les hizo caso. A la manana siguiente cogio un avion a Chicago y a las tres de la tarde estaba aparcado con un coche de alquiler enfrente de Duke's, una casa de comidas barata y muy frecuentada en un barrio peligroso del South Side. Dos horas despues, Miles salio del restaurante con su cazadora de cuero (la que Morris le habia regalado por su decimonoveno cumpleanos) y con buen aspecto, muy bueno, en realidad, algo mas alto y corpulento de lo que estaba en aquel desayuno dominical de ocho meses y medio atras; a su lado iba una mujer negra, alta y atractiva, que parecia tener alrededor de veinticinco anos, y en cuanto los dos aparecieron por la puerta, Miles rodeo con el brazo los hombros de la mujer, la atrajo hacia si y le planto un beso en los labios. Era un beso de alegria, en cierto modo, el beso de un hombre que acaba de terminar sus ocho horas de trabajo y ha vuelto con la mujer que ama, y la muchacha rio ante ese subito arrebato de carino, lo abrazo y le devolvio el beso. Un momento despues, iban juntos calle abajo, cogidos de la mano y hablando en esa actitud absorta e intima que solo es posible en la mas estrecha amistad, el amor mas profundo, y Morris se quedo alli sentado, inmovil en el interior del coche alquilado, sin decidirse a bajar la ventanilla y llamar a Miles, sin atreverse a bajar de un salto y correr tras el, y diez segundos despues Miles y la mujer torcieron a la izquierda por la primera esquina y desaparecieron de la vista.
Lo ha hecho tres veces mas desde entonces, una en Arizona, otra en New Hampshire y la ultima en Florida, siempre observando desde un sitio donde no podia ser visto, el aparcamiento del almacen en el que Miles cargaba cajas en la parte de atras de una furgoneta, el vestibulo del hotel por donde el muchacho paso precipitadamente ante sus ojos con uniforme de botones, el pequeno parque donde se sento un dia mientras su hijo leia
Son las diez de la manana del primer dia del nuevo ano y esta sentado en un reservado de Joe Junior's, la casa de comidas en la esquina de la Sexta Avenida con la calle Doce donde hablo con Miles por ultima vez hace mas de dos mil setecientos dias, sentado, por casualidad, a la misma mesa en que estuvieron aquella manana, comiendo huevos revueltos con tostadas untadas de mantequilla, mientras juega con la idea de convertirse en Botellero. Joe Junior's es un local pequeno, un sitio sencillo en un barrio venido a menos compuesto por un mostrador de formica con moldura cromada, ocho taburetes giratorios, tres mesas junto al ventanal delantero y cuatro reservados a lo largo de la pared norte. La comida, en el mejor de los casos, es normal y corriente, el tipico menu barato compuesto por dos docenas de combinaciones de desayuno, sandwiches de jamon y queso a la plancha, ensaladas de atun, hamburguesas, bocadillos calientes de pavo y anillos de cebolla fritos. Nunca ha probado los anillos de cebolla, pero cuenta la leyenda que uno de los antiguos parroquianos, Carlton Rabb, ya fallecido, sentia tal pasion por ellos que incluyo una clausula en su testamento para estipular que antes de que entregaran su cuerpo al eterno descanso metieran de contrabando en su ataud una racion de anillos de cebolla de Joe Junior's. Morris es plenamente consciente de las deficiencias de Joe Junior's como establecimiento de comidas, pero entre sus ventajas se cuenta la total ausencia de musica, la oportunidad de