Arthur Hailey
Hotel
Titulo original ingles. Hotel
Traduccion, Mary Williams
(Traduccion de una ensena que se ostenta en el portal de una hosteria en Takamatsu, Japon.)
Lunes, por la noche
1
«Si yo mandara aqui -penso Peter McDermott-, habria despedido al detective principal del hotel, tiempo ha.» Pero no pudo hacerlo, y en este momento, una vez mas, el obeso expolicia habia desaparecido cuando mas se le necesitaba.
McDermott se inclino desde su elevada y fornida estatura de metro y noventa y cinco centimetros, y repiqueteo con impaciencia en la horquilla del telefono de su escritorio.
– Andan mal cien cosas al mismo tiempo -dijo a la muchacha que estaba al lado de la ventana de la amplia y alfombrada oficina-, y nadie puede encontrarlo.
Christine Francis echo una ojeada a su reloj de pulsera. Faltaban pocos minutos para las veintitres.
– Hay un bar en Barone Street, donde se podria intentar buscarlo.
Peter McDermott hizo un movimiento con la cabeza.
– El conmutador esta ocupado en averiguar el paradero de Ogilvie.
Abrio un cajon del escritorio, saco cigarrillos y los ofrecio a Christine. Adelantandose, tomo uno y McDermott se lo encendio, haciendo lo mismo con el propio. La observo mientras aspiraba.
Christine habia abandonado minutos antes su propia oficina, mas pequena, situada en el sector de los funcionarios del «St. Gregory Hotel». Se entretuvo trabajando hasta muy tarde, estaba a punto de irse a su casa, cuando, al ver luz debajo de la puerta del subgerente general, resolvio entrar.
– Nuestro mister Ogilvie dicta sus propias reglas -dijo Christine-. Siempre ha sido asi, de acuerdo con las ordenes de W. T.
McDermott hablo brevemente por telefono, y espero de nuevo.
– Tiene razon -reconocio-. He tratado de reorganizar nuestro «disciplinado» cuerpo de detectives, y no se me ha hecho caso.
– No sabia eso -respondio ella muy tranquila.
La miro con curiosidad.
– Creia que usted lo sabia todo.
Y en general, era asi. Como ayudante personal de Warren Trent, el impredecible e irascible dueno del hotel mas importante de Nueva Orleans, Christine estaba enterada de los secretos internos del hotel, asi como de los asuntos cotidianos. Sabia por ejemplo que Peter, que habia sido promovido al puesto de subgerente general hacia uno o dos meses, estaba dirigiendo el grande y concurrido «St. Gregory», aunque con salario poco generoso y autoridad limitada. Tambien sabia las razones que existian detras de esa actitud, que constaban en el archivo
– ?Que es lo que anda mal? -pregunto Christine.
McDermott sonrio con buen humor, lo que suavizo sus facciones toscas, casi feas.
– Hemos recibido una queja del undecimo piso con referencia a una especie de orgia; en el noveno, la duquesa de Croydon reclama porque el duque ha sido ofendido por un camarero; han informado que alguien se queja horriblemente en la habitacion 1439; el gerente nocturno esta ausente, enfermo, y los otros dos empleados responsables del hotel estan ocupados en otras cosas.
Volvio a llamar por telefono, y Christine se dirigio otra vez a la ventana del despacho, que estaba en el entresuelo principal. La cabeza, ligeramente inclinada para evitar que el humo del cigarrillo le entrara en los ojos, miraba distraida a la ciudad. Directamente al frente, a traves de un gran espacio entre dos edificios proximos, podia divisar el compacto y populoso rectangulo del French Quarter. Faltando una hora para la medianoche, todavia era temprano para el
Hacia el Norte, probablemente sobre el lago Pontchartrain, en la oscuridad se estaba formando una tormenta de verano. Ya se percibian los primeros truenos sordos, y algun relampago ocasional. Con suerte, si la tormenta se dirigia al Sur, hacia el golfo de Mexico, podria llover por la manana en Nueva Orleans.
La lluvia seria bien recibida, penso Christine. Durante tres semanas, la ciudad habia estado abrumada bajo el calor y la humedad, provocando tensiones en todas partes. Tambien habria un alivio en el hotel. Esta tarde el jefe de mecanicos habia vuelto a lamentarse: «Si no puedo apagar pronto parte del aire acondicionado, no me hago responsable de lo que pueda ocurrir en las instalaciones.»
Peter McDermott colgo el auricular, y ella le pregunto:
– ?Sabe usted el nombre de la persona que ocupa la habitacion donde se oyen los quejidos?
Nego con la cabeza y volvio a levantar el auricular. -Lo averiguare. Quiza sea alguien con pesadillas, pero sera mejor cerciorarse.
La muchacha se dejo caer en una silla tapizada de cuero, que estaba frente al gran escritorio de caoba, y al hacerlo se dio cuenta de cuan cansada estaba. Si hubiera sido un dia corriente, ya habria estado de regreso en su casa, en los Apartamentos Gentilly, desde horas antes. Pero hoy habia sido un dia excepcionalmente lleno de acontecimientos, con dos congresos en marcha y una intensa afluencia de otros huespedes, creando problemas, muchos de los cuales ya habian llegado a su escritorio.
– Muy bien. Gracias. -McDermott garabateo un nombre y colgo el receptor-. Albert Wells, de Montreal.
– Lo conozco -dijo Christine-. Un hombrecillo muy agradable que viene aqui todos los anos. Si quiere, averiguare que pasa.
Peter vacilo, observando la delicada y esbelta figura de Christine.
El telefono sono estridente, y el contesto. -Lo siento, senor -le informo el telefonista-, no podemos localizar a mister Ogilvie.
– No se preocupe. Envieme al jefe de los botones. -Aun cuando no pudiera despedir al principal detective del hotel, penso McDermott, le llamaria con mucha seriedad la atencion al dia siguiente. Mientras tanto, mandaria a alguien a ver que pasaba en el undecimo piso, y atenderia personalmente el problema del duque y la duquesa.
– Habla el jefe de los botones -dijo una voz en el telefono, y McDermott reconocio el tipico acento nasal de Herbie Chandler. Este, como Ogilvie, era otro de los veteranos del «St. Gregory», y tenia reputacion de estar envuelto en mas asuntos marginales que cualquier otro del personal.
McDermott le explico el problema y le pidio a Chandler que investigara la queja referente a la supuesta orgia. Como lo habia previsto, la protesta llego en seguida.