TRES
Estaba sentado en el banco, ante la desabrida fuente de cemento, y apretaba el panuelo humedecido, tibio ya, contra un enorme chichon sobre el ojo derecho. Habia perdido el sentido y le dolia la cabeza con tanta fuerza que temia haberse fracturado el craneo; le ardian las rodillas despellejadas y se le habia dormido el codo herido, que sin embargo daba senales de que se haria sentir en un futuro inmediato. A proposito, quien sabe si todo aquello era lo mejor que podia ocurrir. De esa manera, lo sucedido adquiria los rasgos bien definidos de la mas brutal realidad. No habia ningun Edificio, no habia ningun estratega ni un charco oscuro bajo la mesa, no habia ajedrez ni tampoco traicion, solamente un hombre vagando en la oscuridad que se habia quedado traspuesto, habia tropezado y habia caido al otro lado de la barrera de cemento para ir a parar a la estupida fuente, golpeandose con fuerza contra el fondo su cabeza de idiota y el resto del cuerpo.
Andrei entendia perfectamente que, en realidad, nada era tan sencillo, pero le resultaba agradable pensar que quiza fuera solo un delirio, que habia tropezado y se habia caido; en ese caso todo era divertido y al menos comodo.
«Que hago ahora — penso, con la cabeza llena de brumas —. He encontrado el Edificio, estuve dentro, lo vi todo con mis propios ojos… ?Y que mas? No me lleneis la cabeza, no lleneis esta cabeza mia tan grande con discursos vacios sobre rumores, mitos y toda esa propaganda. Eso, en primer lugar. No me lleneis la cabeza… Pero, perdon, creo que era yo el que le llenaba la cabeza a todos. Hay que poner en libertad a ese… como se llama… el de la flauta. Me gustaria saber si esa Ela suya tambien jugaba al ajedrez. Maldita sea, como me duele la cabeza…»
El panuelo estaba totalmente tibio. Andrei camino con dificultad hacia la fuente, se inclino sobre la barandilla y metio el panuelo bajo el chorro helado. Dentro del chichon alguien pugnaba con furia por salir fuera. Eso si es un mito. Y ademas, un espejismo… Exprimio el panuelo, volvio a apretarlo contra el sitio lastimado y miro al otro lado de la calle. El gordo seguia durmiendo.
«Maldita bola de sebo — penso Andrei con furia —. Esta en horario de servicio. ?Para que te he traido conmigo? ?Acaso te he traido aqui para que te pongas a roncar? Hubieran podido matarme cien veces… Claro, y este cerdo, despues de dormir a gusto, hubiera ido manana a la fiscalia y, como si nada, hubiera informado: el senor juez de instruccion entro anoche al Edificio Rojo y no volvio a salir.»
Durante unos momentos, Andrei acaricio en su mente la dulce idea de recoger un cubo de agua helada, acercarse al gordinflon y echarselo por el cuello del capote. Seguro que se despertaria. Asi se divertian los muchachos en las reuniones: si alguien se quedaba dormido, con el extremo de un cordon le ataban un zapato a salva sea la parte, y despues le ponian el zapato asqueroso en la cara. El durmiente se enfurecia, y lanzaba el zapato por el aire con todas sus fuerzas… Era muy comico.
Andrei volvio al banco y descubrio que tenia un vecino. Era un hombrecito pequeno y enjuto, vestido todo de negro, hasta su camisa era negra. Estaba alli sentado con las piernas cruzadas y un viejo sombrero hongo sobre las rodillas. Seguro que era el custodio de la sinagoga. Andrei se dejo caer a su lado con pesadez, palpandose con cuidado los bordes del chichon a traves de la tela.
— Pues, bien — dijo el hombre, con voz cascada —. ?Y que va a pasar?
— Nada especial — repuso Andrei —. Los pescaremos a todos. No voy a dejar eso asi.
— ?Y despues?
— No se — dijo Andrei, tras pensarlo —. Quiza aparezca otra porqueria. El Experimento es el Experimento. Y va para largo.
— Es eterno — apunto el anciano —. Segun cualquier religion, es eterno. — La religion no tiene nada que ver con esto — objeto Andrei.
— ?Cree eso incluso ahora? — se asombro el anciano.
— Por supuesto. Siempre lo he creido.
— Esta bien, dejemoslo. El Experimento es el Experimento, aqui muchos se consuelan con eso. Casi todos. A proposito, ninguna religion ha previsto nada semejante. Pero hablo de otra cosa. ?Para que nos han dejado, incluso aqui, el libre albedrio? Se podria pensar que en el reino del mal absoluto, en el reino que tiene escrito a la entrada: «Dejad toda esperanza».
— Tiene usted una idea extrana sobre esto — dijo Andrei, impaciente, sin dejarle terminar —. No estamos en el reino del mal absoluto. Mas bien se trata de un caos al que debemos poner orden. ?Y como podremos ponerle orden si carecemos del libre albedrio?
— Una idea interesante — pronuncio el anciano, pensativo —. No se me habia ocurrido. Entonces, ?supone usted que nos han dado otra oportunidad? Algo asi como el batallon de castigo, lavar con sangre nuestros pecados en la primera linea del eterno combate entre el bien y el mal…
— ?Y a que viene aqui el mal? — dijo Andrei, cada vez mas irritado —. El mal es algo que se subordina a un objetivo determinado…
— ?Usted es un maniqueo! — le interrumpio el anciano.
— ?Soy un joven comunista! — objeto Andrei, mas irritado aun, con una fe y una conviccion inusitadas —. El mal es siempre un fenomeno de clase. No existe el mal en general. Aqui todo se enreda porque estamos en el Experimento. Nos han entregado el caos. Y entonces, o bien no podemos con la mision y volvemos a lo que teniamos alli, la division en clases y toda aquella basura, o controlamos el caos y lo transformamos en nuevas formas de relacion humana, que en conjunto se denominan comunismo…
El anciano, aturdido, se mantuvo callado cierto tiempo.
— No me diga — pronuncio finalmente, con enorme sorpresa —. Quien lo hubiera pensado, quien lo hubiera supuesto. ?Propaganda comunista, aqui! Eso es mas que un cisma, es… — callo —. A proposito, la idea del comunismo esta emparentada con las ideas del cristianismo primitivo.
— ?Eso es mentira! — exclamo Andrei, airado —. Son inventos de los curas. El cristianismo primitivo era la ideologia de la sumision, la ideologia de los esclavos. ?Y nosotros somos rebeldes! ?No dejaremos aqui piedra sobre piedra, y despues retornaremos alli, a nuestra epoca, y lo reconstruiremos todo de la misma manera!
— Usted es Lucifer — balbuceo el anciano con terror devoto —. ?Un espiritu orgulloso! ?Acaso no se ha resignado?
— ?Lucifer? Muy bien. ?Y usted quien es?
— Yo no soy nadie — preciso el anciano —. Alla no era nadie, y aqui tampoco soy nadie. — Guardo silencio —. Me ha llenado de esperanza — exclamo, de repente —. ?Si, si, si! No se imagina que extrano, que extrano… ?que alegria ha sido oirlo! En verdad, si conservamos el libre albedrio, ?por que eso tiene que significar obligatoriamente la sumision, el sufrimiento paciente? Considero este encuentro el episodio mas significativo de toda mi estancia aqui…
Andrei lo examino atentamente, con desagrado. «El punetero anciano se esta burlando… No, no parece… ?Sera el custodio de la sinagoga? ?La sinagoga!»
— Le pido mil perdones — pregunto, sigiloso —. ?Lleva tiempo aqui sentado? Quiero decir, en este banco.
— No, no mucho. Al principio, estaba sentado en un taburete, en aquella entrada, ?la ve? ahi hay un taburete… Y cuando el edificio se marcho, vine para el banco.
— Aja — dijo Andrei —. Eso quiere decir que usted vio el edificio.
— ?Por supuesto! — respondio el anciano con dignidad —. Seria dificil no verlo. Yo estaba sentado aqui, oia la musica y lloraba.
— Lloraba… — repitio Andrei, intentando a duras penas entender de que hablaba —. Digame, ?es usted judio?
— ?Claro que no! — El anciano se estremecio —. ?Que pregunta es esa? Soy catolico, un hijo fiel y por desgracia indigno de la Iglesia catolica romana. Por supuesto, no tengo nada en contra del judaismo, pero… ?Y por que me hace esa pregunta?
— Pues… — Andrei eludio responder —. Eso significa que no tiene nada que ver con la sinagoga, ?verdad?
— Nada — dijo el anciano —. A no ser por el hecho de que me siento con frecuencia en esta plaza, y a