una taza delante de Van y le acerco el plato con los bocadillos. Van dio las gracias, sorbio un poco de te y cogio el bocadillo mas pequeno.

— Simplemente, tienes miedo de la responsabilidad — dijo Andrei con tristeza —. Perdoname, pero eso no es del todo honesto con respecto a los demas.

— Siempre trato de hacer el bien para las demas personas — objeto Van, sin alterarse —. Y si hablamos de responsabilidad, ya tengo una grandisima: mi esposa y mi nino.

— Eso es verdad — contesto Andrei, de nuevo algo confuso —. No lo pongo en duda. Pero debes coincidir conmigo en que el Experimento exige de cada uno de nosotros…

Van lo escuchaba atentamente y asentia.

— Te entiendo — dijo, cuando Andrei concluyo —. Desde tu punto de vista, tienes razon. Pero tu viniste aqui a construir, y yo vine huyendo. Tu buscas el combate y la victoria, y yo busco la tranquilidad. Somos muy diferentes, Andrei.

— ?Que significa la tranquilidad? ?Te estas calumniando a ti mismo! Si hubieras buscado la tranquilidad, habrias encontrado un rinconcito caliente y vivirias sin muchos problemas. Aqui hay muchisimos rincones calentitos. Pero elegiste el trabajo mas sucio, mas impopular, y trabajas honestamente, sin escatimar tiempo ni esfuerzos. ?Que tranquilidad es esa!

— ?La espiritual, Andrei, la espiritual! — dijo Van —. En paz conmigo mismo y con el universo.

— ?Y entonces tienes la intencion de ser conserje toda la vida? — Los dedos de Andrei tamborileaban sobre la mesa.

— No necesariamente conserje — dijo Van —. Cuando vine aqui, primero fui estibador en un almacen. Despues, la maquina me designo secretario del alcalde, me negue y me enviaron a las cienagas. Trabaje seis meses, regrese, y de acuerdo a la ley, por haber sido sancionado, me dieron el puesto laboral mas bajo de todos. Pero despues, la maquina comenzo a empujarme nuevamente hacia arriba. Fui a ver al director de la bolsa y se lo explique todo, como a ti ahora. El director era un judio, habia venido aqui desde un campo de exterminio, y me entendio perfectamente. Mientras fue director, no me volvieron a molestar. — Van callo un momento —. Hace un par de meses desaparecio. Dicen que lo hallaron muerto, seguramente conoces el caso. Y todo comenzo de nuevo… No importa, cumplire mi condena en las cienagas y volvere a ser conserje. Ahora todo eso me resulta mas facil, mi hijo ya es grande y el tio Yura me ayudara en las cienagas.

En ese momento, Andrei descubrio que miraba fijamente a Van de una forma totalmente descortes, como si no fuera el quien estuviera sentado frente a el, sino una criatura extrana. Ciertamente, era un poco extrano.

«Dios mio — penso Andrei —, que vida habra tenido para adoptar semejante filosofia. Tengo que ayudarlo. Estoy obligado a hacerlo. ?Como?»

— Esta bien — dijo finalmente —. Como quieras. Pero no tienes por que ir a las cienagas. ?No sabras por casualidad quien es ahora el director de la bolsa?

— Otto Frijat — respondio Van.

— ?Quien? ?Otto? ?Y cual es el problema?

— Pues… yo iria a verlo, claro, pero es todavia pequeno, no entiende nada y le tiene miedo a todo.

Andrei agarro la guia de telefonos, encontro el numero y levanto el auricular. Tuvo que esperar largo rato: al parecer. Otto dormia como un liron. Finalmente, respondio.

— Aqui el director Otto Frijat — dijo, con voz entrecortada, en un tono mezcla de miedo e irritacion.

— Hola, Otto — dijo Andrei —. Te habla Voronin, de la fiscalia.

Se hizo el silencio. Se oyo toser a Otto varias veces.

— ?De la fiscalia? — pronuncio despues, precavido —. Digame.

— ?Que te pasa, aun no te has despertado? — gruno Andrei, irritado —. ?Fue Elsa la que te dejo asi? ?Soy Andrei! ?Voronin!

— ?Ah, Andrei! — la voz de Otto cambio radicalmente —. Estas loco, mira que llamar a esta hora. Dios mio, mira como me late el corazon… ?Que quieres?

Andrei le explico la situacion. Como esperaba, todo se arreglo sin el menor problema, sin la menor traba. Otto estuvo totalmente de acuerdo con todo. Si, siempre habia considerado que Van estaba en su sitio. Claro, coincidia en que Van no lograria ser un buen director de fabrica. Le causaba una admiracion obvia y sincera el hecho de que Van quisiera permanecer en un puesto tan poco envidiable («Nos haria falta mas gente como el, pues todos aspiran a subir, a llegar bien arriba…»), rechazaba indignado la idea de enviar a Van a las cienagas, y en lo relativo a la ley, lo embargaba una santa indignacion contra los burocratas cretinos que pretendian sustituir el sano espiritu de la ley por su letra muerta. A fin de cuentas, la ley existe para impedir los viles intentos de diversos arribistas de subir, pero no tiene que ver con las personas que desean permanecer abajo. El director de la bolsa de trabajo entendia perfectamente todo aquello.

— ?Si! — repetia —. ?Claro que si, por supuesto!

En realidad, Andrei se quedo con la impresion nebulosa, ridicula y lamentable, de que Otto hubiera aceptado cualquier propuesta que el, Andrei Voronin, le hubiera hecho: nombrar alcalde a Van, por ejemplo, o meterlo en el calabozo. Otto siempre se habia sentido dolorosamente agradecido hacia Andrei, seguramente por el hecho de que era la unica persona de su grupo (y quiza de toda la ciudad) que lo trataba de forma humana. Pero, a fin de cuentas, lo mas importante era dejarlo todo bien atado.

— Dare la orden pertinente — repetia Otto por decima vez —. Puedes estar tranquilo, Andrei. Dare la orden y nunca mas volveran a molestar a Van.

Ahi decidieron terminar la conversacion. Andrei colgo y se dedico a escribir un pase para que Van pudiera abandonar el edificio.

— ?Te vas ahora mismo? — pregunto, sin dejar de escribir —. ?O esperaras a que salga el sol? Ten cuidado, a esta hora las calles son peligrosas.

— Le estoy muy agradecido — balbuceaba Van —. Le estoy muy agradecido…

Andrei, sorprendido, levanto la cabeza. Van estaba de pie frente a el, haciendo profundas reverencias con las manos unidas en el pecho.

— Dejate de ceremoniales chinos — gruno Andrei avergonzado, sintiendose violento —. ?Que he hecho por ti, un milagro o que? — Le tendio el pase a Van —. Te pregunto si piensas irte ahora mismo.

— Creo — dijo Van, cogiendo el pase con una nueva reverencia — que lo mejor es que me vaya ahora mismo. Ahora mismo — insistio, como excusandose —. Seguro que los basureros ya han llegado…

— Los basureros — repitio Andrei. Miro el plato con los bocadillos, que eran grandes, estaban recien hechos, con deliciosas lonchas de jamon —. Aguarda — dijo, saco del cajon un periodico viejo y se puso a envolver los bocadillos —. Llevatelos a casa, para Maylin…

Van se resistio debilmente, musito algo sobre la excesiva preocupacion del senor juez, pero Andrei le puso el paquete en las manos, le paso el brazo por encima de los hombros y lo condujo hasta la puerta. Se sentia terriblemente incomodo. Todo habia estado mal. Tanto Otto como Van habian reaccionado de manera extrana. Solo habia querido actuar correctamente, que todo fuera razonable, justo, y quien sabe como habia salido aquello: caridad, nepotismo, enchufe, trafico de influencias… Buscaba, desesperado, alguna palabra parca y ejecutiva, que subrayara el caracter oficial y la legalidad de la situacion… Y, de repente, le parecio que la habia encontrado. Se detuvo y levanto la barbilla.

— Senor Van — dijo con frialdad mirandolo de arriba abajo —, en nombre de la fiscalia quiero darle nuestras mas profundas excusas por haberlo hecho comparecer aqui de manera ilegal. Le aseguro que semejante cosa no volvera a repetirse.

Y en ese momento se sintio absolutamente incomodo. Que idiotez. En primer lugar, no habia nada ilegal en la comparecencia. Sin lugar a dudas, era del todo legal. Y, en segundo lugar, el juez de instruccion Voronin no podia asegurarle nada, no tenia esas atribuciones. Y en ese momento vio los ojos de Van, una mirada extrana, pero por eso mismo muy conocida, y de repente lo recordo todo y la cara le ardio de verguenza.

— Van — mascullo, repentinamente ronco —. Quiero preguntarte una cosa. Van. — Callo. Era una tonteria preguntar, no tenia sentido. Pero ya le resultaba imposible volverse atras. Van, expectante, lo miraba desde su escasa estatura —. Van — dijo, tosiendo un par de veces —. ?Donde estabas hoy a las dos de la madrugada?

— Vinieron a buscarme exactamente a las dos — respondio Van sin manifestar asombro —. Yo lavaba las escaleras.

— ?Y hasta ese momento?

— Hasta esa hora estuve recogiendo la basura. Maylin me ayudaba, despues se fue a dormir y yo me fui a

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