por delante una labor titanica.

— ?A que te dedicas en horas de trabajo, cerdo? — pregunto Andrei, en tono de reproche.

Rumer salto en el asiento y alzo la mirada.

— Ah, eres tu — dijo, con visible alivio —. ?Que quieres?

— ?Asi es como trabajas? — dijo Andrei, con amargura —. Hay gente esperando fuera, y tu…

— ?Quien esta esperando? — se inquieto Rumer —. ?Donde?

— ?Tus imputados te esperan!

— Aah… ?Y que?

— Pues nada — dijo Andrei, con rabia.

Seguramente habria que avergonzar a aquel individuo, recordarle a esa bestia que Fritz lo habia recomendado, que habia comprometido su nombre y su honor por aquel cretino, aquel guarro; pero Andrei se dio cuenta de que, en ese momento, aquello estaba por encima de sus fuerzas.

— ?Quien te dejo ese adorno en la frente? — pregunto Rumer con interes profesional, examinando el chichon de Andrei —. En buen lugar… — No tiene importancia — replico Andrei con impaciencia —. Se trata de lo siguiente: ?tu llevas el caso de Van Li-jun?

— ?Van Li-jun? — Rumer dejo de contemplar el chichon y, pensativo, se introdujo un dedo en la nariz —. ?Y que hay con eso? — pregunto, precavido.

— ?El caso es tuyo o no?

— ?Y por que me lo preguntas?

— ?Porque esta sentado delante de tu despacho, esperandote, mientras tu te dedicas aqui a guarradas!

— ?Por que a guarradas? — Rumer se ofendio —. Mira que tetitas. ?Y el vello! ?Eh?

— Dame el caso — exigio Andrei, asqueado, apartando a un lado la foto.

— ?Que caso?

— El de Van Li-jun, ?damelo!

— ?No llevo ese caso! — dijo Rumer con enojo.

Abrio el cajon central de su mesa y echo un vistazo. Andrei lo imito. El cajon estaba vacio.

— ?Donde tienes los expedientes de tus casos? — pregunto Andrei, conteniendose a duras penas.

— Y a ti. ?que te importa eso? — replico Rumer, agresivo —. Tu no eres mi jefe.

Andrei, decidido, levanto el auricular del telefono. En los ojos porcinos de Rumer aparecio una expresion de alarma.

— Espera un momento — dijo, cubriendo presuroso el telefono con su manaza —. ?Adonde llamas? ?Para que?

— Voy a llamar a Geiger — dijo Andrei, rabioso —. Te sacudira los sesos, idiota…

— Aguarda — mascullo Rumer, mientras trataba de quitarle el auricular de las manos —. ?Que te pasa, hombre? ?Que necesidad hay de llamar a Geiger? ?Acaso tu y yo no podemos arreglar todo este asunto? Explicame, por favor, cual es el problema.

— Quiero ocuparme del caso de Van Li-jun.

— ?Se trata del chino? ?Del conserje? Vaya, me lo hubieras podido decir desde el principio. No se ha abierto ningun caso. Acaban de traerlo. Quiero hacerle el interrogatorio preliminar.

— ?Por que lo han detenido?

— No quiere cambiar de profesion — dijo Rumer, llevando hacia si con delicadeza el telefono, cuyo auricular estaba aun en manos de Andrei —. Sabotaje. Lleva tres periodos como conserje. ?Conoces el articulo ciento doce?

— Lo conozco. Pero se trata de un caso especial — explico Andrei —. Siempre andan enredando las cosas. ?Donde esta la denuncia?

Sorbiendose la nariz ruidosamente, Rumer logro quitarle por fin el auricular, lo coloco en su lugar, abrio el cajon derecho de la mesa, busco algo alli, tapando la vista con sus hombros enormes, saco un papel y, sudando copiosamente, se lo tendio a Andrei, que lo leyo en un pispas.

— Aqui no dice que tu seas el encargado del caso — explico.

— ?Y que?

— Que yo voy a ocuparme de eso — dijo Andrei, y se metio el papel en el bolsillo.

— ?Me lo han asignado a mi! — Rumer se inquieto —. Esta en el registro del agente de guardia.

— Entonces, llamalo y dile que Voronin se ocupa ahora del caso de Van Li-jun. Que lo cambie en el registro.

— Mejor llama tu — dijo Rumer, dandose importancia —. ?Para que tendria yo que llamarlo? Tu te lo llevas, llamalo tu. Y dame una nota, diciendo que te llevas el caso.

Cinco minutos despues habian terminado con todas las formalidades. Rumer escondio la nota en el cajon, miro a Andrei y despues clavo los ojos en la foto.

— ?Que tetas! — exclamo —. ?Parecen ubres! — Vas a terminar mal. Rumer — le prometio Andrei mientras salia.

En el pasillo, tomo a Van del brazo sin decir palabra y lo arrastro consigo. Van lo seguia con sumision, sin preguntarle nada, y Andrei penso que hubiera ido asi mismo, sin quejarse, sin decir nada, al paredon de fusilamiento, a la tortura, a cualquier humillacion… Andrei no lo entendia. En aquella resignacion habia algo animal, algo no humano, pero a la vez algo elevado que generaba un respeto inexplicable, porque bajo aquella resignacion se adivinaba la comprension sobrenatural de la esencia profunda y misteriosa de todo lo que sucedia, la comprension de la eterna inutilidad y, por consiguiente, de lo indigno de resistirse. Occidente es Occidente, Oriente es Oriente. Que palabras mas falsas, injustas, humillantes, pero en este caso parecian adecuadas quien sabe por que razon.

En su despacho, Andrei le indico un asiento a Van, pero no se trataba del rigido taburete para los imputados, sino de la silla del secretario, a un lado de la mesa. El tambien se sento.

— ?Que lio has tenido con ellos? Cuentamelo.

— Hace una semana — comenzo a contar Van con el tono medido de quien narra una historia —, el encargado regional de empleo vino a verme a mi despacho y me recordo que estaba infringiendo flagrantemente la ley sobre el derecho al trabajo variado. Tenia razon y es verdad que yo la infringia de la manera mas descarada. La bolsa de trabajo me envio tres citaciones, y las tire todas al cesto. El encargado me dijo que cualquier falta ulterior me traeria problemas. Entonces pense que habia casos en los que la maquina dejaba a la gente en su trabajo anterior. Ese mismo dia fui a la bolsa y meti mi cartilla laboral en la maquina de distribucion. No tuve suerte. Fui designado director de una gran fabrica de calzado. Pero ya habia decidido de antemano que no cambiaria de puesto laboral, que seguiria siendo conserje. Hoy por la noche fueron dos policias a buscarme y me trajeron aqui. Eso es todo.

— Esta claro — dijo Andrei, que no habia entendido nada —. Oye, ?quieres una taza de te? Aqui podemos pedir te y bocadillos. Gratis.

— Eso seria mucha molestia — se nego Van —. No vale la pena.

— No es ninguna molestia — dijo Andrei, molesto, y llamo por telefono para pedir dos tazas de te y bocadillos. Despues de colgar, miro a Van y comenzo a indagar, con delicadeza —: De todos modos. Van, no logro entender con claridad por que no has querido ser director de esa fabrica. Es un cargo muy respetable, conocerias una profesion nueva, serias de gran utilidad, tu eres una persona muy trabajadora, muy cumplidora… Yo conozco esa fabrica, alli siempre hay robos, con frecuencia se llevan cajas enteras de zapatos. Si tu fueras el director, eso no ocurriria. Ademas, alli el salario es mucho mas alto, y tu tienes esposa e hijo. ?Cual es el problema?

— Creo que te seria dificil entenderlo — dijo Van, meditabundo.

— ?Y que hay que entender? — repuso Andrei con impaciencia —. Esta claro que es mejor ser director de una fabrica que palear basura toda la vida. O que trabajar seis meses en las cienagas.

— No — repuso Van con un gesto de negacion —, no es mejor. Lo mejor es estar donde no puedas caer mas bajo. No lo comprenderias, Andrei.

— ?Y por que hay que caer sin remedio? — pregunto Andrei, confuso.

— No se por que. Pero eso es seguro. O para sostenerse ahi hay que hacer tales esfuerzos que lo mejor es caer enseguida. Lo se, ya he pasado por todo eso.

Un policia con cara de sueno trajo el te, saludo con un balanceo y salio al pasillo de costado. Andrei coloco

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