subterraneas. Es verdad que una de ellas estaba seca y en otra el agua estaba podrida, pero en dos ocasiones la expedicion consiguio la tan codiciada agua, gracias a Izya y solamente a Izya.

En segundo lugar, encontro un almacen de combustible diesel, y despues de eso el antisemitismo de Ellizauer quedo convertido basicamente en una abstraccion.

— Odio a los judios — le explicaba a su mecanico principal —. No hay nada en el mundo peor que un judio. ?Pero no tengo nada en contra de los hebreos! Tomemos, por ejemplo, a Katzman…

Y, ademas, Izya suministraba papel a todos. Las reservas de papel se agotaron tras el primer estallido de afecciones gastrointestinales, y por ello la popularidad de Izya (el unico poseedor y cuidador de tesoros de papel en una region donde no era posible encontrar ya no una hoja, sino ni una brizna de hierba), alcanzo la cota suprema posible. No transcurrieron ni dos semanas cuando Andrei descubrio, con algo de celos, que a Izya lo querian todos. Hasta los soldados, lo que era totalmente increible. Durante las paradas se agolpaban en torno a el y, con la boca abierta, escuchaban con atencion todos sus relatos. Por iniciativa propia y sin la menor queja, cargaban de un lado a otro sus cajas metalicas llenas de documentos. Se le quejaban, se mostraban caprichosos delante de el como escolares ante el maestro preferido. Odiaban a Fogel, temian al coronel, se peleaban con los cientificos, pero con Izya se reian. No de el, sino con el.

— Sabe, Katzman — dijo en una ocasion el coronel —, nunca entendi para que servian los comisarios en un ejercito. Nunca tuve comisarios, pero a usted lo llevaria conmigo.

Izya termino de revisar un paquete de papeles y saco otro de dentro de su chaqueta.

— ?Algo interesante? — pregunto Andrei, y no por una legitima curiosidad, sino porque sintio deseos de expresar el carino que sintio de repente hacia aquel hombre desgarbado, absurdo, de aspecto desagradable incluso.

Izya no tuvo tiempo de responder, solo comenzo a negar con la cabeza cuando la puerta se abrio y el coronel Saint James entro en la habitacion.

— Con su permiso, consejero — pronuncio.

— Por favor, coronel — dijo Andrei, poniendose de pie —. Buenas noches.

Izya se levanto y empujo el butacon hacia el coronel.

— Gracias por su gentileza, comisario — dijo el coronel y se sento lentamente, en dos movimientos.

Su aspecto era el de siempre: elegante, fresco, con olor a colonia y a buen tabaco de pipa. En los ultimos tiempos, sus mejillas colgaban un poco y los ojos estaban muy hundidos. Y ya no caminaba sin apoyo, llevaba un largo baston negro, en el que se apoyaba perceptiblemente cuando se hacia necesario permanecer de pie.

— Esa infame pelea bajo su ventana… — dijo el coronel —. Quiero ofrecerle mis mas sentidas excusas, consejero, en nombre de mis soldados.

— Esperemos que sea la ultima — dijo Andrei, sombrio —. No tengo la intencion de permitir ni una mas.

— Los soldados siempre se pelean — apunto, como de pasada, el coronel, asintiendo distraido —. En el ejercito britanico es algo que se promueve. El espiritu combativo, la agresividad saludable, etcetera… Pero, por supuesto, usted tiene razon. En estas dificiles condiciones de marcha eso es insoportable. — Se reclino en el butacon, saco la pipa y comenzo a llenarla de tabaco —. ?Pero no se ve ningun adversario potencial, consejero! — anadio con humor —. Honestamente, veo grandes complicaciones debido a eso, tanto para mi pobre Estado Mayor general como para los senores politicos.

— ?Por el contrario! — exclamo Izya —. ?Ahora comenzaran los dias mas calientes para todos nosotros! Como no existe un adversario real, habra que inventarlo. Y, como muestra la experiencia universal, el adversario mas terrible es el que inventamos. Les aseguro que sera un monstruo increiblemente horrible. Tendremos que duplicar el ejercito.

— ?De veras? — dijo el coronel, en el mismo tono humoristico de antes —. Por cierto, ?quien va a inventarlo? ?No sera usted, estimado comisario?

— ?Usted! — dijo Izya, con solemnidad —. En primera instancia, usted. — Comenzo a doblar los dedos —. Primero, tendra que crear el departamento de propaganda politica adjunto al Estado Mayor general…

Llamaron a la puerta, y antes de que Andrei pudiera contestar. Quejada y Ellizauer entraron. Quejada tenia un aspecto lugubre y Ellizauer sonreia, con los ojos apuntando al techo.

— Sientense, senores, por favor — los saludo Andrei con frialdad. Golpeo la mesa con los nudillos y se dirigio a Izya —. Katzman, comenzamos.

Izya, que habia sido interrumpido en el medio de una frase, se volvio hacia Andrei con expresion dispuesta y paso una mano por encima del respaldo del butacon. El coronel se irguio de nuevo y cruzo las manos sobre el mango del baston. — Tiene usted la palabra, Quejada — dijo Andrei.

El jefe del departamento cientifico se sento directamente frente a el, con las piernas, gruesas como las de un levantador de pesas, muy separadas para no sudar. Ellizauer, como siempre, se acomodo detras de el, muy encorvado para no sobresalir en exceso.

— Geologicamente, no hay nada nuevo — dijo, en tono lugubre —. Lo mismo que antes, arcilla y arena. No hay la menor senal de agua. Las tuberias locales estan secas desde hace mucho tiempo. Quiza se marcharon de aqui por esa razon, no lo se… Los datos relativos al sol, al viento… — Saco una hoja de papel del bolsillo delantero y se la tiro a Andrei —. En lo que a mi respecta, es todo por ahora.

Aquel «por ahora» disgusto muchisimo a Andrei, pero se limito a asentir y a continuacion miro a Ellizauer.

— ?Transporte?

Ellizauer se enderezo y comenzo a informar por encima de la cabeza de Quejada.

— Hoy hemos avanzado treinta y ocho kilometros. El motor del tractor numero dos debe pasar una reparacion capital. Lo lamento mucho, senor consejero, pero no hay mas remedio.

— Aja — dijo Andrei —. ?Que significa eso de «reparacion capital»?

— Dos o tres dias — dijo Ellizauer —. Hay que cambiar una parte de las piezas, y hay que ajustar las otras. Quiza se trate de cuatro dias. O cinco.

— O diez — dijo Andrei —. Deme el informe.

— O diez — acepto Ellizauer, sin borrar del rostro aquella sonrisa indefinida.

Sin levantarse, tendio el papel con el informe por encima del hombro de Quejada.

— ?Esta bromeando? — pronuncio Andrei, intentando mantener la calma.

— ?Por que, senor consejero? — se asusto Ellizauer, o hizo como si se asustara.

— ?Tres dias o diez dias, senor especialista?

— Lo lamento mucho, senor consejero… — balbuceo Ellizauer —. No me atrevo a precisar… No estamos en un taller, y ademas. Permiak esta enfermo. Tiene una erupcion y padece vomitos. Es mi mecanico principal, senor consejero.

— ?Y usted? — dijo Andrei.

— Hare todo lo posible… Pero es muy diferente en nuestras condiciones, quiero decir, en campana…

Estuvo un rato mas balbuceando algo sobre los mecanicos, la grua que no habian querido traer a pesar de que el lo habia advertido, sobre el taladro que no tenian y que era imposible que tuvieran, otra vez sobre el mecanico y algo mas sobre pistones y bujias… Cada vez hablaba mas y mas quedo, mas enredado, hasta que callo del todo. Durante todo ese tiempo. Andrei lo estuvo mirando fijamente a los ojos, y quedaba totalmente claro que aquel oportunista larguirucho y cobardon estaba diciendo mentiras y sabia que todos se habian dado cuenta de ello, pero intentaba escabullirse y no se le ocurria como, aunque de todos modos tenia la firme intencion de mantener su mentira hasta el victorioso final.

Despues, Andrei bajo la vista y la clavo en el informe, en los renglones mal trazados con letra enorme, pero sin ver ni entender nada de lo alli escrito.

«Se han conjurado, canallas — penso con desesperacion —. Estos tambien se han conjurado. ?Que hago ahora con ellos? Que lastima, no tengo la pistola. Pegarle un tiro a Ellizauer o asustarlo hasta que se cague… No. Quejada. Ese es el jefe de todos ellos. Quiere hacerme responsable de todo… Quiere cargar sobre mis hombros esta mision asquerosa, que ya apesta… Bastardo, cerdo hinchado…» Tenia deseos de gritar, de dar punetazos sobre la mesa.

El silencio se hacia insoportable. De repente, Izya se movio incomodo en su silla.

— ?Que esta ocurriendo? — balbuceo —. A fin de cuentas, no tenemos por que apresuramos. Haremos una parada. Podria haber archivos en los edificios. Es verdad que no hay agua, pero podemos enviar un grupo por

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