delante… — Tonterias — lo interrumpio Quejada con brusquedad —. Senores, basta de habladurias. Pongamos los puntos sobre las ies. La expedicion ha fracasado. No hemos encontrado agua. Ni petroleo. Y con la exploracion geologica organizada de esta manera, seria imposible encontrar nada. Corremos como si estuvieramos locos, hemos extenuado a la gente, el transporte esta hecho jirones. No hay ninguna disciplina en el destacamento, alimentamos a prostitutas, arrastramos a gente que difunde rumores… Hemos perdido la perspectiva hace muchisimo tiempo, a nadie le importa nada. La gente no quiere seguir adelante, no ven que sentido tiene seguir, y no tenemos nada que decirle. Los datos cosmograficos no sirven para nada: nos preparamos para un frio polar y nos hemos metido en un desierto calcinante. El personal de la expedicion ha sido mal seleccionado, al tuntun. Los servicios medicos son pesimos. Como resultado, cosechamos lo que hemos sembrado: la caida de la moral, la perdida de la disciplina, constantes insubordinaciones y un motin, si no hoy, manana. Es todo.

Quejada callo, saco la cigarrera y encendio un pitillo.

— ?Y que propone usted, senor Quejada? — mascullo Andrei, conteniendo la voz.

La odiosa cara de Quejada con sus poblados mostachos flotaba delante de sus ojos, envuelta en una telarana indefinida. Sintio un deseo feroz de pegarle un punetazo. O de golpearlo con la lampara. Por los bigotes…

— En mi opinion, da lo mismo — pronuncio Quejada, despectivo —. Hay que volver por donde hemos venido. De inmediato. Mientras aun estamos sanos y salvos.

«Tranquilidad — se repetia Andrei —. Ahora solo vale la tranquilidad. Mientras menos palabras, mejor. No discutir, por nada del mundo. Oir con calma y callar. ?Ay, que ganas tengo de pegarle!»

— En realidad — comenzo a decir Ellizauer —, ?hasta cuando podemos seguir avanzando? Mi gente me pregunta: ?que ocurre, senor ingeniero? Acordamos avanzar hasta que el sol se pusiera mas alla del horizonte. Pero, por el contrario, el sol sube. Despues acordamos que hasta que no llegara al cenit. Y entonces no sube, sino salta, arriba y abajo.

«No discutir en absoluto — se repetia Andrei para sus adentros —. Que digan lo que quieran. Sera, incluso, interesante oir que inventan. El coronel no me traicionara. El ejercito lo decide todo. ?El ejercito! ?Seran ellos, canallas, los que han convencido a Fogel?»

— Y usted, ?que les dice? — le pregunto Izya a Ellizauer —. ?Usted?

— Yo, ?que?

— Ellos le preguntan, eso esta claro… ?Y que les responde usted?

— Es extrano… — comenzo a decir Ellizauer, encogiendose de hombros y moviendo sus cejas ralas —. ?Que puedo responderles? Eso quisiera saber, que debo responderles. ?Como puedo saberlo?

— ?Quiere decir que no les responde nada?

— ?Y que puedo responderles? ??Que?! Digo, que respondan los jefes…

— ?Vaya respuesta! — replico Izya, abriendo mucho los ojos —. Con semejantes respuestas se le baja la moral a un ejercito entero, ni que decir de unos pobres choferes… Senores, yo regresaria con gusto ahora mismo, pero la fiera del jefe no me deja… Ustedes, ?al menos entienden con que objetivo avanzamos? ?Son voluntarios, nadie los obligo!

— Escuche, Katzman… — Quejada intento interrumpirlo —. ?Vamos a hablar de los problemas!

Izya ni se molesto en mirarlo.

— ?Sabia que seria dificil, Ellizauer? Lo sabia. ?Sabia que no ibamos a comprar caramelos? Lo sabia. ?Sabia que la Ciudad necesita esta expedicion? Lo sabia, usted es una persona preparada, un ingeniero… ?Conocia la orden de seguir adelante mientras hubiera combustible y agua? ?La conocia perfectamente, Ellizauer! — ?Pero yo no tengo nada que objetar! — dijo Ellizauer presuroso, algo asustado ahora —. Solamente les estoy explicando que mis aclaraciones… o sea, que no tengo nada claro lo que debo responderles, porque a mi me preguntan constantemente…

— ?Deje de irse por la tangente, Ellizauer! — dijo Izya, con decision —. Todo esta absolutamente claro: tienen miedo de seguir adelante, sabotean moralmente la expedicion, han conseguido asustar a sus subordinados, y ahora vienen aqui a quejarse… Y, por cierto, ustedes ni siquiera tienen que caminar, todo el tiempo viajan en algun transporte.

«Asi, Izya, asi, amigo — penso Andrei, enternecido —. ?Destroza a esa carrona, destrozala! Ya debe de haberse cagado, ahora pedira permiso para ir al retrete…»

— Y, en general, no entiendo las razones de este panico — siguio diciendo Izya, de modo terminante —. ?La geologia no reafirma sus hipotesis? Pues a la mierda con la geologia, nos las arreglaremos sin ella. Y tambien sin la cosmografia. ?Acaso no entienden que nuestra tarea principal es la exploracion, la recopilacion de informacion? Yo declaro que la expedicion, al dia de hoy, ha hecho un gran trabajo, y aun puede hacer mucho mas. ?Que se ha roto un tractor? Nada terrible. Que lo arreglen, en dos dias o en diez, no se, dejemos aqui a los mas extenuados, a los enfermos, y sigamos adelante, poco a poco, en el segundo tractor. Si encontramos agua, nos detenemos y esperamos a los retrasados. Todo es muy sencillo, no hay nada de particular…

— Si, por supuesto, todo es muy sencillo, Katzman — dijo Quejada, bilioso —. ?Y no quema un disparo por la espalda? ?O en la frente? Esta demasiado inmerso en sus archivos, no percibe lo que ocurre en torno suyo… Los soldados no seguiran adelante. Eso lo se, los he oido ponerse de acuerdo.

De repente, Ellizauer se puso de pie detras de el, y mascullando unas excusas incomprensibles, se agarro el vientre y salio corriendo de la habitacion.

«Rata — penso Andrei con maligna alegria —. Cobarde canalla. Cagon.»

— De mis geologos, solo puedo confiar en una persona — prosiguio Quejada, haciendo como si no se diera cuenta —. No es posible confiar en los soldados ni en ninguno de los choferes. Por supuesto, ustedes pueden fusilar a uno o dos para dar una leccion, quiza eso ayude. No lo se. Lo dudo. Y no estoy seguro de que tengan el derecho moral para actuar de esa manera. No quieren seguir porque se sienten enganados. Porque no han sacado nada en claro de esa expedicion y ahora ya han perdido las esperanzas de recibir algo. Esa maravillosa leyenda, que con tanta imaginacion ha inventado el senor Katzman, la leyenda del Palacio de Cristal, ha perdido su efecto. Las que predominan son otras leyendas, sepalo usted, Katzman.

— ?Que diablos dice? — salto Izya, tartamudeando de indignacion —. ?No he inventado nada!

— Esta bien, ahora eso no tiene la menor importancia. — Quejada se desentendio de el con un gesto que parecia hasta bondadoso —. Ahora ya queda claro que no habra ningun palacio, asi que no hay nada de que hablar… Ustedes saben muy bien, senores, que las tres cuartas partes de esos voluntarios vinieron a esta expedicion en busca de botin y solo por el botin. ?Que han conseguido en lugar de ese botin? Diarrea con sangre y una subnormal piojosa para divertirse por las noches. Pero el problema no es ni siquiera ese. No solo estan desilusionados, tambien estan asustados. Demosle las gracias al senor Katzman. Demosle las gracias al senor Pak, al que con tanta gentileza lo invitamos a nuestra mesa y le dimos un puesto en la expedicion. A los esfuerzos de estos senores debemos la mayor parte de nuestros conocimientos sobre lo que nos espera si seguimos adelante. La gente tiene miedo del decimotercer dia. La gente teme a los lobos parlantes. No teniamos suficiente con los lobos tiburones, ?ahora nos prometen lobos parlantes! La gente teme a los ferrocefalos… Combinado con todo lo que ya han visto, todos esos mudos con las lenguas cortadas, los campos de concentracion abandonados, los cretinos asilvestrados que rinden culto a los manantiales, y los cretinos armados hasta los dientes que disparan por cualquier motivo… Combinado con todo lo que han visto hoy, en estas colinas, esos huesos en las barricadas dentro de las casas… ?Es una combinacion encantadora, imponente! Y si hasta ayer los soldados temian al sargento Fogel por encima de todas las cosas, hoy Fogel les da lo mismo, tienen algo peor a lo que temer… — Quejada callo finalmente, tomo aliento y se seco el sudor que le cubria el rostro abotagado.

— Tengo la impresion — dijo el coronel, levantando una ceja con ironia —, de que usted mismo tiene bastante miedo, senor Quejada. ?Me equivoco?

— No se preocupe por mi, coronel — gruno Quejada, mirandolo de reojo —. Si algo temo es recibir una bala por la espalda. Sin comerlo ni beberlo. Que personas a las que, por cierto, entiendo perfectamente, me maten.

— ?Es eso? — apunto el coronel —. Que se le va a hacer… No voy a emitir un juicio sobre la importancia de esta expedicion y tampoco voy a indicarle a la jefatura de la expedicion como debe actuar. Mi tarea consiste en cumplir las ordenes. Sin embargo, considero indispensable decir que todas esas consideraciones relativas a motines e insubordinaciones me parecen puras habladurias sin sentido. ?Dejeme ocuparme de mis soldados, senor Quejada! Si lo desea, ponga bajo mi mando a esos geologos en los que no confia. Me ocupare de ellos… Debo llamar su atencion, consejero — se volvio hacia Andrei y siguio hablando, con la misma cortesia letal —, que hoy

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