un amarillo grisaceo, cuarteadas, muertas, duras como piedra y desnudas hasta tal punto que resultaba incomprensible el origen de tal cantidad de polvo.
Gracias a Dios, se movian en la direccion del viento. En algun lugar muy lejos detras de ellos, el aire habia absorbido incontables toneladas de un polvo asqueroso y caldeado, y lo arrastraba con obtusa terquedad a lo largo de la cornisa calcinada por el sol que se extendia entre el barranco y la Pared Amarilla, lo levantaba hasta el mismo cielo formando una protuberancia giratoria, lo retorcia en un remolino flexible y elegante como un cuello de cisne, o simplemente lo empujaba como una ola y despues, con subita furia, lanzaba aquel polvo hiriente contra espaldas y cabellos, haciendolo restallar contra nucas cubiertas de sudor, azotando brazos y orejas, metiendolo en los bolsillos o por el cuello de la camisa.
Alli no habia nada, hace tiempo que no habia nada. Quiza nunca lo hubo. Sol, arcilla, viento. Y solo en ocasiones, girando y retorciendose como un malabarista, pasaba rodando el espinoso esqueleto de un arbusto, arrancado de raiz quien sabe donde, alla atras. Solo polvo, polvo, polvo…
De vez en cuando la arcilla desaparecia bajo los pies y empezaba un espacio de piedra molida. Todo estaba recalentado, como en el infierno. De los remolinos de polvo asomaban, a derecha o a izquierda, enormes trozos de roca, canosos, como enharinados. El viento y el calor les daban rasgos extranos e inesperados, y lo temible era que aparecian y enseguida desaparecian como fantasmas, como si estuvieran jugando al escondite. La grava bajo los pies se hacia cada vez mas grande, y de repente terminaba la piedra y volvia a aparecer la arcilla.
Las piedras se comportaban muy mal. Salian rodando de debajo de los pies, lograban clavarse en las suelas lo mas profundo posible, atravesarlas, llegar hasta la carne. La arcilla tenia un comportamiento mas aceptable, pero tambien hacia todo lo que podia. De repente se encabritaba, formando extranas colinas calvas, creando inesperadas laderas, o se abria dejando paso a profundos desfiladeros de paredes abruptas, donde era imposible respirar a causa de un denso calor milenario. Tambien hacia su juego, moviendose y quedandose inmovil de repente, metamorfoseandose segun su pobre imaginacion arcillosa. Alli todo jugaba segun sus propias reglas. Y todas las reglas estaban en contra…
— ?Eh, Andrei! — llamo Izya, con voz ronca —. ?Andriuja!
— ?Que te pasa? — pregunto Andrei por encima del hombro y se detuvo.
El carrito, meneandose sobre sus ruedas en mal estado, siguio avanzando por inercia y lo golpeo debajo de las rodillas.
— ?Mira…! — Izya se habia detenido a unos diez pasos detras de el y senalaba algo con el brazo extendido.
— ?Que es eso? — pregunto Andrei, sin mucho interes. Izya tiro de las riendas y, sin bajar la mano, arrastro su carrito hasta situarse junto a su amigo. Andrei lo miraba avanzar, andrajoso, con la barba hasta el pecho y la cabellera revuelta, gris por el polvo, enfundado en una chaqueta hecha jirones, a traves de los cuales se podia ver un cuerpo velludo y empapado de sudor. La tela de los peales apenas le cubria las rodillas, a la bota derecha se le habia separado la suela y dejaba ver unos dedos sucios, de unas negras y partidas. Un corifeo del espiritu. Un sacerdote y apostol del eterno templo de la cultura…
— ?Un peine! — pronuncio Izya con solemnidad mientras se acercaba. El peine era de los baratos, de plastico, con varios dientes rotos; ni siquiera era un peine, sino los restos de un peine, y en el sitio por donde se habia partido se podia distinguir el logotipo del fabricante, pero el plastico se habia decolorado tras muchas decadas de calor solar y estaba muy corroido por los granos de polvo.
— Ahi lo tienes — dijo Andrei —. Y tu chillabas todo el tiempo que nadie antes de nosotros, nadie antes de nosotros…
— No he dicho eso nunca — dijo Izya, pacifico —. Sentemonos un momento, ?esta bien?
— De acuerdo — asintio Andrei sin el menor entusiasmo, y en ese mismo instante, sin quitarse los arreos. Izya se dejo caer en el suelo a su lado y se guardo el trozo de peine en el bolsillo superior.
Andrei puso su carrito perpendicular al viento, se quito los arreos y se sento, apoyando la espalda y la nuca contra los bidones calientes. Enseguida el viento aminoro, pero la arcilla implacable les quemaba las nalgas a traves del tejido gastado.
— ?Donde estan tus depositos? — dijo, despectivo —. Charlatan.
— Bus-ca, bus-ca — replico Izya —. Deben de estar por ahi.
— Y eso, ?a que viene? — Pues se trata de un chiste — explico Izya, divertido —. Un comerciante fue a un burdel…
— ?Otra vez! — dijo Andrei —. Siempre lo mismo. No te cansas nunca, Katzman, por Dios…
— No puedo permitirme el cansancio — dijo Izya —. Debo estar listo a la primera oportunidad.
— Moriremos aqui — dijo Andrei.
— ?De eso nada! ?Ni lo pienses, ni se te ocurra!
— No se me ocurre — respondio Andrei.
Era verdad. La idea de una muerte inevitable entonces le venia a la cabeza muy rara vez. Quien sabe por que. Quiza porque la aguda sensacion de estar irremisiblemente condenado se habia embotado, o seria porque la carne estaba tan reseca y agotada que ya no gritaba ni gemia, solo susurraba en el umbral de lo audible. O pudiera ser que finalmente la cantidad se hubiera transformado en calidad y se hacia sentir la presencia constante de Izya con su indiferencia casi antinatural ante la muerte que no dejaba de merodear en torno a ellos, llegando hasta muy cerca y alejandose despues, pero sin perderlos nunca de vista. Por una u otra razon, desde muchos dias atras, cuando Andrei se referia al final inevitable era solo para percibir una y otra vez que le era del todo indiferente.
— ?Que dices? — pregunto.
— Digo que lo fundamental es que no temas morir aqui.
— Eso me lo has dicho cien veces. Hace tiempo que no lo temo, pero tu sigues insistiendo en eso.
— Esta bien — dijo Izya, pacifico, y estiro las piernas —. ?Con que podria atarme la suela? — indago, meditativo —. Dentro de muy poco se caera.
— Corta el extremo de los arreos y atala. ?Quieres la navaja?
— No importa — dijo Izya, finalmente mirandose los dedos que asomaban —. Cuando se caiga del todo, entonces… ?Un traguito?
— ?Las manos se hielan, los pies se hielan? — dijo Andrei, y al instante se acordo del tio Yura. Le costaba trabajo acordarse de el, pertenecia a otra vida.
— ?No sera hora de que nos echemos un buen trago al coleto? — replico Izya con animacion, mirando obsequioso a los ojos de Andrei.
— ?Al diablo! — dijo Andrei, satisfecho —. ?Sabes que agua vas a beber? La que previste. Me mentiste sobre el deposito, ?no es verdad?
Como esperaba, Izya se enfurecio enseguida.
— ?Vete a la mierda! ?Acaso soy tu nana?
— Entonces, tu manuscrito mentia…
— Idiota — replico Izya con desprecio —. Los manuscritos no mienten. No son libros. Hay que saber como leerlos.
— Ah, entonces es que no sabes leerlos.
Izya se limito a mirarlo y enseguida se levanto, presa de la furia.
— Cualquier desgraciado se cree que… — mascullo —. ?Vamos, levantate! ?Quieres encontrar el deposito? Entonces, nada de quedarse sentado. ?Te digo que te levantes!
El viento, jubiloso, les azoto las orejas con sus aguijones y, como si se tratara de un cachorro jugueton, levanto un remolino sobre la colina de arcilla que con un esfuerzo se dispuso a esperarlos, permaneciendo atenta unos segundos, como haciendo acopio de fuerzas, y despues se deslizo, dando lugar a una ladera abrupta.
«Quisiera al menos entender adonde me lleva el demonio — penso Andrei —. Toda la vida voy de aqui para alla, soy un culo de mal asiento. Saber lo esencial, ya que ahora todo carece de sentido. Antes, siempre habia algun significado. Aunque fuera el mas misero, el mas absurdo, pero de todas maneras, cuando me zurraban la jeta, digamos, siempre podia decirme a mi mismo que no tenia importancia, que era en nombre de algo, que luchaba por algo.»
— Es una mierda eso de que todo en el mundo tiene su precio — decia Izya. (Eso fue en el Palacio de Cristal, acababan de comer gallina cocinada en olla a presion y reposaban entonces sobre brillantes colchones sinteticos, al borde de la piscina llena de agua transparente, iluminada desde abajo.) —. Es una mierda eso de