principal que logro comprender y analizar, va a parar a este templo. A traves de su historia milenaria, guerreando, pasando hambre, siendo esclavizada y rebelandose contra eso, comiendo y copulando, la humanidad ha llevado este templo, sin sospecharlo siquiera, sobre la cresta turbia de su ola. Ocurre que, en ocasiones, percibe ese templo sobre sus hombros, cae en cuenta y en ese caso o bien se dedica a desmontar el templo, ladrillo a ladrillo, o le rinde reverencias espasmodicas, o construye otro templo, a su lado y en detrimento suyo, pero nunca entiende del todo de que se trata: y una vez perdidas las esperanzas de utilizar el templo de una u otra manera, al poco tiempo vuelve a prestar atencion a sus necesidades cotidianas: empieza a dividir de nuevo algo que ya ha sido dividido en treinta y tres ocasiones anteriores, a crucificar a alguien, a elevar a alguien, mientras el templo crece solo, de siglo en siglo, de milenio en milenio, y no es posible ni destruirlo, ni demolerlo definitivamente… Lo mas divertido — decia Izya —, es que cada ladrillito de ese templo, cada libro eterno, cada melodia inmortal, cada silueta arquitectonica irrepetible lleva dentro de si la experiencia concentrada de esa misma humanidad, sus pensamientos y lo que ha meditado sobre si misma, las ideas sobre los fines y contradicciones de su existencia; que no importa cuan alejado parezca estar de todos los intereses momentaneos de aquella manada de cerdos que se devoran a si mismos, el templo, a su vez y para siempre, es inseparable de esa manada e inconcebible sin ella… Y tambien es divertido — continuaba diciendo Izya —, el hecho de que nadie construye este templo de manera consciente. No es posible planificarlo previamente sobre el papel ni dentro de algun cerebro genial: crece por si mismo, asimilando sin errar lo mejor que genera la historia humana… Es posible que pienses — se burlaba Izya en tono caustico —, que los que construyen directamente este templo no son unos cerdos. ?Si que lo son, y en ocasiones, en grado sumo! Benvenuto Cellini, ladron y canalla: Ernest Hemingway, borracho inveterado: Chaikovski: pederasta: Dostoievski: esquizofrenico y partidario de las centurias negras5: Francois Villon: ladron de casas, condenado a la horca… ?Entre ellos, la gente decente es una rareza! Pero, al igual que los polipos coralinos, no saben que construyen. Pasa lo mismo con toda la humanidad. Generacion tras generacion devoran, dan rienda suelta a sus pasiones, se agreden, matan, mueren, y de repente miras y ha crecido todo un atolon de coral, un atolon bellisimo. ?Y cuan resistente!
— Esta bien — le dijo Andrei —. Bueno, el templo. El unico valor permanente. Estoy de acuerdo. ?Y que pintamos nosotros entonces? ?Cual es mi papel aqui? — ?Detente! — Izya lo agarro por los arreos —. Espera. Las piedras…
Y en verdad, las piedras en ese sitio eran comodas: redondeadas, planas, como tortas de vaca petrificadas.
— ?Vamos a erigir otro templo? — mascullo Andrei, con una sonrisa burlona.
Dejo caer los arreos, se aparto a un lado y cogio en sus manos la piedra mas cercana. Era precisamente como las que se necesitan para hacer cimientos: por debajo rugosa, erizada: por encima lisa, pulida por el polvo y el tiempo. Andrei la coloco sobre la superficie de gravilla fina, mas o menos lisa, y la asento lo mas profundo y firme posible, y busco otra piedra.
Mientras construia aquellos cimientos, sentia algo parecido a la satisfaccion: en cualquier caso, era una tarea, algo que se hacia con un objetivo definido, no se trataba ya de desplazarse sin sentido. El objetivo podia ser discutible, se podia decir que Izya era un psicopata y un maniaco (que lo era, por supuesto)… Pero de aquella manera, piedra a piedra, se podia construir una superficie lo mas lisa posible que sirviera como una base.
A su lado. Izya resoplaba y gemia mientras tropezaba y cargaba las piedras mas grandes, logro que la suela se le cayera del todo, y cuando los cimientos estuvieron listos, fue saltando hasta su carrito y saco el ejemplar correspondiente de su
En el Palacio de Cristal, cuando comprendieron finalmente y casi creyeron que nunca mas encontrarian a nadie en el camino hacia el norte. Izya se sento ante la maquina de escribir y, con velocidad sobrenatural, tecleo la
— ?Cuantos te quedan todavia? — pregunto Andrei.
— No tengo ni idea — respondio Izya, colocando el sobre en el centro de la base que habian construido —. Pocos. Dame piedras.
Y se pusieron de nuevo a cargar piedras. Al poco tiempo, encima del sobre habia una piramide de metro y medio de altura. Tenia un aspecto curioso en aquel desierto, pero para que pareciera todavia mas extrana, Izya vertio sobre las piedras un poco de pintura roja brillante de un enorme tubo que habia hallado en un almacen bajo la Torre. Despues se aparto, se sento junto al carrito y se dedico a atarse la suela desprendida con un pedazo de cuerda. Mientras lo hacia, echaba de vez en cuando una mirada a la piramide, y en su rostro la duda y la inseguridad dejaban paso lentamente a la satisfaccion y a un orgullo creciente.
— ?Eh! — le dijo a Andrei, sonriente y jactancioso —. Ni un tonto se atreveria a pasar de largo, seguro que se daria cuenta de que esto tiene algun significado.
— Aja — respondio Andrei, agachandose a su lado —. Si es un tonto el que descubre esa piramide, no creo que ganes nada.
— No tiene importancia — gruno Izya —. Los tontos tambien son seres inteligentes. Si no entienden nada, se lo contaran a otros. — De repente, se animo —. Toma, por ejemplo, los mitos. Como se sabe, los idiotas constituyen la aplastante mayoria, y eso quiere decir que, como regla, los testigos de cada acontecimiento interesante son los tontos. Por lo tanto, el mito es la descripcion de un suceso real segun la vision de un idiota, elaborada por un poeta. ?Que me dices?
Andrei no respondio. Miro la piramide. El viento se le acercaba, sigiloso, llenando de polvo sus alrededores con cautela, silbando quedamente en los espacios entre las piedras, y de repente Andrei logro imaginarse con toda claridad los interminables kilometros que habian quedado a sus espaldas, y la espaciada linea de puntos que describian, a lo largo de esos kilometros, aquellas piramides cedidas al viento y el tiempo. Y tambien se imagino como se acercaria a aquella piramide, arrastrandose sobre los codos y las rodillas, un viajero extenuado, seco como una momia, desfallecido de hambre y sed, como retiraria aquellas piedras con desesperacion, rompiendose las unas, mientras su imaginacion le hacia ver bajo las piedras un escondrijo con comida y agua. Andrei comenzo a reirse histericamente. «En esa situacion, seguro que me suicidaria. Es imposible sobreponerse a eso…»
— ?Que te pasa? — pregunto Izya, suspicaz.
— Nada, absolutamente nada — dijo Andrei y se levanto. Izya lo imito y durante unos momentos examino criticamente la piramide.
— Aqui no hay nada de que reirse — declaro. Dio unos pisotones con la bota en la que llevaba la suela atada con una cuerda deshilachada —. Resistira un rato. ?Nos vamos?
— Si, nos vamos.
Andrei se puso los arreos. Izya no pudo contenerse y una vez mas camino en torno a la piramide. Era obvio que imaginaba algo y veia imagenes que le resultaban gratas. Sonreia a medias, se frotaba las manos y resoplaba ruidosamente.
— ?Que aspecto tienes! — dijo Andrei, sin poder contenerse —. Pareces un sapo que acaba de desovar y esta tan orgulloso que no logra volver en si. O, mas bien, eres como un salmon del Extremo Oriente.
— ?Buena comparacion! — dijo Izya, metiendo los brazos por los arreos —. El salmon, despues del desove, muere…
— Exactamente.
— ?Que cosa! — dijo Izya, amenazante, y siguieron adelante. A los pocos pasos pregunto de repente —: Y tu, ?has probado el salmon del Extremo Oriente?
— Pues, si. Va muy bien con la vodka. O en bocadillos, para el te. ?Por que?
— Por nada — respondio Izya —. Mis hijas nunca lo han probado.
— ?Tus hijas? — se asombro Andrei —. ?Tienes hijas?
— Tres — dijo Izya —. Y ninguna de ellas conoce el sabor del salmon del Extremo Oriente. Yo les conte que ese salmon, igual que el esturion, son peces extintos. Algo asi como los ictiosauros. Y ellas les diran lo mismo a sus hijos, pero estaran hablando del arenque.
Dijo algo mas, pero Andrei no lo escuchaba, sumido en el asombro. ?Que descubrimiento! ?Tres hijas! ?Izya tenia tres hijas! «Hace seis anos que lo conozco y nunca se me paso por la cabeza. ?Como pudo decidirse a venir aqui? Izya, Izya… En el mundo hay toda clase de personas. Seguro que lo medito bien. No hay la menor duda: