hay un grupo de escollos, y dos afloran a la superficie…
— Se donde queda eso — dijo Pflug —. Hace un mes, Van y yo volamos alli.
Sandra se durmio.
— Niels, llama a Van. Debe recordar esos escollos.
Pero en aquel mismo instante sono en el altoparlante la voz de Ierijonski:
— ?Que tal Sandra?
— Sandra duerme — comunico Niels —. ?Por que estas preocupado? Dimov ha dicho que todo va bien, ?Por que te pones nervioso?
La cupula se estremecio, la tierra escapo por un instante de debajo de los pies, y el diagnosticador se alejo de la mesa, poniendo tirantes los conductores. Sandra emitio un gemido. Dimov se precipito hacia la mesa, puso el diagnosticador en su sitio y cubrio con su cuerpo a Sandra, como si temiera que de arriba pudieran caer piedras.
— ?Que? ?Que sucede ahi? — grito Ierijonski con voz aguda.
— Nada de particular, continua el terremoto — contesto Niels —. ?En donde esta Van?
Ierijonski paso el microfono a Van, diciendo:
— No se imaginan lo que estoy yo pensando aqui, sin poder hacer nada.
Su voz desaparecio, diluyendose en el silencio del refugio.
— Van — dijo Niels —, ?conoces dos rocas que hay a veinte millas al sudoeste del refugio?
— No recuerdo. Nos hallamos, aproximadamente, en esa cuadricula. Pero no recuerdo. ?No figuran en el mapa?
— Hace un mes volamos alli tu y yo — le hizo memoria Pflug.
— Perdona, Hans — respondio tranquilamente Van —. Hace un mes, tu y yo volamos al norte de la Estacion. Tu recogias tus moluscos.
— ?Te imaginas ese punto, aunque sea aproximadamente? — pregunto Niels.
— ?Veinte millas? Eso queda a unas diez millas de nosotros. Hare que la canoa cobre altura, el radar debe captarlas… ?Puede que alguno de los pajaros sepa en donde estan?
— Llama a los pajaros — dijo Dimov, dejando a Sandra libre de los aparatos.
— ?Para que llamarlos — observo Niels —, cuando estan aqui?
— Estan aqui — confirmo Pavlysh —. Uno llego con nosotros. El que encontro a Sandra. Por cierto, se deshizo de la emisora.
— Pavlysh, ?esta usted libre en este momento? Salga y pregunte a los pajaros por los escollos.
Pavlysh se puso la careta.
Los tres pajaros se hallaban posados en una gran roca, cerca del refugio, y conversaban en voz baja, moviendo a uno y otro lado sus elegantes cabezas. Sobre ellos se enhiestaba el negro monte torcido, envuelto en humo y en una aureola anaranjada. Hacia mucho que Pavlysh no veia nada tan fabuloso. Parecia que aquello era una saga escandinava: los enormes pajaros blancos, el volcan y la desnuda y fria orilla.
Al ver a Pavlysh, los pajaros se le acercaron apresuradamente.
Uno de ellos pregunto:
— ?Que tal Sandra?
— Sandra ha recobrado el conocimiento — contesto Pavlysh — y ha dicho a Dimov que los submarinistas se vieron encerrados en una gruta, unas veinte millas al sudoeste de aqui. Alli debe de haber unos escollos. Dos sobresalen del agua. Pero Van no los recuerda.
— Alli no hay rocas — pronuncio otro pajaro —. Sobrevolamos toda esa area. ?Tu no viste alli rocas, Saint-Venan?
— No, Alan — respondio el pajaro interpelado —. Nunca.
Alan se volvio hacia la otra ave.
— ?Y tu?
El pajaro dijo:
— Me parece recordar que vi alli dos escollos. Aparecen durante el reflujo. Las puntas se ven entre las olas.
— Gracias, Marina — dijo Alan.
— ?Marina? — repitio Pavlysh —. ?Marina?
Pero el pajaro batio bruscamente las alas y se elevo hacia una esponjosa nube.
— ?Marina? — repitio Pavlysh —. ?Marina?
— Si. Pero ?por que pierde el tiempo?
Los tres pajaros blancos volaban delante del flayer, un poco mas alto. La abundante ceniza del volcan hacia que el aire se viera rojizo, siniestro, y las alas de los pajaros parecian reflejar las llamas de un incendio.
Uno de los pajaros era Cenicienta, que habia cambiado de apariencia y no queria que Pavlysh lo supiese…
— ?Quien se sumergira con la escafandra autonoma? — pregunto Niels.
Iba sentado en medio de la cabina, y los demas se habian acomodado a su alrededor, como si rodearan una enorme tarta. Niels habia rechazado todas las objeciones de Dimov, que temia le fuera dificil trabajar bajo el agua.
— Sin mi — dijo —, no podreis retirar las piedras y penetrar en la gruta. ?Vais a volar las rocas vosotros mismos? ?Vais a apartarlas con las manos? Habreis de esperar a que del puesto de control del planetoide os envien un robot submarino?
— Tenemos ya uno. Si hace falta, podemos montarlo en unas horas.
— Eso mismo. Unas horas. Y luego habra que llevarlo en la canoa. Y, en resumidas cuentas, empezara a trabajar cuando sea ya tarde.
— Tienes razon, Niels — dijo Dimov.
— ?Hace mucho que esta Marina en la estacion? — pregunto Pavlysh al cabo de un minuto.
— Es nueva — respondio Dimov —. Lleva volando un mes.
Abajo aparecio la canoa. Cortaba las olas, sobre las que se elevaba la cabina.
Pavlysh dijo por radio a Van:
— Despega y vuela sobre el agua lo mas lento que puedas.
— ?Para que?
— Me posare en la cubierta.
— No creo que sea posible.
— No hay otra salida.
Los pajaros volaban muy alto y parecian puntitos blancos bajo el techo purpura de las nubes. Luego descendieron un tanto y torcieron a un lado.
— Pavlysh — comunico Alan —, a kilometro y medio de ti se ven dos rocas sobre el agua. Descendemos. Atencion.
— Esta bien — respondio Pavlysh, que miraba como la canoa, esparciendo espuma, se elevaba sobre el agua. El mismo descendia poco a poco, procurando acompasar su velocidad con la de la embarcacion.
— Ve mas recto — dijo a Van.
— Como una flecha — contesto el otro —. ?Agarraos!
El flayer se poso en la cubierta de la canoa, tras la cabina. La cubierta estaba mojada y recordaba una techumbre de dos vertientes. Pavlysh hizo salir las patas de seguridad del flayer, y las aristadas ventosas apretaron las bandas de la canoa.
— Podre aguantar algun tiempo — dijo Pavlysh —. Abrid la escotilla inferior.
Niels salto el primero a la cubierta y, moviendo con precaucion sus extremidades, se dirigio hacia la cabina. Los tentaculos pendian a los lados del caparazon. Niels se autoprotegia con ellos. No sabia nadar y, de caer, podia hundirse como una piedra. La profundidad era alli bastante considerable. La canoa, con el flayer montado en ella como a caballo, volaba lentamente sobre las olas.
Pavlysh levanto la cabeza, buscando a los pajaros. Pero no los vio.
Goguia quedo inmovil junto a la escotilla, sin saber que deberia hacer. Los pasajeros se ocultaron uno tras otro en la cabina. Pavlysh pregunto a Van: