arrojar un salvavidas.

Flotaba entre los escombros — sillas, baules, aparatos — y el trineo se hundia lentamente, soltando un chorro de burbujas de un tanque de flotacion perforado. Espero que puedan reflotarlo, penso Loren; si no, la expedicion habra resultado demasiado cara y ademas pasara mucho tiempo antes de que volvamos a estudiar los escorpios. Lo embargo una sensacion de orgullo, por ser capaz de evaluar la situacion friamente en semejantes circunstancias.

Algo rozo su pierna derecha; sacudio la pierna por reflejo. Aunque le raspo dolorosamente la piel sintio mas fastidio que alarma. Se encontraba a flote, la marejada habia pasado, nada podria hacerle dano.

Sacudio la pierna mas suavemente. Al mismo tiempo sintio el roce en la otra pierna. No era una caricia inofensiva: algo lo arrastraba hacia el fondo, a pesar del chaleco salvavidas.

Fue en ese momento que Loren Lorenson sintio la primera oleada de verdadero panico, al recordar los tentaculos del gigantesco polipo. Sin embargo, esos eran suaves, fofos; el objeto enredado en sus piernas era un cable o alambre. Claro: era el cordon umbilical del trineo.

Tal vez hubiera podido liberarse, si una ola inesperada no le hubiera hecho tragar agua. Tosio violentamente y trato de expulsar el agua de sus pulmones, a la vez que pataleaba para soltarse.

La frontera vital entre el aire y el agua — entre la vida y la muerte — se hallaba a menos de un metro sobre su cabeza, pero no habia manera de alcanzarla.

En semejantes circunstancias un hombre solo piensa en sobrevivir. No hubo recuerdos ni remordimientos de su vida anterior, ni por un instante penso en Mirissa.

Comprendio que era el fin, pero no sintio miedo. Su ultima sensacion consciente fue de furia. Furia por haber atravesado cincuenta anos luz de espacio para morir de manera tan trivial y absurda.

De esa manera, Loren Lorenson murio por segunda vez, en el calido mar de Thalassa, muy cerca de la costa. La experiencia no le habia ensenado nada; la primera muerte, doscientos anos antes, habia sido mucho mas serena.

V — EL SINDROME DEL MOTIN

31 — Petitorio

Si alguien lo hubiera acusado de ser un hombre supersticioso, siquiera en grado minimo, el capitan Sirdar Bey hubiera rechazado la insinuacion con indignacion, pero lo cierto es que siempre se preocupaba cuando las cosas marchaban demasiado bien. Hasta el momento la estadia en Thalassa habia sido un sueno hecho realidad, hasta el punto de superar las previsiones mas optimistas. Los plazos de construccion del escudo se cumplian con anticipacion y no habia problemas dignos de mencion.

Y ahora, en las ultimas veinticuatro horas...

Claro que podia ser mucho peor. El capitan de corbeta Loren Lorenson habia sido muy, pero muy afortunado gracias a ese chico (tendrian que recompensarlo adecuadamente...) Segun los medicos, se habia salvado por un pelo. Un par de minutos mas en el agua y su cerebro hubiera sufrido danos irreversibles).

Molesto por haberse distraido del problema que tenia entre manos, el capitan releyo el mensaje, aunque lo conocia de memoria:

RED DE LA NAVE: SIN FECHA SIN HORA

A: CAPITAN

DE: ANONIMO

Senor:

Sometemos a su consideracion la siguiente propuesta, que varios de nosotros queremos formular.

Sugerimos se ponga fin a nuestra mision aqui en Thalassa. Podemos cumplir con todos nuestros objetivos sin correr los riesgos adicionales que supone la continuacion de la travesia hacia Sagan 2. Somos plenamente conscientes de que esto suscitara problemas entre la poblacion local, pero creemos que nuestra tecnologia permitira superarlos. Nos referimos concretamente a la ingenieria tectonica para agrandar la tierra firme disponible. Nos remitimos al Reglamento, Titulo 14, Articulo 24, inciso (a) para solicitar respetuosamente se convoque a Asamblea para tratar esta cuestion lo antes posible.

— ?Y bien, capitan Malina? ?Embajador Kaldor? ?Tienen algo que decir?

Los huespedes de la espaciosa aunque sencilla suite del capitan se miraron al unisono. Kaldor hizo un gesto casi imperceptible para indicarle al segundo de a bordo que le cedia el privilegio de la palabra, y lo ratifico bebiendo un sorbo lento y deliberado del excelente vino thalassiano obsequiado por sus anfitriones.

El capitan Malina, siempre mas a gusto entre las maquinas que entre la gente releyo la hoja con mirada de desazon.

— Al menos guardan las formas de la cortesia.

— No podia ser de otra manera — dijo el capitan Bey con fastidio —. ?Tienen alguna idea sobre quien pudo haberlo escrito?

— Ninguna en absoluto. Si excluimos a los presentes, nos quedan ciento cincuenta y ocho sospechosos. — tercio Kaldor —. El capitan de corbeta Lorenson tiene una excusa perfecta. En ese momento estaba muerto.

— Eso no elimina demasiadas posibilidades — dijo el capitan con una sonrisa forzada —. ?Tiene alguna hipotesis, doctor?

Claro que si, penso Kaldor. Vivi dos largos anos en Marte; apostaria todo mi dinero a que fueron los sabras. Pero es solo una sospecha, podria estar equivocado.

— Por el momento no, capitan. Pero mantendre los ojos abiertos y le informare de cualquier novedad... en lo posible.

Los dos oficiales asintieron. Moses Kaldor, en su funcion de consejero, no rendia cuentas a nadie, ni siquiera al capitan. Era casi el equivalente de un cura confesor.

— Doctor Kaldor, estoy seguro de que usted me informara de cualquier hecho que... que ponga en peligro la mision.

Kaldor vacilo, luego asintio brevemente. Rogaba para sus adentros que no se le presentara el clasico dilema del sacerdote que escucha la confesion de un asesino a punto de cometer su crimen.

Esta conversacion no es de gran ayuda, penso el capitan amargamente. Pero tengo plena confianza en estos dos hombres y necesito a alguien en quien confiar. Claro que la decision final es mia...

— El primer problema es: ?respondo al mensaje o lo paso por alto? Cualquiera de las dos medidas tiene sus riesgos. Si es una sugerencia efectuada a la ligera, tal vez por un individuo aislado en un momento de perturbacion psicologica, seria un error atribuirle demasiada importancia. Si proviene de un grupo de personas resueltas, tal vez el dialogo ayudaria a aliviar las tensiones. Tambien podria identificar a los autores. (?Y que les harias?, se pregunto el capitan. ?Los encerrarias en el calabozo, cargados de grilletes?)

— Creo que el dialogo es lo mejor — dijo Kaldor —. Los problemas no se resuelven si uno los pasa por alto.

— Estoy de acuerdo — dijo el capitan Malina —. Aunque estoy seguro que no es nadie de Motores ni Propulsion. Los conozco a todos desde que se graduaron, incluso desde antes.

Podrias llevarte una buena sorpresa, penso Kaldor. En el fondo, nadie conoce a nadie.

— Muy bien — dijo el capitan, y se puso de pie —. Es justamente lo que habia resuelto. Por las dudas, creo que estudiare un poco de historia. Recuerdo que Magallanes tuvo algunos problemas con su tripulacion.

— Ya lo creo — dijo Kaldor —. Espero que usted no tenga que abandonar a nadie en alguna isla

Вы читаете Voces de un mundo distante
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×