el hecho de encontrar a su madre con un cuente, la tienda resulto ser una revelacion para ella.
No era una tienda de antiguedades repleta de objetos y llena de polvo. Unos exquisitos aparadores mostraban porcelana, estatuillas, elaborados frascos de perfume y esbeltas copas. El cristal brillaba. A pesar de que no habia ni un solo centimetro sin utilizar, resultaba muy acogedor.
– Va a quedar usted muy satisfecho con esos muebles -decia su madre mientras regresaba con el cliente a la parte frontal de la tienda-. Si cuando llegue a casa descubre que no le va bien, estare mas que dispuesta a recomprarselo. ?Oh, Vanessa! -exclamo al ver a su hija. Entonces, tras un segundo de azoramiento, se volvio al joven ejecutivo que la acompanaba-. Esta es mi hija Vanessa. Te presento al senor Peterson. Es del condado de Montgomery.
– De Damascus -explico el, muy satisfecho-. Mi esposa y yo acabamos de comprar una antigua granja. Vimos ese conjunto de muebles de comedor hace unas pocas semanas. Mi esposa no ha parado de hablar de el. Quiero sorprenderla.
– Estoy segura de que estara encantada.
Vanessa observo como su madre aceptaba la tarjeta de credito del cliente y completaba rapidamente la transaccion.
– Tiene usted una tienda magnifica, senora Sexton -comento el hombre-. Si estuviera en un lugar algo mas grande, tendria que deshacerse de los clientes.
– Me gusta estar aqui -replico ella mientras le entregaba el recibo-. He vivido aqui toda mi vida.
– Es un pueblo muy bonito. Le aseguro que, despues de que tengamos la primera cena con nuestros amigos, tendra mas clientes.
– Y yo le garantizo que no me deshare de ellos -dijo Loretta con una sonrisa-. ?Necesitara ayuda el sabado cuando venga a recoger los muebles?
– No. Vendre acompanado de algunos amigos. Muchas gracias, senora Sexton.
– Espero que disfrute de los muebles.
– Lo haremos -prometio Peterson. Entonces, se volvio para sonreir a Vanessa-. Me alegro de haberla conocido. Tiene usted una madre fantastica.
– Gracias.
– Bueno, me marcho -dijo el hombre, a modo de despedida. Entonces, se detuvo bruscamente en la puerta. Vanessa Sexton -susurro. A continuacion, se dio la vuelta-. La pianista. Que me aspen. Vi su concierto en Washington la semana pasada. Estuvo usted magnifica.
– Me alegro de que le gustara.
– En realidad, no esperaba hacerlo -admitio Peterson-. Es a mi mujer a la que la vuelve loca la musica clasica. Yo me imagine que me quedaria dormido un rato, pero usted me mantuvo despierto.
– Me lo tomare como un cumplido -comento Vanessa, riendose.
– Se lo digo en serio. Yo no distingo a un compositor de otro, pero me quede… Supongo que me quede embelesado. Mi esposa se morira de envidia cuando le diga que la he conocido personalmente a usted -anadio. Entonces, saco una agenda de piel-. ?Me daria un autografo para ella? Se llama Melissa.
– Encantada.
– ?Quien habria esperado encontrar a alguien como usted en un lugar como este? -comento Peterson mientras Vanessa le devolvia su agenda.
– Creci aqui.
– En ese caso, le garantizo, senora Sexton, que mi esposa regresara. Gracias de nuevo.
– De nada. Conduzca con cuidado -dijo Loretta. Cuando las campanillas anunciaron la salida de Peterson, sonrio-. Es algo sorprendente observar a tu propia hija firmando un autografo.
– Es el primero que he firmado en el lugar en el que naci. Es una tienda preciosa. Debes de haber trabajado mucho.
– Me gusta. Siento no haber estado en casa esta manana. Me traian un pedido muy temprano.
– No importa.
– ?Te gustaria ver el resto de la tienda?
– Si, me encantaria.
Loretta la acompano hasta la parte trasera de la tienda.
– Estos son los muebles que acaba de comprar tu admirador. La mesa es de tres piezas y pueden sentarse doce comensales con comodidad. Las sillas tienen un trabajo precioso en la madera. El mueble de bufe y el aparador tambien van incluidos.
– Son preciosos.
– Los compre en una subasta hace unos meses. Llevaban en una misma familia cientos de anos. Es muy triste… Por eso me alegra tanto poder venderle algo como esto a personas que van a cuidar de ello.
A continuacion, Loretta se dirigio a un aparador de cristal y abrio la puerta.
– Encontre esta copa de cobalto en un mercadillo, escondida en una caja. Esa salsera la compre en una subasta, pero pague demasiado. No me pude resistir. Los saleros son franceses y tendre que esperar a que venga un coleccionista para que me los quite de las manos.
– ?Como sabes todo eso?
– Aprendi mucho trabajando aqui antes de comprarlo. Tambien leyendo y visitando tiendas y subastas de antiguedades -comento mientras cerraba la puerta del aparador-.Y tambien a traves de los fallos. He cometido algunos errores que me han costado mucho dinero, pero tambien he conseguido pescar verdaderas gangas.
– Tienes muchos objetos preciosos. ?Oh, mira esto! -exclamo Vanessa. Casi con reverencia, tomo un joyero de porcelana de Limoges-. Es precioso.
– Siempre hago todo lo posible por tener algunas piezas de porcelana de Limoges, tanto si son antiguedades como piezas nuevas.
– Yo tambien tengo una pequena coleccion. Resulta dificil viajar con algo tan fragil, pero siempre consiguen que las suites de un hotel se parezcan mas a casa.
– Me gustaria que te la quedaras.
– No, no puedo aceptarla.
– Por favor -insistio Loretta antes de que Vanessa pudiera volver a dejarla en su sitio-. No he podido regalarte nada en muchos cumpleanos. Me gustaria mucho que la aceptaras.
Vanessa miro atentamente a su madre. Al menos, tenian que superar el primer obstaculo.
– Gracias. Te aseguro que la atesorare.
– Te dare una caja. ?Oh! La puerta vuelve a sonar. Tengo muchas personas que vienen a mirar los dias de diario por la manana. Puedes echar un vistazo a la planta de arriba si quieres.
– No, te esperare.
Loretta la miro encantada antes de ir a recibir a su cliente. Cuando Vanessa oyo la voz del doctor Tucker dudo. Entonces, fue a saludarlo tambien.
– ?Vaya, Van! ?Has venido a ver como trabaja tu madre?
– Si.
Tenia el brazo alrededor de los hombros de Loretta. Esta se habia ruborizado profundamente. Vanessa comprendio que acababa de besarla.
– Es un lugar maravilloso -anadio, tratando de mantener a raya sus sentimientos.
– Asi se mantiene alejada de las calles. Por supuesto, yo tambien me voy a ocupar de eso a partir de ahora.
– ?Ham!
– No me digas que aun no se lo has dicho a tu hija -comento Tucker, con impaciencia-. Dios Santo, Loretta, has tenido toda la manana.
– ?Decirme que?
– He tardado dos anos en convencerla, pero finalmente me ha dicho que si -contesto Ham.
– ?Si? -repitio Vanessa.
– No me iras a decir que eres tan lenta de entendederas como tu madre, ?verdad? -bromeo. Entonces, beso a Loretta en la cabeza y sonrio como un muchacho-. Nos vamos a casar.
– Oh -repuso Vanessa, sin emocion alguna-. Oh.
– ?Es eso lo unico que se te ocurre? -pregunto Tucker-. ?Por que no nos das la enhorabuena y me das un