beso?
– Enhorabuena -dijo ella, mecanicamente. Entonces, se acerco para darle un beso muy frio en la mejilla.
– He dicho un beso -protesto Tucker. La agarro con el brazo y la apreto con fuerza. Vanessa tuvo que abrazarlo tambien.
– Espero que seais muy felices -consiguio decir. En aquel momento, descubrio que lo decia en serio.
– Claro que lo seremos. Ademas, yo me llevo dos bellezas por el precio de una.
– Menuda ganga -comento Vanessa, con una sonrisa-. ?Y cuando es el gran dia?
– Tan pronto como pueda convencerla -dijo Tucker. No se le habia pasado por alto que madre e hija no habian intercambiado ni una palabra ni un abrazo-. Esta noche, Joanie nos invita a cenar a todos para celebrarlo.
– Alli estare.
Cuando Vanessa dio un paso atras, Tucker esbozo una picara sonrisa.
– Despues de la clase de piano.
– Veo que las noticias viajan muy rapido -comento Vanessa, atonita.
– ?La clase de piano? -pregunto Loretta.
– Annie Crampton, la sobrina nieta de Violet Driscoll -dijo Tucker soltando una carcajada al ver el rostro de disgusto de Vanessa-. Violet ha contratado a Vanessa esta manana.
– ?Y a que hora es esa clase? -quiso saber Loretta con una sonrisa.
– A las cuatro. Esa mujer que hizo sentirme como si estuviera de nuevo en el colegio.
– Yo puedo hablar con la madre de Annie si quieres -ofrecio Loretta.
– No, no importa. Solo es una hora a la semana mientras yo este aqui, pero es mejor que regrese a casa - comento. Aquel no era el momento para preguntas sobre el pasado-. Tengo que preparar lo que voy a hacer. Gracias por el joyero.
– No te lo he envuelto.
– No importa. Lo vere en casa de Joanie, doctor Tucker.
– Tal vez, ahora que somos familia, me podrias llamar Ham.
– Si, claro, supongo que si. Eres una mujer muy afortunada -le dijo a su madre. Le costo menos trabajo del que habia imaginado poder darle un beso.
– Lo se -susurro Loretta, muy emocionada.
Cuando las campanillas anunciaron la partida de Vanessa, Ham se saco un panuelo.
– Lo siento -musito Loretta mientras se sonaba la nariz.
– Tienes derecho a derramar unas cuantas lagrimas. Ya te dije que cambiaria de opinion.
– Tiene todas las razones del mundo para odiarme.
– Eres muy severa contigo misma, Loretta. No voy a consentirlo.
– Te aseguro, Ham, que daria cualquier cosa por volver a tener otra oportunidad con ella.
– Lo unico que necesitas es tiempo -afirmo Ham. Entonces, le levanto la barbilla y la beso-. Dale tiempo.
Vanessa escucho pacientemente la monotonia con la que Annie apretaba las teclas para tocar una sencilla cancioncilla infantil. Tal vez fuera muy habil con las manos, pero, hasta aquel momento, Vanessa no habia visto que les diera buen uso.
Annie era una nina muy delgada, de cabello rubio, actitud algo hosca y rodillas huesudas. Sin embargo, tenia las palmas de la mano anchas para ser una nina de doce anos. Sus dedos no eran muy elegantes, pero eran tan robustos como pequenos arbustos.
«Tiene potencial», penso Vanessa, mientras sonreia para darle animos. Estaba segura de que la nina tenia potencial por algun lado.
– ?Cuantas horas a la semana practicas, Annie? -pregunto Vanessa cuando la nina termino por fin.
– No se.
– ?Haces ejercicios de dedos todos los dias?
– No se.
Vanessa apreto los dientes. Habia aprendido que Annie contestaba asi a todas sus preguntas.
– Llevas un ano dando clases.
– No…
– ?Por que no hacemos que eso sea mas facil? -le pregunto Vanessa impidiendola asi que le respondiera del modo habitual-. ?Que es lo que sabes?
Annie se limito a encogerse de hombros. Vanessa se rindio por fin. Decidio sentarse sobre el taburete del piano al lado de la nina.
– Annie, quiero que seas sincera conmigo. ?Quieres dar clases de piano?
– Supongo que si.
– ?Quieres porque tu madre quiere que aprendas a tocar el piano?
– Yo le pregunte si podia aprender. Pense que me gustaria…
– Pero no te gusta.
– Mas o menos. A veces, pero solo consigo tocar canciones de bebes.
– Mmm -susurro Vanessa. Comprendia perfectamente lo que queria decir la pequena-. ?Que te gustaria tocar?
– Canciones como las de Madonna. Ya sabes, canciones buenas, como las que se escuchan en la radio. Mi otro profesor decia que eso no es musica de verdad -dijo la nina, mirando a Vanessa de reojo.
– Toda la musica es musica de verdad. Podriamos hacer un trato.
– ?Que clase de trato? -pregunto Annie, con la voz llena de sospecha.
– Si tu practicas una hora al dia los ejercicios para los dedos y la leccion que yo te de, te comprare partituras de Madonna. Y te ensenare a tocarlas.
Annie se quedo boquiabierta.
– ?De verdad?
– De verdad, pero solo si tu practicas todos los dias para que, cuando vengas la proxima semana, yo vea alguna mejora.
– ?Prometido! -exclamo la nina, sonriendo por primera vez en casi una hora-. Veras cuando se lo diga a Mary Ellen. Es mi mejor amiga.
– Pues te quedan quince minutos antes de que se lo puedas decir -dijo Vanessa. Se puso de pie muy satisfecha consigo misma-. Ahora, ?por que no vuelves a tocar esa cancion?
La nina torcio el gesto por la concentracion y empezo a tocar. Mientras tanto, Vanessa pensaba que, con una pequena recompensa, se podia llegar muy lejos.
Una hora mas tarde, aun estaba congratulandose. Parecia que, despues de todo, darle clases a la nina podria ser divertido. Asi podia disfrutar tambien de la musica popular, que tanto le gustaba.
Mas tarde, en su dormitorio, Vanessa acaricio con el dedo el joyero de Limoges que su madre le habia regalado. La situacion estaba cambiando mucho mas rapido de lo que habia esperado. Su madre no era la mujer que habia esperado encontrar. Era mucho mas humana. Aquella casa seguia siendo su hogar y sus amigos eran aun sus amigos.
Y Brady seguia siendo Brady.
Queria estar con el, dejar que su nombre estuviera vinculado al de el como lo habia estado en el pasado. Con dieciseis anos se habia mostrado muy segura. En aquellos momentos, a pesar de que era toda una mujer, tenia miedo de cometer un error, de sufrir, de perder.
Comprendia que la gente no podia retomar el pasado por donde lo habian dejado. Ella no podia volver a empezar cuando aun tenia que resolver el pasado.
Se tomo su tiempo para vestirse para la cena familiar. Iba a ser una ocasion festiva, por lo que estaba decidida a formar parte de ella. Se puso un vestido azul muy sencillo, que llevaba unas cuentas multicolores sobre un hombro. Se dejo el cabello suelto y se coloco unos pendientes de zafiros.
Antes de cerrar el joyero, saco un anillo con una pequena esmeralda. Incapaz de resistirse, se lo puso tambien. Aun le servia. Sonrio al verselo en el dedo. Entonces, sacudio la cabeza y se lo quito. Aquella era la clase de sentimiento que tenia que aprender a evitar, en particular si tenia que pasar aquella velada en compania de