– No hagas caso -dice el Guia-. Lleva ya veinte anos funcionando. Vale mas que mires al suelo y no te apartes del centro…

Pasan frente a un camion nuevecito, como recien salido de la fabrica, que esta junto al baden. Su motor funciona en vacio, del amortiguador escapa y se extiende al viento un humillo azulado. Pero las ruedas estan hundidas en la tierra hasta el cubo y a traves de la portezuela entreabierta y del suelo de la cabina ha crecido un tierno arbolillo.

En cierta ocasion, probablemente el mismo dia de la Visita, el enorme camion transportaba por esta carretera en un remolque especial un tubo largo, de un metro de diametro, para el gasoducto. El camion se estrello contra un poste de la izquierda, y el tubo fue lanzado del remolque atravesandose en el camino. Probablemente entonces fueron arrancados y cayeron en mitad de la carretera los postes telegraficos y telefonicos. Ahora en los alambres habia crecido una especie de estropajo rojizo que colgaba como una cortina, cerrando el paso por la carretera.

La boca del tubo esta negra, ahumada, y la tierra delante de el, carbonizada como si del tubo hubieran salido mas de una vez humosas llamas.

– ?Hay que meterse ahi? -pregunta el Escritor sin dirigirse a nadie concretamente.

– Te meteras si te lo mando -dice con frialdad el Guia y recoge varios guijarros de la cuneta-. Venga, apartense. -Toma impulso, arroja una piedra a la boca del tubo y da un salto atras.

Se oye como la piedra retumba y rechina dentro del tubo. El Guia aguarda un poco y tira otra piedra. Se repite el retumbo y chinchin y se hace el. silencio.

– Bien -profiere el Guia y se sacude despacio las manos-. Se puede. -Se vuelve al Escritor-. Andando.

El Escritor quiere decir algo, pero so1o suspira convulso. Extrae del seno una cantimplora plana, desenrosca presurosamente el tapon, toma varios tragos y entrega la cantimplora al Profesor. El Escritor se limpia los labios con la manga. No quita los ojos de la cara del Guia. Parece esperar algo. Pero no hay nada que esperar.

– ?Y bien? ?Todo lo demas es el destino? -pronuncia con son risa forzada.

Da un paso hacia el tubo. Se detiene ante las terribles fauces negras. Mete despacio las manos en los bolsillos y se vuelve.

– ?Y por que he de ser yo? -inquiere enarcando las cejas-. ?A santo de que? No voy.

El Guia se le acerca a corta distancia, y el Escritor retrocede un paso.

– ?Si, vas! -masculla entre dientes el Guia.

El Escritor niega callado con la cabeza. Entonces el Guia le pega en el vientre y en la cabeza, lo agarra del pelo, lo endereza y le da de bofetadas.

– ?Claro que vas! -grune impetuoso.

El Profesor intenta sujetarlo del brazo. El Guia sin mirar le da un codazo que le acierta en la nariz y hace saltar las gafas.

– ?Anda!

El Escritor se limpia los labios sangrantes, mira la palma de la mano y mira al Guia.

– ?Dios mio!… -exclama.

Una profunda repugnancia se refleja en su rostro, y sin decir palabra lanza un espeso escupitajo a los pies del Guia, se vuelve y se introduce en el tubo.

El Guia retrocede presto, alejandose del tubo, y tira del Pro fesor. Del tubo llegan sordos chirridos y porrazos, y la respiracion entrecortada.

El Profesor se cala las gafas con manos temblorosas. Una grieta atraviesa uno de los cristales. Cesa el ruido en el tubo.

– ?Sigueme! -grita el Guia con voz ronca y se lanza a la negraboca.

Los dos salen del tubo a un recinto circular que tiene cierta semejanza con un baile oriental. Seguramente aqui estuvo situado en otros tiempos una especie de puesto de mando: hay mesas y sillas plegables, sobre las mesas, varios telefonos (todos descolgados), mapas topograficos medio podridos, lapiceros desparramados. En el suelo hay cajas de conservas y botellas. No se sabe por que hay un cochecito infantil. El Escritor, sentado a una mesa, descorcha una botella.

– Y esta todo. ?Quien dijo miedo? -pronuncia animoso el Guia.

Es evidente que esta aqui por primera vez: mira con profunda curiosidad, registra todos los rincones. El Escritor, forcejeando con la botella, lo observa entre sombrio e ironico.

– Cuando yo digo que se puede ir es que se puede -prosigue el Guia-. Dame, ?por que tardas tanto? -quita la botella al Escritor y la descorcha habilmente-. ?Donde tesirvo? ?No tienes donde? Bebe delgollete, tu el primero, te lo mereces…

Mientras tanto, el Profesor recorre el local, colocando distraida mente los telefonos en sus soportes. EI Escritor le da un largo tiento a la botella, despues la apoya en la rodilla y se relame.

– ?Que? ?Calienta? -inquiere animadamente el Guia-. ?Ya se ve! E1 Zorro paso aqui unas horas, aqui descanso y se desahogo… Pero tu bebe, bebe, yo tomare otra entera, hay a montones.

– Querido Chingachguk -enfatiza el Escritor-. Yo comprendo que todos sus rodeos no son otra cosa que una forma singular de presentarme sus excusas. Lo perdono. Una infancia desdichada, el medio en que se crio, lo comprendo perfectamente. ?Pero no se haga ilusiones! ?Me vengare sin falta!

El Guia, atareado con una nueva botella, profiere:

– ?En serio?

– Si, si. Yo soy un hombre vengativo como todos los escritores y demas artistas. Desde luego, no pienso liarme a trompadas con usted y menos afin meterle un balazo entre las paletillas… Lo hare todo mucho mis fino. Le clavare debajo de su gorda pelleja tal aguja que el mundo le pareceri un infierno. ?En el mismo cerebro! ?En el sistema nervioso central!…

En este momento suena el timbre de un telefono. Todos se estremecen, luego el Profesor toma indeciso el aparato.

– Si… -dice.

Una voz croante pregunta irritada por el interfono:

– ?Es el dos-veinte, tres-cuarenta y cuatro doce? ?Como funciona el telefono?

– No tengo ni idea -dice el Profesor.

– Gracias, es una prueba de linea.

Se oyen cortos pitidos. Los tres se miran unos a otros y luego al telefono. Y de pronto el Profesor se vuelve de espaldas y marca rapidamente un numero. Su rostro tiene una expresion maliciosa.

– ?Oigo! -responde una voz afonica de hombre.

– Perdona, por favor, si te molesto -dice el Profesor-, pero estoy impaciente por decirte unas palabras. ?Me has reconocido, supongo?

Pausa.

– ?Que quieres?

– Es el edificio viejo, la sala de calderas, cuarto bunker. ?He acertado?

– Ahora mismo llamo a la policia.

– ?Ya es tarde! -pronuncia jubiloso el Profesor-. Estoy fuera de su alcance. ?Sabes donde me encuentro? ?A dos pasos! Estoy a dos pasos del lugar, y tu ya no puedes hacer nada. Llama a donde quieras, escribe delaciones, forma comisiones de expertizacion medica, azuza contra mi a mis empleados, amenaza, haz lo que quieras y cuanto quieras. Te telefoneo para decirte que eres un cretino y que, a pesar de todo, estoy a dos pasos del lugar.

Pausa.

– ?Me oyes? -dice el Profesor.

– ?Tu comprendes que es el fin para ti como cientifico?

– Aguantare. La cosa se lo merece.

– ?Comprendes que te espera la carcel? ?Trabajos forzados?

– ?Basta! Estoy a dos pasos. ?Crees que me puedes asustar ahora?

Pausa.

– ?Dios mio! -pronuncia por fin el invisible interlocutor-. ?A lo que hemos llegado! Hazte cargo. Porque tu hace ya tiempo que no piensas en el trabajo. Tu no eres ni siquiera un Herostrato, tu… Tu simplemente quieres chingarme, echarme chinches en la cacerola de la sopa y te alegras de haberlo conseguido… ?Pero recuerda, demonio, por donde empezo todo! ?Que ideas, que amplitud! Y ahora solo piensas en mi y en ti. ?Donde estan los millones y miles de millones de que hablabamos, los millones, y miles de millones de seres que no saben nada!

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