amigo.
Traicionado. Se sentia traicionado.
Y entonces entro Arlene para acabar de poner las cosas interesantes.
Estaba hecha un desastre. Llevaba el pelo enredado en una marana rojiza, iba sin maquillaje y habia escogido la ropa al azar. Nunca habia visto a Arlene sin el pelo rizado ni todo su brillante maquillaje encima.
Me miro desde arriba (oh, seria feliz cuando pudiera volver a incorporarme) y, durante un segundo, su rostro fue duro como el granito. Pero cuando de verdad me miro a la cara, empezo a derrumbarse.
– Estaba tan furiosa contigo, no podia creerlo. Pero ahora que te veo y compruebo lo que te ha hecho… Oh, Sookie, ?podras perdonarme algun dia?
Maldicion, no queria que estuviera alli. Trate de telegrafiarselo a Jason, y por una vez lo logre, porque puso un brazo alrededor de los hombros de Arlene y se la llevo. Antes de llegar a la puerta ella ya estaba llorando.
– No lo sabia -dijo, apenas coherente-. ?No lo sabia!
– Diablos, yo tampoco-anadio Jason con firmeza.
Me eche una siestecita despues de tratar de ingerir una deliciosa gelatina verde.
Mi gran ilusion por la tarde fue caminar hasta el bano, mas o menos sola. Tambien me sente en la silla durante diez minutos, tras los cuales estaba mas que dispuesta a volver a la cama. Me mire en un espejo que habia en la mesita con ruedas, y lamente que estuviera ahi.
Tenia algo de fiebre, lo suficiente para parecer destemplada y con la piel dolorida. Mi cara era azul y gris, y mi nariz estaba inflada hasta el doble de su tamano. Tenia el ojo derecho hinchado, casi cerrado del todo. Me encogi de hombros, e incluso eso me dolio. Mis piernas… oh, demonios, ni siquiera quise comprobarlo. Me tumbe con mucho cuidado y espere a que aquel dia terminara. Quiza en cuatro dias me sintiera estupendamente. ?Y el trabajo! ?Cuando podria volver a trabajar?
Me distrajo un leve toque en la puerta. Otra maldita visita. Bueno, al menos a esta no la conocia. Era una senora mayor con el pelo azul y gafas de montura roja que paseaba un carrito. Llevaba la bata amarilla que las voluntarias hospitalarias llamadas Damas de la Luz del Sol vestian cuando trabajaban. El carrito estaba lleno de flores para los pacientes de esa ala.
– ?Te traigo un cargamento de buenos deseos! -dijo la senora, alegre.
Sonrei, pero el efecto debio de ser deprimente, porque su alegria se tambaleo un poco.
– Estas son para ti -dijo, sacando una planta de interior decorada con un lazo rojo-. Aqui esta la tarjeta, carino. Veamos, estas tambien son para ti-ahora se trataba de un arreglo floral que contenia capullos de rosas, claveles rosas y gisofila blanca. Tambien saco su tarjeta. Inspeccionando el carrito, anadio-: ?Vaya, eres una chica con suerte! Aqui hay algo mas.
El centro del tercer presente floral era una extrana flor roja que nunca antes habia visto, rodeada por una hueste de flores mas comunes. Lo observe dubitativa. La Dama de la Luz del Sol me la presento obediente junto a la tarjeta que colgaba del plastico.
Despues de que se marchara de la habitacion con una sonrisa, abri los pequenos sobres. Observe con cierta ironia que me movia con mas facilidad cuando estaba de mejor humor.
La planta de interior era de Sam y de 'todos tus companeros de trabajo en Merlotte's', segun decia la carta, aunque la letra era solo la de Sam. Acaricie las brillantes hojas y me pregunte donde la pondria cuando me la llevara a casa. El arreglo era de Sid Matt Lancaster y Elva Deene Lancaster. Pues vaya. El de la peculiar flor roja en el centro (en mi opinion, aquella flor parecia casi obscena, como las partes intimas de una mujer) era sin duda el mas interesante de los tres. Abri la tarjeta con cierta curiosidad. Solo llevaba una firma: 'Eric'.
Eso era lo unico que me faltaba. ?Como demonios se habia enterado de que estaba en el hospital? ?Y por que no tenia ninguna noticia de Bill?
Tras tomar una deliciosa gelatina roja de cena, me concentre en la television durante un par de horas, ya que no tenia nada que leer y, de todos modos, mis ojos no estaban para eso. Mis hematomas se hacian mas coloridos a cada hora que pasaba y me sentia cansada hasta los huesos, a pesar de que solo habia caminado una vez hasta el bano y dos alrededor de la habitacion. Apague la television y me tumbe de lado. Me quede dormida, y el dolor que sentia por todo el cuerpo se filtro en mis suenos y me hizo tener pesadillas. En ellas corria, corria a traves del cementerio, temiendo por mi vida, cayendo sobre las losas y a tumbas abiertas, donde me encontraba a toda la gente que sabia que estaba alli: mi padre y mi madre, mi abuela, Maudette Pickens, Dawn Green, incluso un amigo de la infancia que se mato en un accidente de caza. Yo tenia que buscar una lapida en particular; si la encontraba, me salvaria. Todos volverian a sus tumbas y me dejarian sola. Corri de una a otra, poniendo la mano encima de ellas, con la esperanza de que cada una fuera la adecuada. Gimotee.
– Carino, estas a salvo-me llego una voz familiar.
– Bill-murmure. Me gire hacia una losa que aun no habia tocado. Cuando puse mis dedos sobre ella se dibujaron las letras de 'William Erasmus Compton'. Como si me hubieran echado un jarro de agua fria, abri los ojos y respire hondo para gritar, pero la garganta me dolio intensamente. Tosi por el exceso de aire, y el dolor que senti al hacerlo consiguio que me despertara del todo. Una mano recorrio mi mejilla, y sus frios dedos resultaban muy agradables contra mi piel caliente. Trate de no lloriquear, pero un pequeno ruidito logro abrirse paso entre mis dientes.
– Vuelvete hacia la luz, querida-dijo Bill con voz amena y cotidiana.
Me habia quedado dormida dando la espalda a la luz que habia dejado encendida la enfermera, la del bano. Obediente, me deje caer sobre la espalda y contemple a mi vampiro.
Bill siseo.
– Lo matare -dijo, con una ferrea certeza que me asusto hasta la medula.
Habia tension suficiente en el cuarto como para enviar una flota de histericos en busca de sus tranquilizantes.
– Hola, Bill -grazne-. Yo tambien me alegro de verte. ?Donde has estado tanto tiempo? Gracias por devolverme todas las llamadas.
Eso lo paro en seco. Parpadeo. Pude ver que hacia un esfuerzo por calmarse.
– Sookie-dijo-, no te he llamado porque queria contarte en persona lo que ha sucedido. -No pude interpretar la expresion de su rostro, pero si tuviera que arriesgarme hubiera dicho que parecia orgulloso de si mismo.
Se detuvo e inspecciono todas las zonas visibles de mi cuerpo.
– Esto no me duele-grazne servicial, alargandole la mano. La beso, cerniendose sobre ella de un modo que envio un debil hormigueo por todo mi cuerpo. Y un debil hormigueo era mas de lo que me sentia capaz de soportar.
– Dime lo que te han hecho -me ordeno.
– Entonces agachate para que pueda susurrar. Hablar me duele.
Arrastro una silla hasta ponerla junto al lecho, bajo la barandilla de la cama y apoyo la barbilla sobre sus brazos. Su cara quedaba a unos diez centimetros de la mia.
– Tienes la nariz rota-observo.
Gire los ojos.
– Menos mal que lo has descubierto -susurre-. Se lo dire a la doctora en cuanto la vea.
Entrecerro los ojos.
– Deja de tratar de desviar mi atencion.
– Vale. La nariz rota, dos costillas y una clavicula.
Pero Bill queria examinarme por completo y bajo la sabana. Mi verguenza fue absoluta. Por supuesto, llevaba puesta una terrible bata de hospital (que ya era deprimente de por si), no me habian banado como era debido, mi rostro mostraba varios colores distintos y estaba despeinada.
– Quiero llevarte a casa -anuncio, despues de recorrerlo todo con sus manos y examinar con minuciosidad cada rasguno y cada corte. El Vampiro Medico. Le indique con la mano que se acercara.
– No -dije con un halito. Senale a la bolsa de goteo. La contemplo con cierta suspicacia, aunque sin duda tenia que saber de que se trataba.