– Yo podria salvar este monasterio, comisionado -aseguro.

– El futuro del monasterio es un asunto que solo puedo discutir con lord Cromwell -respondi con la boca seca; por un instante, habia creido que iba a empujarme al vacio-. Ya he visto todo lo que queria ver. Aqui no hay nada escondido. Volvamos abajo.

Descendimos en silencio. En mi vida me habia alegrado tanto de volver a pisar tierra firme.

– ?Os pondreis en camino de inmediato? -me pregunto el prior.

– Si, pero Mark Poer asumira mis atribuciones mientras este fuera.

– Cuando hableis con lord Cromwell, ?mencionareis lo que os he dicho, senor? Por favor. Yo podria ser su hombre.

– Tengo muchas cosas que decirle -le respondi con sequedad-. Y, ahora, debo marcharme.

Di media vuelta y me dirigi a la enfermeria a toda prisa. De pronto, la impresion por la muerte de Gabriel me afecto como no lo habia hecho en su momento; mientras cruzaba la sala camino de mi habitacion, la cabeza me daba vueltas y las piernas amenazaban con dejar de sostenerme. No encontre a Mark, que no obstante habia preparado una alforja con mis documentos, una muda de ropa y algo de comida. Me sente en la cama temblando de pies a cabeza. De pronto, rompi a llorar como un nino, y deje que las lagrimas fluyeran libremente. Lloraba por Gabriel, por Orphan y por Simon, y tambien por Singleton. Y por mi propio terror.

Cuando empezaba a calmarme y estaba lavandome la cara en la jofaina, oi llamar a la puerta. Pense que tal vez era Mark, que habia venido a decirme adios, pero al abrir me encontre con Alice.

– Senor, un criado ha traido vuestro caballo -dijo la muchacha, sorprendida de mi alteracion-. Si no quereis perder el barco, deberiais poneros en camino.

– Gracias, Alice.

Cogi la alforja y me dirigi a la puerta, pero Alice no se aparto.

– Senor, me gustaria que os quedarais.

– Debo partir a Londres, Alice. Alli tal vez obtenga algunas respuestas que podrian poner fin a este horror.

– ?Sobre la espada?

– Si, sobre la espada. -Respire hondo-. Mientras este ausente, no salgas si puedes evitarlo.

Alice no respondio. Sali a toda prisa por miedo a decir algo que podria lamentar si permanecia a su lado un momento mas. La mirada que me lanzo cuando pase a su lado era indescifrable. El mozo de cuadra me esperaba ante la puerta de la enfermeria sujetando las riendas de Chancery, el cual, al verme, azoto el aire con su blanca cola y solto un relincho. Le acaricie el flanco, contento de que al menos hubiera un ser vivo que me demostraba afecto. Monte con las dificultades de costumbre y me dirigi hacia el porton, que Bugge mantenia abierto. Antes de abandonar el monasterio, me volvi y contemple el patio cubierto de nieve, aunque no sabria decir por que lo hice. Luego, me despedi del portero con un leve movimiento de cabeza y conduje a Chancery hacia el camino de Scarnsea.

27

El viaje a Londres transcurrio sin incidentes. Tuvimos vientos favorables, y el pequeno barco, un carguero de dos palos, se dejo arrastrar Canal arriba por una fuerte corriente. En el mar aun hacia mas frio que en tierra, y navegamos sobre olas plomizas bajo un cielo gris. Yo me encerre en el pequeno camarote, del que solo salia cuando el olor a lupulo se me hacia insoportable. El patron era un hombre hosco y de pocas palabras, ayudado por un muchacho enclenque; ambos rechazaron mis intentos de iniciar una conversacion sobre la vida en Scarnsea. Sospecho que el patron era papista, porque una de las veces que subi a cubierta lo sorprendi murmurando y desgranando un rosario, que se guardo en el bolsillo en cuanto me vio.

Pasamos dos noches en el mar, y dormi bien, abrigado con varias mantas y mi capa. En gran parte, tenia que agradecerselo a la pocion del hermano Guy; ademas, ahora que estaba lejos del monasterio, comprendia hasta que punto me angustiaba aquella vida de constante miedo y sobresaltos. En semejante ambiente, no era extrano que Mark y yo hubieramos discutido; tal vez pudieramos arreglar las cosas cuando todo aquello hubiera acabado. Imagine al muchacho instalandose en casa del abad. Estaba seguro de que haria oidos sordos a mis instrucciones sobre Alice; despues de todo, era lo que habia dado a entender en nuestra ultima conversacion. Supuse que Alice le contaria lo que yo le habia confesado sobre mis sentimientos hacia ella durante nuestra excursion por la marisma, y note que enrojecia de verguenza. Tam bien estaba preocupado por su seguridad, pero me dije que, si Mark se quedaba en casa del abad, salvo para hacer las inevitables y frecuentes visitas a la enfermeria, y Alice se limitaba a cumplir sus obligaciones, sin duda nadie tendria ningun motivo para hacerles dano.

Llegamos a Billinsgate la tarde del tercer dia, tras una breve espera ante la desembocadura del Tamesis para que cambiara la marea. Las margenes del estuario estaban cubiertas de nieve, pero no tan uniformemente como en Scarnsea. Desde la cubierta, distingui una reluciente placa de hielo en la orilla mas alejada. El patron siguio mi mirada y me dirigio la palabra casi por primera vez en todo el viaje.

– Esta visto que el Tamesis acabara helandose, como el ano pasado.

– Podria ser, si.

– Recuerdo que el invierno pasado el rey y la corte cruzaron el Tamesis a caballo. ?Lo visteis, senor?

– No. Estaba en un juicio. Soy abogado.

No obstante, recordaba la descripcion que me habia hecho Mark. El chico estaba trabajando en Desamortizacion cuando oyo que el rey cabalgaria sobre el hielo del Tamesis desde Whitehall hasta el palacio de Greenwich, donde celebraria la Navidad, con toda la corte, y queria que los empleados de Westminster se unieran al cortejo. Por supuesto, era pura politica; se acababa de acordar una tregua con los rebeldes del norte, y su cabecilla, Robert Aske, habia llegado a Londres provisto de un salvoconducto para parlamentar con el rey. El rey queria exhibirse ante los londinenses para demostrarles que la rebelion no le amargaria las fiestas. Mark no se cansaba de contar que todos los escribientes tuvieron que presentarse en el rio cargados con sus papeles y obligar a sus asustados caballos a bajar al hielo.

El suyo casi lo tiro cuando el rey en persona, una figura corpulenta en un enorme caballo de batalla, paso junto a el, acompanado por la reina Juana en su diminuto palafren y seguido por todas las damas y los caballeros de la corte y por los sirvientes de palacio. Por ultimo, Mark y el resto de los maestros y escribientes se unieron a la magnifica comitiva, que avanzaba dando vivas y gritando sobre caballos y carruajes que resbalaban y patinaban eij el hielo, mientras medio Londres los contemplaba desde las ventanas. Los empleados solo estaban alli para contribuir al espectaculo; aquella noche tuvieron que volver cruzando el puente de Londres, cargados con sus papeles y sus libros de contabilidad. Recuerdo haberlo comentado con Mark meses mas tarde, cuando detuvieron a Aske por traicion.

– Dicen que lo colgaran en York, cargado de cadenas -me conto Mark.

– Se rebelo contra el rey.

– Pero le concedieron un salvoconducto. ?Si hasta lo agasajaron en la corte cuando vino por Navidad!

– Circa regna tonat-dije citando a Wyatt-. «En torno a los tronos, retumba el trueno.»

El barco cabeceo; la marea estaba cambiando. El patron maniobro hacia el centro del rio, y poco despues la gran aguja de San Pablo aparecio ante nuestros ojos descollando entre diez mil tejados cubiertos de nieve.

Habia dejado a Chanceryen un establo de Scarnsea, de modo que, una vez en tierra, fui a casa dando un paseo mientras el sol empezaba a ponerse. La espada que habiamos encontrado en el estanque me golpeaba la pierna y me hacia sentir incomodo; la habia metido en la vaina de Mark, que era demasiado pequena para ella, y no estaba acostumbrado a llevar armas.

Por una vez, me alegre de mezclarme con la muchedumbre de la capital y sentirme un londinense mas, en lugar de objeto de miedo y odio. Ver de nuevo mi casa me levanto los maltrechos animos, tanto como el recibimiento que me dispenso Joan. No la habia prevenido de mi regreso, y solo tenia una vieja y correosa gallina para prepararme la cena, pero aun asi fue una alegria volver a sentarme a mi mesa, de la que me fui directamente a la cama, porque disponia de un solo dia en Londres y tenia demasiadas cosas que hacer.

Вы читаете El gallo negro
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату