– Tambien puedo ayudaros a encontrar alojamiento. Os dare mi direccion antes de que os vayais. Hacedme una visita, ?de acuerdo?
– ?No os perjudicara relacionaros conmigo? -No volvere a trabajar para lord Cromwell. Vivire mas tranquilo si me dedico a mi despacho. Y asi podre pintar.
– Tened cuidado, Matthew -me susurro Guy echando un vistazo a nuestras espaldas-. No creo que os convenga pasearos charlando amistosamente conmigo en presencia de sir Gilbert.
– Al diablo con Copynger. No soy tan tonto como para hacer algo que viole la ley. Y, aunque tal vez no sea el reformista que fui, tampoco me he vuelto papista.
– Eso no es suficiente proteccion en estos dias.
– Puede que no. Pero si nadie esta seguro, y ciertamente nadie lo esta, prefiero no estarlo ocupandome de mis propios asuntos en mi casa. -Pasamos ante la casa del abad, que ahora era la de Copynger. Un jardinero estaba esparciendo estiercol de caballo alrededor de los rosales-. ?Ha arrendado mucha tierra Copynger?
– Mucha, si, y muy barata.
– Ha tenido suerte.
– ?Y vos? ?No os han recompensado?
– No. Consegui encontrar al asesino, recuperar el oro robado y obtener la cesion del monasterio, pero no lo bastante deprisa para Cromwell. -Hice una pausa y me acorde de todos los que habian muerto-. No. No lo bastante deprisa.
– Hicisteis todo lo humanamente posible.
– Tal vez, aunque a veces pienso que, si hubiera sido capaz de dejar a un lado la antipatia que me inspiraba Edwig, habria conseguido ser mas objetivo y penetrar en su alma. Aun hoy me cuesta aceptar que alguien tan ordenado y puntilloso como el estuviera tan profundamente trastornado. Tal vez utilizaba ese orden, esa obsesion por los numeros y el dinero, para mantenerse bajo control. Puede que sus suenos de sangre le dieran miedo.
– Ruego a Dios que fuera asi.
– Pero lo cierto es que esa obsesion por los numeros acabo alimentando su locura -dije, y solte un suspiro-. Descubrir la verdad nunca es facil.
Guy asintio.
– Se necesita paciencia, coraje y esfuerzo, si lo que se desea encontrar es la verdad…
– ?Sabiais que Jerome murio?
– No. No sabia nada de el desde noviembre, cuando se lo llevaron.
– Cromwell lo hizo encerrar en las mazmorras de Newgate, donde mataron de hambre a sus hermanos. Murio poco despues.
– Dios acoja su alma torturada. -El hermano Guy hizo una pausa y me miro dubitativo-. ?Sabeis que ha sido de la mano del Buen Ladron? Se la llevaron el mismo dia que a Jerome.
– No. Supongo que se quedarian con las esmeraldas y fundirian el relicario. La mano debe de haber sido pasto de las llamas.
– Era autentica, ?sabeis? Existen pruebas solidas.
– ?Aun creeis que podia obrar milagros? -Guy no respondio; durante unos instantes seguimos caminando en silencio y entramos en el cementerio de los monjes, donde los obreros seguian retirando lapidas; en el camposanto laico, los panteones familiares habian quedado reducidos a pilas de cascotes-. Decidme, hermano, ?que ha sido del abad Fabian? -le pregunte al fin-. Tengo entendido que le negaron la pension por no firmar el documento de cesion.
Guy movio la cabeza con pesar.
– Vive con su hermana, que es costurera en Scarnsea. No ha mejorado. Hay dias que se empena en ir a cazar o visitar a los terratenientes locales, y su hermana se las ve y se las desea para impedir que salga a la calle vestido pobremente y montado en un jamelgo. Le he prescrito algunas medicinas, pero no han servido de nada. Ha perdido la cabeza.
– «?Como han caido los poderosos!» -cite.
Comprendi que, inconscientemente, habia dirigido nuestros pasos hacia la huerta. Al ver la muralla, se me hizo un nudo en la garganta y me detuve en seco.
– ?Volvemos? -me pregunto Guy con suavidad.
– No. Sigamos.
Nos acercamos a la puerta que conducia a la marisma. Saque mi juego de llaves y la abri. Salimos al camino y contemplamos el lugubre paisaje. La balsa que cubria la marisma en noviembre habia desaparecido hacia tiempo y ahora se extendia ante nosotros un silencioso yermo marron salpicado de canaverales que se mecian en la brisa y se reflejaban en las charcas de agua estancada. El rio iba crecido; el viento del mar despeinaba las plumas de las gaviotas posadas en las margenes.
– Me visitan en suenos -murmure tras un largo silencio-. Mark y Alice. Los veo braceando en el agua, hundiendose, pidiendo auxilio… A veces me despierto gritando -anadi con voz ahogada-. Aunque de distinto modo, los queria a los dos.
El hermano Guy me miro con expresion dubitativa; al cabo de unos instantes, se llevo la mano al interior del habito, saco un papel doblado y cubierto de arrugas y me lo tendio.
– No sabia si debia mostraros esto. Temia que os hiciera mas dano que otra cosa.
– ?Que es?
– Lo encontre hace un mes sobre el escritorio de mi gabinete. Una manana entre y alli estaba. Supongo que algun contrabandista soborno a un hombre de Copynger para que lo dejara alli. Es de ella, pero la escribio el.
Abri la carta y empece a leer la clara letra redonda de Mark.
Volvi a doblar la carta y clave los ojos en el estuario.
– Ni siquiera me mencionan.
– Es una carta de Alice dirigida a mi. No podian saber que volveriamos a vernos.
– Asi que estan vivos y bien… ?Mal rayo los parta! Puede que ahora deje de sonar con ellos. ?Puedo decirselo al padre de Mark? Esta destrozado. Solo le dire que me han informado de que Mark esta vivo.
– Por supuesto.
– Alice tiene razon. Ya no hay ningun sitio seguro en el mundo, ninguna certeza. A veces pienso en el hermano Edwig y su locura: creia que podia comprar el perdon de Dios por sus crimenes con dos alforjas de oro robado. Puede que todos estemos un poco locos. La Biblia dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, pero me parece que nosotros lo hacemos y lo rehacemos a la imagen que mejor se adapta a nuestras cambiantes necesidades. Me pregunto si El lo sabe o le importa. Todo se disuelve, hermano Guy, todo es disolucion.
Nos quedamos callados observando las gaviotas que se abatian sobre el rio, mientras a nuestras espaldas se