– ?Freddie! -Dave Yates se retorcio avergonzado, al tiempo que trataba de negarlo. Era despreocupado, agradable, pero no siempre de buen juicio.

– Yo no… -Brett empezo el relato con fingida indignacion.

Lo mire con profunda tristeza y lo interrumpi.

– ?Donde lo levantaron y cuanto les ofrecio?

– Dave lo arreglo -acuso Brett.

– Pero te dieron tu parte -afirme, dando el hecho por sabido.

– Brett le pidio mas -espeto Dave furioso-. Se lo exigio.

– Si, bueno, tranquilicense -empece a caminar de regreso a la casa-. Sera mejor que piensen lo que van a decirle a la policia. Por ejemplo, ?les dijo como se llamaba?

– No -respondio Dave.

– ?O les dio alguna razon para querer que lo llevaran?

– Su auto se descompuso -explico Dave-. Se encontraba en la gasolinera de South Mimms, deambulando cerca de las bombas de diesel. Intentaba convencer al conductor de un camion cisterna de gasolina para que lo llevara a Bristol. Le ofrecio un punado de dinero, pero ese camion iba con rumbo a Southampton.

– ?Que estaban haciendo en las bombas de diesel en todo caso? No tenian ninguna necesidad de cargar mas combustible. No, si solo habian realizado un viaje de ida y vuelta a Newmarket.

– A Dave le dolia mucho el estomago -respondio Brett-. Sufria retorcijones. Teniamos que detenernos para conseguir algo.

– Imodium -confirmo Dave, mientras asentia-. Solo pasaba por las bombas al regresar, ?comprendes?

Con animo en extremo sombrio, entre pensativo en la casa, cruce por la puerta trasera hasta llegar al recibidor, luego gire a la izquierda y me dirigi hacia la amplia habitacion de uso multiple en la que por lo general pasaba gran parte de mi tiempo. Recorri las cortinas, que revelaron el camion de caballos estacionado en el asfalto, y alli permaneci inmovil, contemplandolo, mientras llamaba por telefono a la policia.

El alguacil local que contesto a mi llamada me conocia muy bien. Ambos habiamos pasado gran parte de nuestras vidas en el centro hipico de Pixhill, un pueblo grande que se extendia sobre un pliegue de terreno en Hampshire, al sur de Newbury.

– ?Sandy? -dije cuando contesto-. Habla Freddie Croft. Tengo un pequeno problema. Uno de mis conductores trajo a un hombre que les pidio autostop; parece que murio durante el viaje. ?Te molestaria venir? Esta fuera de mi casa, no en la granja.

Sandy se aclaro la garganta.

– ?Estas bromeando?

– Lamentablemente, no.

– Bueno, de acuerdo. Estare ahi en diez minutos.

El simbolico cuerpo de policia de Pixhill estaba constituido solo por el. La comisaria era una oficina en la casa de Sandy, en la que su principal actividad era anotar los registros de las rondas diarias que realizaba en su patrulla. Fuera de las horas habiles, como en ese momento, veia el televisor, bebia una cerveza y mimaba despreocupadamente a la madre de sus hijos, una dama robusta que siempre llevaba puestas sus chinelas de noche.

En los diez minutos prometidos de espera, antes de que Sandy apareciera en su auto oficial por mi camino asfaltado, con su aire pretencioso y llevando consigo todas las linternas de que disponia, no logre averiguar mucho mas acerca de nuestro inoportuno huesped fallecido.

– ?Como iba a saber que se nos moriria en el camino? -pregunto Dave cuando colgue el auricular-. Insistia en que tenia que llegar a Bristol para la boda de su hija o algo asi.

– ?Hablaron con el de algo mas? -inquiri.

– No, nada mas -repuso Dave.

– Le dije a Dave que era un grave error -se quejo Brett.

– ?Callate! -ordeno Dave-. No adverti que te rehusaras.

– ?Y tampoco ninguno de los dos alcanzo a notar que estaba muriendose? -sugeri con ironia.

La idea los incomodo. Pero no, al parecer no se dieron cuenta.

– Pense que iba dormido -respondio Dave, y Brett asintio con la cabeza-. Asi que -prosiguio Dave-, cuando no pudimos despertarlo, quiero decir, queriamos que se bajara en la gasolinera de Chieveley para que pudiera conseguir que alguien mas lo llevara a Bristol… Bueno, ahi estaba… muerto… y no pudimos rodarlo al piso, ?verdad?

No pudieron, convine. De modo que decidieron traerlo a mi puerta, igual que los gatos traen a casa un pajaro muerto.

En ese momento llego Sandy, quien todavia iba abotonandose de prisa su uniforme azul marino. Iba a hacerse cargo de la situacion al estilo un tanto pomposo que habia desarrollado a traves de los anos. Una simple mirada al cadaver lo decidio a pedir ayuda por el radio de su auto, lo que dio como resultado la pronta llegada de un medico y una sarta de preguntas sin respuesta.

Aparentemente, el muerto deberia tener cuando menos un nombre, que descubrieron en su billetera repleta de tarjetas de credito. Mientras el medico realizaba su examen, Sandy bajo de la cabina y me la mostro.

– K. K. Ogden. Se llama Kevin Keith Ogden -comento Sandy, al tiempo que revisaba el contenido con los dedos regordetes-. Vivia en Nottingham. ?Significa algo para ti?

– Nunca oi hablar de el -replique-. ?De que murio?

– Un ataque al corazon, tal vez. El doctor no podra asegurarlo antes de realizar el examen Post mortem. No hay rastros de maniobras sucias, si a eso te refieres.

– ?Entonces puedo usar el camion manana?

– No veo por que no -medito con sensatez-. Es posible que quieras limpiarlo.

– Si -repuse-. Siempre lo hago.

La cintura de Sandy, de cuarenta anos de edad, se habia vuelto voluminosa, y las mejillas y la quijada estaban tan fofas que parecian hinchadas, lo que le daba un aire simplon, escaso de inteligencia, que no dejaba de ser enganoso. En una epoca, sus superiores lo habian apostado lejos de Pixhill, con la creencia de que un oficial de policia se volvia demasiado sociable e indolente si permanecia mucho tiempo en una localidad pequena. Durante la ausencia de Sandy, sin embargo, el indice de delitos menores se incremento en Pixhill, mientras que el de averiguacion se desplomo. Despues de un tiempo, Sandy Smith fue reinstalado en su puesto de alguacil de policia, sin muchos aspavientos.

El joven y sagaz doctor Bruce Farway, recien llegado a Pixhill, que ya habia conseguido alejar a la mitad de sus pacientes al tratarlos con una condescendencia insufrible, bajo de la cabina y me ordeno de manera busca no mover el cadaver antes de que hiciera los arreglos para que se lo llevaran. Imposible diagnosticar ni asomo de humildad o sentido humanitario en el.

Lo dejamos dando energicas instrucciones por el telefono de su automovil, mientras Sandy y yo nos encaminamos hacia la casa, donde Sandy Smith tomo las breves declaraciones de Dave y Brett. Con toda seguridad habria una investigacion, les informo, pero no les quitaria mucho tiempo.

'Demasiado', pense con enojo, y ambos adivinaron mi humor. Poco despues, el alguacil los dejo en libertad de ir a la taberna, donde se encargarian de esparcir la noticia a traves del chismorreo local. Sandy cerro su libreta, esbozo una sonrisa indiferente y luego condujo de regreso a su casa para telefonear a la policia de la ciudad natal del occiso. Solo se quedo Bruce Farway, que aguardaba con impaciencia, cerca de su auto, la llegada del transporte que se llevaria a Kevin Keith Ogden.

Le pregunte si le gustaria esperar en la casa y acepto titubeante, encogiendose de hombros. En la sala espaciosa, le ofreci una bebida alcoholica, Coca-Cola o cafe.

– Nada -replico.

Con una mueca en los labios, examino la hilera de fotografias enmarcadas de carreras de caballos que colgaba de la pared; en casi todas aparecia yo, en mi epoca de jockey, montado en el lomo de caballos de salto elevado. En un pueblo pequeno, dedicado a la crianza de caballos de carreras de pura sangre, habia escuchado por casualidad a Bruce Farway mencionar que las personas que vivian para las carreras de caballos malgastaban sus vidas. Solo el servicio abnegado que se presta a los demas, como, por ejemplo, el que brindan medicos y enfermeras, es digno de elogio. Nadie entendia por que habia llegado a Pixhill un hombre como el.

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