Mientras Sandy y el pesquisidor subian a la cabina, me puse en cuclillas junto a los objetos y abri la cremallera del maletin.

– No creo que este bien hacer eso -protesto Farway.

El maletin, a medio llenar, contenia los efectos personales de Ogden para una sola noche: estuche de afeitar, piyama, camisa limpia, nada fuera de lo comun. Cerre la cremallera y abri de golpe el portafolios, que no estaba asegurado con llave.

– ?Oiga! -exclamo Farway-. No tiene ningun derecho…

– Si un hombre se muere dentro de mi propiedad -conteste de manera razonable-, me gustaria saber quien era.

Me parecio que el escaso contenido no aportaba ninguna informacion valiosa al respecto. Una calculadora. Una libreta de notas, en la que no habia nada escrito. Un frasco de aspirinas, una caja de tabletas para la indigestion, dos botellas pequenas de vodka, como las que ofrecen en las lineas aereas, ambas llenas. Cerre el portafolios y me puse de pie.

– Todo suyo -comente.

Los empleados de la funeraria se tomaron su tiempo y, cuando por fin sacaron a Kevin Keith lo hicieron por la puerta delantera de pasajeros, no por la de los mozos de espuelas que se encontraba mas atras y por la que todos, hasta ese momento, habiamos subido para poder llegar al asiento posterior. El cadaver yacia en la camilla y con los pies por delante, envuelto como masa amorfa en una lona gruesa sujetada por correas. Levantaron la camilla y la metieron en la carroza funebre. De ahi trasladaron el cuerpo de Ogden a un ataud de metal.

Farway, mas acostumbrado a los cadaveres que yo, tomo el retiro de este de manera prosaica. Me comento que el no realizaria personalmente el examen post mortem, pero que le parecia un paro cardiaco indiscutible. Me dio las buenas noches en un tono insulso, subio a su auto y siguio a la carroza funebre mientras se alejaba del estacionamiento asfaltado. Sandy se llevo el maletin y el portafolios de Ogden y condujo con tranquilidad detras de ellos.

De repente todo parecio quedar en silencio. Levante la mirada hacia las estrellas eternas y me pregunte preocupado si Kevin Keith Ogden, cuando iba acostado en el asiento largo de imitacion de cuero, detras de un motor que rugia, se habia dado cuenta de que estaba muriendose.

Pense que lo mas probable hubiera sido que no. En algunas ocasiones que perdi el conocimiento debido a alguna caida ocurrida durante las carreras, la ultima cosa que habia distinguido era una Vision, como un torbellino, de cesped y cielo. Despues del impacto, no habria podido saber si me habia muerto; y pensaba algunas veces, cuando despertaba agradecido, que una muerte imprevista seria una bendicion.

Subi nuevamente a la cabina. Brett Gardner habia dejado puesta la llave de ignicion, otro de los tabues de mi libro. Retire el llavero, salte presto por la puerta de pasajeros y la cerre detras de mi. Las puertas delanteras de ambos lados se cerraban con la misma llave que ponia en marcha el motor. Cerre la puerta del conductor y con la segunda llave asegure la puerta de los mozos de cuadra. Una tercera llave cerraba el pequeno compartimiento bajo el tablero, que examine y encontre asegurado. Contenia el interruptor de corriente del telefono y varios documentos.

Volvi a rodear el camion para poder inspeccionarlo otra vez. Todo parecia estar bien. Las dos rampas de los caballos se encontraban arriba y aseguradas. Las cinco puertas de acceso, dos para los asientos delanteros y tres para los acompanantes, tambien estaban intactas. A pesar de todo, me senti inquieto. Regrese a la casa y cerre con llave la puerta trasera. Alargue la mano para apagar las luces exteriores, pero cambie de opinion y las deje encendidas.

Por la noche, acostumbrabamos guardar la flotilla en un corral grande que habia transformado y al que le habia mandado construir paredes de ladrillo. Las amplias puertas de la entrada estaban bien aseguradas con candados. El camion para transportar nueve caballos estaba solo sobre el asfalto y parecia extranamente vulnerable, aun cuando rara vez se robaban un camion de ese tamano. Tenia demasiados numeros de identificacion grabados en muchas partes, sin contar con el nombre Croft Raceways, que estaba pintado en seis lugares.

Recalente el viejo estofado, lo rocie con un poco de vino tinto para hacerlo mas apetitoso y me comi el resultado final. Despues hice unas cuantas llamadas telefonicas para verificar con el jefe de mis conductores que todos los demas camiones estuvieran ya en la granja. Aparentemente, los demas viajes del dia habian transcurrido sin novedad y conforme a lo previsto. Todos los conductores habian llenado las hojas de sus cuadernos de bitacora y las habian echado en el buzon de la oficina. Los candados estaban colocados en las puertas. Nadie podia tener acceso a las llaves en ninguna parte. A pesar del pasajero muerto, el mensaje general que recibi era que el jefe podia irse a la cama y descansar.

El jefe, al final, hizo exactamente eso, aunque desde mi habitacion alcanzaba a ver con toda claridad el camion estacionado bajo las luces. Deje abiertas las cortinas y me desperte varias veces debido a la brillantez externa poco comun. Cerca de las tres de la manana, mi sueno se vio perturbado repentinamente por un destello de luz que se movia por el techo.

Descalzo y vestido con pantaloncillos cortos para dormir, me levante y fui a la ventana, temblando de frio. Nada parecia haber cambiado a primera vista. Me encogi de hombros y di media vuelta para regresar a la cama. Entonces me detuve, alarmado.

La puerta de los mozos de cuadra, por la que poco antes habiamos subido al camion, estaba entreabierta, no bien cerrada como yo la habia dejado. Observe atentamente, pero no habia lugar a equivocacion. El destello de luz que vi tenia que ser un reflejo de la ventanilla, ya que la puerta se hallaba abierta.

Sin importar mi vestimenta, corri escaleras abajo y me dirigi a la puerta trasera, la abri, me puse con rapidez unas botas de goma y tome un impermeable viejo que estaba colgado de la percha. Al tiempo que trataba de meter los brazos en las mangas, corri por el asfalto y abri la puerta de par en par.

Adentro habia una silueta vestida de negro. Se sorprendio tanto de verme como yo a el. Al principio estaba de espaldas hacia mi; entonces, cuando giro con una exclamacion feroz, que sono mas a una explosion de aliento que se le escapaba que a una verdadera palabra, alcance a ver que llevaba la cabeza cubierta con una capucha negra, los ojos brillaban a traves de los agujeros.

El intruso salto hacia adelante dentro de la cabina y trato de escapar por la puerta del pasajero, pero yo corri por el suelo y lo intercepte.

– ?Que demonios esta haciendo? -grite. Me lanzo un fuerte puntapie que me obligo a retroceder por unos instantes.

Insensatamente, trate de subir al estribo para ir tras el. La figura de negro alcanzo a tirar de una manta para caballos y la arrojo sobre mi, mientras yo intentaba subir. Cai sobre un monton de objetos que estaba en el piso de asfalto. El hombre de la mascara negra salto sobre el asiento del conductor, quito el seguro de la puerta de ese lado, brinco al suelo y corrio entre las sombras. Me levante disgustado, mientras lograba zafarme de la manta y me abotonaba el impermeable, tratando en vano de localizar los sonidos de las pisadas que se alejaban.

Todo esto no tenia sentido. No habia nada en el camion que valiera la pena robar, salvo, tal vez, el radio o el telefono, pero la figura de negro tampoco parecia estar asaltando. En realidad no parecia estar haciendo nada en particular, solo estaba parado en la cabina con la espalda vuelta hacia mi. Habia polvo y huellas de suciedad en su ropa. Por lo que podia recordar, el hombre no llevaba ninguna herramienta, ni siquiera una linterna. Si habia abierto la puerta de mozos de espuela con una llave o algun otro instrumento, tenia que haberselo guardado en el bolsillo. La cerradura de esa puerta se encontraba en la manija. Sin embargo, no habia ninguna llave en la cerradura ni senales de violencia o de que hubiera tratado de forzarla.

Muerto de frio y enojado, arroje la manta en la cabina, volvi a cerrar la puerta de mozos de espuela y las dos puertas delanteras y regrese a la casa a buscar las llaves para asegurarlas de nuevo.

Por consideracion a mis alfombras, me quite las botas y camine por el recibidor y la sala hasta llegar al escritorio. Saque las llaves del cajon, volvi sobre mis pasos, me puse las botas otra vez y con cierta torpeza me dirigi al camion.

Al acercarme, incredulo vi una vez mas una sombra negra que se movia dentro de la cabina. Estaba situada detras del asiento del conductor, inclinada sobre el compartimiento que se extendia a todo lo ancho de la cabina y por encima de los asientos delanteros. Los conductores y mozos utilizaban ese espacioso compartimiento para guardar sus pertenencias.

La ocupada figura en la cabina me descubrio y antes de que pudiera darle alcance, se habia echado a correr. Sin perderla de vista ni un momento, sali dificultosamente tras ella, pues los pies descalzos se me resbalaban dentro de las botas. Se encamino hacia el sendero de la entrada y parecio desvanecerse entre las sombras al llegar

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