di todos los pormenores sobre John Tigwood, el filantropo que gustaba del lucro.

Isobel volvio a llamar a la mitad de la competencia, alrededor ha a de las cuatro, para informar que todo estaba bien y que se iba acasa. Uno de los caballos locales que Harvey habia llevado a Cheltenham habia ganado. '?Estaba enterado?'

– Si. ?Es fantastico!

Cuando terminaron las carreras, Lizzie y yo apagamos el televisor y conversamos de temas generales. Mas tarde Aziz telefoneo directamente a mi casa.

– Estoy en una cabina ubicada en la gasolinera de Chieveley -indico-. Queria hablar contigo sin que me escucharan.

– ?Que sucede?

– Es mi primer dia de trabajo contigo y yo… -se detuvo, tratando de encontrar las palabras adecuadas-. ?Te importaria mucho -pregunto apresuradamente- venir a encontrar este camion a dondequiera que vaya a entregarlo?

– Centaur Care.

– Si. Estos caballos no estan en condiciones de viajar. Se lo adverti a Tigwood, pero insistio en que los trajeramos. La senora Lipton esta preocupada de que mueran antes de descargarlos.

– De acuerdo -repuse con decision-. Cuando te aproximes a Pixhill, llama otra vez del telefono del camion e ire a encontrarte de inmediato. Por ningun motivo permitas que bajen las rampas sino hasta que yo llegue ahi. ?Comprendes?

– Gracias.

Cuando le conte a Lizzie acerca del problema, ella se ofrecio para acompanarme, y despues de que Aziz volvio a llamar, nos pusimos en camino.

El potrero de Centaur Care habia sido herbajado en exceso hasta el punto en que la tierra oscura sobresalia entre monticulos dispersos de cesped. En la parte trasera de la zona de estacionamiento, los establos se veian tan fragiles como si una brisa leve pudiera derribarlos. Lizzie miro a su alrededor sin poder decir nada cuando nos detuvimos cerca de la entrada principal.

Llegamos apenas un minuto antes de que Aziz diera vuelta despacio y detuviera el camion con suavidad. Camine hasta su ventanilla, mientras Tigwood y Loma bajaban por el otro lado.

Aziz bajo el cristal y dijo:

– Espero que todavia esten vivos.

Se oyo entonces el sonido de las rampas al desatrancarlas en el extremo del camion y me apresure a decirle a John Tigwood y a Lorna que se detuvieran.

– No seas tonto -replico Tigwood-. Claro que debemos descargarlos. Pronto anochecera.

– Me sentiria mejor si los veo primero -repuse.

Abri la puerta posterior de la caballeriza y subi hasta el nivel donde se encontraban los caballos. Tres pares de pacientes ojos viejos me miraron. Por la posicion de los cuellos y las letargicas orejas se traslucia el cansancio.

En la caballeriza de en medio habia un trio tembloroso; tenian las cabezas gachas por la fatiga. Me deslice por el tercer compartimiento, que estaba vacio, de las caballerizas delanteras y revise el resto de la carga: habia un caballo tan debil que parecia estar sostenido solo por las divisiones, y un poni patetico con grandes extensiones de piel sin pelo y los ojos cerrados.

Baje al suelo y le dije a Tigwood y a Loma que queria que viniera un veterinario para que revisara a los caballos antes de bajarlos del camion. Deseaba tener una opinion autorizada, les informe cortesmente que mi empresa los habia entregado en la mejor condicion posible.

A traves de la puerta abierta de pasajeros le pedi a Aziz que me pasara el telefono y sin mas alharaca me comunique con el medico veterinario local. Me prometio que iria en seguida y cumplio con su palabra. Realizo la misma breve inspeccion que yo ya habia hecho y, al final, me lanzo una mirada de desaliento que dejaba traslucir mucho mas que sus palabras.

– ?Y bien? -demando Tiewood enojado.

– Estan un poco deshidratados y probablemente hambrientos. Necesitaran mucho reposo, agua y comer buena paja. Me quedare mientras los desembarcan.

Baje la rampa y Tigwood desato al primer pasajero. Lo guio hasta el suelo, las viejas patas se resbalaban y no podian estar erguidas. Llego a tierra firme y permanecio sin moverse, tremulo.

– Loma, ?cuantos anos tienen?

Saco una lista y me la entrego sin decir nada. Los nombres, edades y propietarios de los caballos se encontraban ahi, algunos de ellos me eran familiares.

– ?Caramba, yo monte a dos de ellos! -exclame-. Algunos fueron caballos grandiosos. ?Cual es cual?

– Tienen etiquetas en los collares que llevan.

Me dirigi al caballo que Tigwood estaba sosteniendo mientras el veterinario lo examinaba y lei el nombre PETERMAN. Acaricie el viejo hocico y pense en las carreras que habiamos ganado y perdido juntos hacia mas de doce anos, epoca en que el ahora armazon tembleque habia sido firme y poderoso, cuando ese animal era un principe bello y altivo. Sus veintiun anos de edad eran equivalentes a noventa anos de un ser humano.

– Esta bien -afirmo el veterinario-. Solo tiene cansancio.

Tigwood me dirigio una mirada triunfante, como diciendome: 'Te lo adverti' y llevo a mi antiguo amigo hacia las caballerizas.

El veterinario dio su visto bueno provisional a todos los viajeros, excepto a los dos de las caballerizas que estaban hasta adelante. El poni anciano se encontraba en peor estado que los demas. La criatura apenas podia mantenerse en pie.

– Tiene laminitis avanzada -sentencio el veterinario-. Sera mejor sacrificarlo.

– Desde luego que no -se pronuncio Tigwood con indignacion-. Es una mascota muy amada. Su duena tiene solo quince anos. Me hizo prometerselo -despues de decir eso tiro literalmente de la pobre bestia y la obligo a descender a lo largo de la rampa. Los cascos adoloridos retrocedian a cada paso; debido al dolor la cabeza colgaba lacia.

– Es espantoso -susurro Lizzie.

John Tigwood solto al poni en el potrero y regreso para abrir la puerta de su oficina. Todos entramos juntos detras de el, mientras Tigwood atravesaba la habitacion hasta llegar a un par de escritorios metalicos. Sobre uno de ellos habia una computadora y una impresora. Los anaqueles para libros exhibian conspicuamente publicaciones sobre los problemas medicos y el cuidado de los ancianos caballos pura sangre.

El veterinario escribio una breve constancia en la que describia el estado de los caballos. Tigwood obtuvo una fotocopia y me la entrego con una sonrisa afectada.

– Has hecho mucho alboroto por nada, Freddie. Puedes pagar la factura del veterinario. Yo no estoy dispuesto a hacerlo.

Me encogi de hombros. Habia pedido la ayuda necesaria y no me importaba pagar. La constancia me excluia de toda acusacion por negligencia que Tigwood pudiera tener en mente una vez que recibiera mi cuenta.

Todos salimos de la oficina del director de Centaur Care experimentando distintas emociones. El veterinario se alejo en su auto, agitando la mano en senal de despedida; Tigwood y Loma volvieron a subir al camion para dirigirse a la granja, en donde ambos habian dejado sus autos esa manana. De ahi, cada uno se marcho por su lado, ensombrecidos por el enojo.

Aziz comento incomodo:

– Lamento mucho todo esto.

– No tienes nada que lamentar -lo tranquilice-. Actuaste de manera correcta.

Lizzie y yo lo dejamos mientras llenaba el tanque del camion y nos dirigimos a casa, donde nos detuvimos un momento antes de ir a cenar. Encontre un mensaje de Sandy Smith en la maquina contestadora. Respondi a su llamada y menciono que iba a decirme algo extraoficial y al margen de su trabajo.

– Bueno, ya le hicieron el examen post mortem al Trotador. La causa de su muerte fue la rotura del cuello. Se golpeo en la base del craneo. La indagatoria se inicia manana a las diez de la manana en Winchester. Solo quieren una identificacion, que yo mismo voy a realizar, la declaracion de Bruce Farway y las fotografias policiacas. Despues, el pesquisidor pospondra la audiencia tres semanas aproximadamente para llevar a cabo las investigaciones. No te necesitaran.

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