nuevo roce en el parabrisas y otro.
Se aclaro el agua que le habia lanzado el coche al adelantarla y Alex se quedo mirando, paralizada de horror, la rosa roja que se habia enganchado en el limpiaparabrisas y que producia aquel chirrido al moverse arrastrada de un lado para otro sobre el parabrisas.
CAPITULO IX
Se detuvo en el arcen, bajo del coche y se quedo expuesta a la lluvia y al viento que soplaba con fuerza. Un camion paso atronador junto a ella, a solo unos pocos centimetros, y el agua despedida por sus neumaticos la alcanzo de pleno y la hizo retroceder hasta pegarse al lado de su Mercedes. Se adelanto, metio la mano por la ventanilla y puso en marcha el limpiaparabrisas; la rosa siguio yendo de un lado a otro y el chirriar de su roce sobre el cristal se oyo claramente por encima del aullar del viento y el ruido del trafico. Levanto el limpiaparabrisas y cogio la rosa. Se pincho los dedos, dejo escapar una maldicion y solto el limpiaparabrisas, que siguio moviendose furioso. Paso otro camion y la empapo de nuevo, como si una ola rompiera sobre ella. De un salto entro en el coche, cerro la puerta con fuerza y encendio la luz interior.
La rosa era roja como la sangre que salia del aranazo que se habia hecho en el dedo, que se llevo a los labios para chuparlo. Por la ventanilla miro afuera: la lluvia que seguia cayendo, las luces diabolicas de los coches que pasaban a su lado, y oyo el sonido de los motores y de los neumaticos sobre la calzada mojada, que se perdia a lo lejos en la oscuridad.
Bajo los ojos para mirar la rosa. ?Quien la habia dejado alli? ?La habian arrojado desde un coche al adelantarla, o habia caido, suelta, desde la parte de atras de algun camion…? Pero nada de eso le parecia posible. No, no era mas que una coincidencia, eso era todo, se dijo tratando de darse animos y sin conseguirlo mas que a medias. Se quedo inmovil, sentada detras del volante, deseando bajar el cristal de la ventanilla y tirar la rosa fuera de alli, para que volviera al lugar de donde habia venido; pero no pudo hacerlo y la dejo delante del volante, sobre el salpicadero. Asustada todavia puso el coche en marcha para alejarse de alli, lentamente.
Se llevo la rosa a su casa y se quedo de pie en el recibidor en penumbra. Dejo la puerta de la calle abierta tras de si, sin querer cerrarla. No sabia por que, pero no deseaba cortar su contacto con el mundo exterior.
De nuevo se chupo el dedo, que seguia doliendole. Sintio la humedad del tallo de la rosa; algunos de sus petalos se habian caido. Se dirigio a la sala de estar y dejo la rosa en el florero, entre las otras, las que Fabian le regalara el dia de su cumpleanos. Permanecio erguida, fresca y vibrante, destacando entre las otras, que ya se habian marchitado y estaban muertas o moribundas; hubiera debido librarse de ellas pero no podia tirarlas; desde luego no en aquellos momentos.
Sono un fuerte golpe cuando el viento arrastro la puerta y la hizo chocar contra la pared; despues otro golpe y la puerta se cerro como si una mano furiosa diera un fuerte portazo.
El baul tendria que quedarse en el coche hasta el lunes, cuando llegara Mimsa y la ayudara a sacarlo de alli. Pesaba demasiado para moverlo sola, penso mientras se dirigia a la cocina para encender la calefaccion, y se sorprendio al ver que ya lo estaba, que habia estado encendida todo el dia, segun indicaba el interruptor automatico graduable. Sin embargo hacia frio, podia ver el vapor de su aliento en el aire y se froto las manos para entrar en calor.
Algo se movio en el piso de arriba, quizas el crujido de un mueble o de una de las maderas del parquet de la escalera. El frio penetraba en ella y la hacia temblar. Nerviosa, contrajo los pulgares de los pies y guardo silencio, escuchando. Hubo otro crujido y el sonido del agua en las canerias; el calentador del agua produjo dos sonidos secos y se apago automaticamente. Respiro aliviada. «?Que estupida soy!», penso. Sabia perfectamente que la casa hacia algunos ruidos extranos cuando la calefaccion estaba encendida.
Lleno de agua la tetera electrica automatica y la conecto, despues se encamino hacia la sala de estar, le dirigio una mirada nerviosa a la rosa y conecto el televisor. Se oyo la salva de aplausos de la audiencia presente en el estudio y la camara paso sobre una fila de rostros inexpresivos, asepticos; un programa concurso de segunda clase con celebridades, tambien de segunda division, que trataban de participar en el concurso, intentando con demasiada energia demostrar entusiasmo y alegria. Hubo un primer plano del presentador que le acercaba el microfono a una chica atractiva de cabello castano que se paso la lengua por los labios. Alex se quedo mirando el programa unos breves momentos casi humillada. El guion de aquel programa era obra de uno de sus clientes; la critica lo habia calificado de banal, de mal gusto y degradante, ?y con razon!, pero gracias a su comision sobre los derechos de autor habia pagado el alquiler de la casa durante los ultimos cuatro anos.
Hacia demasiado frio en la casa para poder tranquilizarse. Se puso de pie, paso junto a las rosas, olio la nueva y la acaricio levemente con el dedo.
Penso en el baul de Fabian sobre el asiento delantero del Mercedes, preguntandose por que se habia molestado en traerse las ropas de Fabian, y por un momento tuvo miedo de que alguien pudiera robarle el baul. Se encogio de hombros. Quizas eso era lo mejor que podria ocurrirle.
Si David hubiera estado alli podria haberla ayudado a entrar en casa el baul; le gustaria poderse tragar su orgullo y pedirselo. Se froto las manos de nuevo, tuvo un escalofrio y de pronto se sintio triste, le hubiera gustado estar con Fabian, tenerlo entre sus brazos, acariciarlo; hubiera querido verlo entrar por la puerta y que fuera el mismo quien deshiciera su maleta.
Subio al dormitorio de su hijo: alli la temperatura aun parecia mas baja. ?Habia cerrado Mimsa el radiador? Puso la mano sobre el y la retiro apresuradamente, sintiendo que el calor le quemaba la piel. Miro el telescopio de metal, los posters de la pared, y despues el retrato, casi esperando ver una reaccion en el, un ligero movimiento, pero no hubo nada de ello, solo la misma mirada fria y arrogante. Se arrodillo bajo el retrato y apoyo la cabeza entre las manos.
– Te quiero, carino; espero que estes bien dondequiera que te encuentres; espero que seas feliz, mas feliz de lo que lo eras aqui. Te echo de menos y me pregunto si tu tambien te acuerdas de mi. Cuidate, carino, dondequiera que estes. ?Por favor, Dios mio, cuida de Fabian!
Se deslizo fuera del dormitorio, cerro la puerta suavemente detras de ella y apreto los ojos con fuerza:
– ?Buenas noches, carino! -dijo y abrio los ojos de nuevo.
Los tenia llenos de lagrimas. Se detuvo en la parte alta de la escalera, se sento y sollozo.
Penso en el rostro herido, lacerado, de Otto. Penso en que debio de haber sido lanzado fuera del coche. Se pregunto que debia haber ocurrido en el momento del impacto. ?Como habria reaccionado Fabian? ?Que habria pensado? ?Quien era el conductor del otro coche? ?Como se le ocurrio hacer algo asi? La pregunta parecio surgir en su mente como escrita en grandes letras verdes sobre una pantalla negra. ?Como debia sentirse Otto al pensar en su supervivencia? ?Por que se mostraba tan horriblemente retorcido? Le habia hecho sentirse mal con sus insinuaciones e indirectas, ?que era lo que sabia? ?Conocia algun secreto sobre Fabian? ?Era todo aquello un truco, una extrana broma enfermiza? ?Era posible que Otto, con Fabian, hubieran cruzado aquella puerta, riendo y saltando, dejandola a ella abajo, para meterse en el dormitorio de Fabian, y cerrar la puerta por dentro…? ?Para hacer que? ?Mirar las estrellas con el telescopio? ?Meterse en la cama para hacer el amor?
Oyo una carcajada en el piso de abajo y despues aplausos y una voz que decia algo que no podia entender; se sintio tranquila, triste y poseida por el abrumador deseo de ser amable. Penso en David, solo en su hacienda, con el perro y las ovejas, cansado, preocupado en su soledad.
Alex se dirigio a su habitacion y desde alli marco el numero del telefono de su marido.
– ?David? -le pregunto cuando este descolgo el auricular.
– ?Como estas? -Parecia contento de que lo llamara; ella sabia, tristemente, que el siempre se alegraba cuando lo llamaba, y quiza le hubiera gustado que de vez en cuando le respondiera furioso o disgustado por algo, para de ese modo sentirse parcialmente liberada de su sentido de culpabilidad por lo que le habia hecho.
– Solo queria saludarte.
– ?Que has hecho hoy?
– Estuve en Cambridge, dejando libre el cuarto de Fabian.
– Gracias por hacerlo. Supongo que habra sido muy desagradable.
– Todo fue bien, pero ahora tengo un pequeno problema.
– ?Que problema?
– Sola no puedo sacar su baul del coche.