una botella todavia medio llena. Le quito el corcho y olio su contenido. Un olor dulzon y rancio que le recordaba al regaliz. «Oporto», penso. En un rincon, pegados a la pared, habia unos anaqueles con botellas, con los cuellos polvorientos. Cerca del suelo habia varios grupos de botellas de champan, los cuellos cuidadosamente envueltos en papel de oro, con franjas color naranja. Alex se agacho y leyo: Veuve Clicquot Ponsardin.
Sobre la mesa un monton de papeles sujetos por un boligrafo. Alex los examino: «?Fueron malas Goneril y Regan o simplemente mujeres de negocios dotadas de sentido practico? ?Trato Shakespeare de decirnos algo a todos nosotros, adelantandose a su epoca en varios siglos? ?Existia ya en la epoca isabelina la mujer de negocios capaz de ganar el premio de economia del ano? Y si era asi, ?hubiera podido ganarlo realmente?» Alex sonrio. Recordo que Fabian habia discutido el tema con ella hacia solo unas pocas semanas; podia recordarlo con toda claridad; lo veia yendo de un lado a otro en la cocina, las manos en los bolsillos de sus tejanos y lanzandole preguntas como si fuesen proyectiles.
Miro a su alrededor en el cuarto de su hijo; parecia como si su dueno hubiera salido solo por unos minutos y que fuese a volver en cualquier momento. Se subio a una silla y bajo el baul que estaba encima del armario. Las cerraduras se abrieron con apagados golpes metalicos. Alzo la tapa y vio el forro de tela amarillenta, una percha de plastico rota y un unico calcetin negro, eso era todo lo que habia en su interior. Recordo el primer dia, hacia ya catorce anos, en que preparo aquel baul para su hijo cuando este se fue para ingresar como interno en el colegio privado. Pudo ver los trajes cuidadosamente doblados y planchados, los blazers de uniforme, las camisas y los jerseys grises, con las etiquetas con el nombre del colegio cuidadosamente cosidas. De pronto se dio cuenta de que estaba llorando. Y no queria hacerlo por si a Otto se le ocurria entrar de repente y la sorprendia en aquel estado.
Abrio el cajon superior de la mesa y vio su diario. Paso unas cuantas hojas del mes de marzo, pero no encontro nada de interes, citas y las horas de las clases y conferencias; el comienzo de las vacaciones marcado con una gruesa linea y la palabra ESQUIAR escrita a continuacion. Paso algunas paginas hacia atras hasta el 15 de enero: «8 de la tarde. Cena, Carrie.» El dia anterior: «7.30. Cine, Carrie.» A partir de aquella fecha, 15 de enero, no habia ninguna anotacion que mencionara a Carrie. En algunos dias del diario no habia anotacion alguna salvo unos grandes asteriscos. Paso unas hojas mas hasta el 7 de abril. Con letra clara su hijo habia escrito: «CUMPLEANOS DE MAMA.»
Paso unas cuantas paginas mas hacia adelante y vio otros asteriscos, entre los cuales parecia haber unas dos semanas de intervalo. Advirtio otro asterisco en el dia 4 de mayo y supo que esa fecha le decia algo. De repente se sintio como si una mano fuerte e invisible la hubiese alzado y dejado caer en un bano de agua fria; sintio el frio rozando su piel como papel de lija. 4 de mayo: esa era, precisamente, la fecha que le habia mostrado su reloj digital mientras comia con Philip Main.
– ?Como va todo?
Se volvio. Otto estaba en el marco de la puerta, sonriendo con aquella sonrisa horrible de quien lo sabe todo, en medio de aquella mascara grotesca, herida y llena de cardenales, que escondia, estaba segura de ello, tantos secretos sobre su hijo.
– Bien, todo va bien. Queda un poco de oporto en esa botella que esta en el decantador. Te lo puedes quedar si lo quieres.
– El oporto se estropea pronto -dijo con desden-, ya debe de estar pasado.
– Hay muchos vinos ahi, tambien puedes quedarte con los que quieras.
Deseaba con todas sus fuerzas que Otto aceptara, que se quedara con algo, aunque no sabia bien por que, quiza para obligarle a estarle agradecido o, simplemente, como una expiacion.
Otto hizo un gesto de desinteres.
– No creo que Fabian tuviera buen gusto en lo que se refiere a los vinos.
– Su padre era… -comenzo indignada, pero se callo dandose cuenta de que estaba a punto de picar el anzuelo-. ?Que querias decir hace un momento al afirmar que Fabian siempre tenia problemas con las chicas?
Otto se dirigio a una de las estanterias y saco un libro que empezo a hojear.
– Creo que usted no sabe gran cosa sobre su hijo, senora Hightower -le respondio con aire ausente.
– ?Saben tus padres mucho de ti, Otto?
– Mi madre esta en un sanatorio desde que yo tenia cuatro anos. Mi padre… -se encogio de hombros- si, a mi padre lo veo con bastante frecuencia.
– ?Que tipo de sanatorio?
– Un sanatorio.
– ?Un sanatorio mental? -pregunto Alex carinosamente.
Otto aparto la vista de ella.
– ?Que piensa hacer con todas estas cosas?
– No lo se. Me las llevare a casa y… -Se dio cuenta de que verdaderamente no sabia que hacer con las pertenencias de su hijo.
Cerro el diario y miro el resto de los papeles. Intrigada vio un monton de tarjetas postales y una carta dirigidas a su hijo, en su direccion de Cambridge, escritas con letra femenina, que estaban sujetas por una cinta de goma. Las unio al diario y lo puso todo en el fondo del baul. Se dio cuenta de que Otto la observaba, pero cada vez que volvia la mirada fingia pasar las hojas del libro, como si lo estudiara con gran interes. Tomo unos pantalones, los doblo y los metio en el baul. Se sintio cortada, con la sensacion de quien esta cometiendo un saqueo.
– Me quedare con este libro, si me lo permite -dijo Otto.
– Naturalmente. Toma todo lo que quieras… Todo esto no tiene utilidad… Quiero decir que lo dare a alguien… Puedes quedarte todo lo que desees.
– Solo este libro -insistio encogiendose de hombros.
– ?Que es?
Le mostro la portada. Era un delgado libro de bolsillo.
Alex sonrio.
– Creia que estudiabas quimica -comento.
– Estudio muchas cosas.
Se marcho de la habitacion sin anadir ni una sola palabra mas.
Durante su viaje de regreso a Londres con el baul en el asiento delantero, a su lado, la llovizna se convirtio en una lluvia espesa y continuada. Los limpiaparabrisas expulsaban el agua, «como manos furiosas», penso.
La lluvia se convirtio en granizada; el granizo caia sobre la carroceria del coche y tamborileaba con ruido apagado sobre el techo afelpado en su interior. De pronto la granizada volvio a ser lluvia. Penso en el extrano comportamiento de Otto. Siempre le habia parecido un tipo raro, misterioso, pero ahora era algo mas; aunque resultaba comprensible, suponia, despues de todo lo que habia pasado; habia una extrana malevolencia en el, que parecia haberse intensificado, como si el hecho de que el, y solo el, hubiera sobrevivido al accidente fuera una broma, un chiste macabro y extranamente personal. Y su raro comentario sobre su hijo; quizas era cierto que fue Carrie la que lo dejo a el, pero de todos modos la observacion de Otto sobre Fabian, de que este siempre tenia problemas con las mujeres, le sorprendia. ?Que habia querido decir? ?Podia ser que Fabian fuese gay? ?Era posible que Otto y Fabian hubieran sido amantes? Volvio a pensar en Carrie. Una chica tan insignificante como bonita, con su cabello rubio, lacado a lo punky, y su chillon acento del sur de Londres. Con que sensacion de temor y admiracion recorrio la casa.
«Me parece estar en Buckingham Palace», habia comentado con admiracion. Alex sonrio al recordarlo, aunque le costo trabajo que la sonrisa aflorara a sus labios.
«La verdad es que me gustan las fregonas, mama», le habia dicho Fabian.
?Dios mio!, su hijo podia ser terriblemente esnob en ocasiones y hacer algo que estaba fuera de lugar, como llevar a casa, en Navidad, una chica como aquella, para divertirse con ella, como si se tratara de un juego. Alex trato de recordar la razon de la presencia de la chica en Cambridge… ?Ah, si…! Habia estado escribiendo algo para una rara revista de extrema izquierda, algo relacionado con la ecologia. Recordo que ella y su hijo habian pasado en coche por el barrio de Streatham y Fabian le habia mostrado uno de esos enormes y feos edificios de pisos que construye el ayuntamiento para la clase obrera y le dijo que era alli donde vivia la madre de Carrie.
De repente oyo un ruido agudo, como un chirriar, en el parabrisas y sintio miedo; la paso un automovil por la calzada de adelantamiento y las sucias salpicaduras de sus ruedas casi la cegaron por un momento; se produjo un