– Por favor, sirvase usted mismo leche y azucar.
– Gracias.
Alex era consciente de que el cura la miraba con extraneza.
«?Tan mal aspecto tengo? -se pregunto-. ?Tan asustada?»
– Si. -Otra vez el guino nervioso-. Las fotografias nos hacen recordar. Pueden ser algo muy terapeutico. El dolor desaparece con el tiempo, creame.
Sonrio y mordio una galleta, nervioso, como si temiera que la galleta pudiera devolverle el mordisco.
Alex vio que el sacerdote miraba el ramo de rosas rojas.
– Fabian me las regalo en mi cumpleanos. Siempre me regalaba rosas rojas. Le encantaban tambien a el.
– ?Practica la jardineria?
– No tengo talento para ello. Mi marido es el jardinero.
– ?Ah! Segun tengo entendido estan separados, ?verdad?
– Si. Mi esposo estaba en el negocio de la publicidad… pero siempre tuvo gran interes por el vino. Asi que decidio dejarlo todo y comenzar con unos vinedos. Desgraciadamente, la vida en el campo no me va en absoluto.
– Es dificil la vida en el campo, a veces puede resultar demasiado tranquila.
– Si.
– Creo que es usted agente literaria.
Alex afirmo.
– Yo estoy escribiendo un libro. Un libro pequeno.
Alex sintio una especie de desencanto, ?era esa la razon de su visita?
– ?Tiene ya editor?
– ?Oh, aun falta mucho para que este terminado! Y no se si sera lo bastante bueno para ser publicado.
– Si quiere que le eche un vistazo…
– No, no. No quiero causarle el menor problema. Quiza cuando este terminado. De todos modos muchas gracias.
– Sirvase un poco mas de cafe.
– Tomare otra galleta, si me lo permite. -Se adelanto y tomo una de la bandeja-. Quiza la ayudaria hablar con algunos de los amigos de su hijo. A veces sabemos tan poco de los seres proximos cuando estan vivos; y el enterarnos de muchas cosas agradables sobre ellos, despues de que nos dejaron, nos puede ser de gran consuelo.
– Gracias. Es un buen consejo, pero mi hijo era realmente un solitario. Que yo sepa solo tenia dos amigos intimos y uno de ellos murio con el en el accidente.
El visitante movio la cabeza.
– Algunas cosas son dificiles de entender, senora Hightower.
Alex afirmo:
– Si.
– Pero usted me parece el tipo de persona capaz de hacerles frente.
– Si -suspiro-. Puedo hacerlo -sonrio-, de algun modo.
El sacerdote le devolvio la sonrisa y movio su cafe.
– ?Tiene usted… -hizo una pausa y se sonrojo- alguna idea sobre el espiritismo?
Vio como el enojo oscurecia el rostro del sacerdote.
– Yo no le aconsejaria que pensara en esas cosas, senora Hightower. ?Lo ha hecho…? -vacilo.
– No, desde luego que no. Pero hay gente que me lo ha sugerido.
– En mis contactos con el espiritismo solo he visto que causara dano y dolor, nunca el menor bien a nadie. -De pronto el sacerdote parecio incomodo como si quisiera marcharse.
– Yo no creo en absoluto en esas cosas.
– Muy sensato. Si algun amigo le sugiere que recurra al espiritismo es porque no es un buen amigo. La oracion, el amor, los buenos recuerdos y el paso del tiempo traeran alivio; el tratar de convocar al difunto solo puede traer desencanto y… -vacilo.
– ?Y? -pregunto Alex.
– Existen muchas fuerzas diabolicas, senora Hightower. Hay mucha maldad en el mundo; y aquellos que tratan de penetrar en el mundo de lo oculto se exponen ellos mismos y exponen a los demas.
– No pienso meterme en ello.
– Bien -sonrio-. ?Quiere que recemos una oracion juntos?
– ?Una oracion? -Parpadeo y sintio que se ruborizaba-. Si, gracias -anadio asustada.
El cura cerro los ojos y juntos rezaron el padrenuestro. El continuo con algunas oraciones mas mientras ella permanecia sentada, inmovil, con los ojos cerrados; le parecio extrano: los dos solos rezando alli, en el salon de su casa, pero cuando abrio los ojos de nuevo se sintio reconfortada.
– ?Desea que vuelva a visitarla?
– Por favor. Hagalo siempre que pase.
El sacerdote se fue, casi como si de pronto le hubiera entrado prisa por marcharse. Alex penso que algo habia cambiado en el en el momento en que menciono el espiritismo, como si le hubiera causado un malestar que no fue capaz de aliviar.
Alex cerro la puerta principal de la casa y se retiro por el recibidor. Aun estaba encendida la luz de la escalera que bajaba al laboratorio fotografico y se pregunto si debia bajar y mirar las fotografias. No, decidio, no bajaria, a la manana siguiente, a la luz del dia, cuando estuviera mas tranquila y sus nervios no pudieran gastarle una mala jugada. Alex suspiro; en algun momento tendria que meterse en la habitacion de Fabian, hacer algo con sus ropas y pertenencias. Se pregunto, de improviso, si su hijo habria hecho testamento.
Subio la escalera hasta su dormitorio y encendio la luz. La habitacion le parecio un oasis de paz, acogedora. Sus zapatillas estaban junto a la cama, abierta por Mimsa. «Pobre Mimsa», penso con una sonrisa. La asistenta se habia tomado la tragedia muy mal, con violentos ataques emocionales, el mejor sistema que conocia para librarse de su pesar; por un momento Alex envidio la simplicidad del temperamento latino de Mimsa. ?Como deseaba, a veces, poder dar salida a sus emociones interiores!
Contemplo el retrato sombrio que pendia de la pared y los ojos frios de Fabian fijos en el suelo. Se estremecio: «No mires asi, carino», dijo. Cerro los ojos. «?Oh, Dios mio, cuida de mi querido Fabian; protegelo dondequiera que este!» Volvio a abrir sus ojos, que estaban humedos de lagrimas. Se sento en la cama y sollozo suavemente.
Despues se levanto, miro la fotografia enmarcada de un automovil deportivo Jaguar, y varios otros posters estilizados de coches antiguos en competicion. Miro los libros de su hijo. Filas y filas de obras de ciencia-ficcion y astronomia. Miro el telescopio situado junto a la ventana. Un regalo de David a su hijo cuando cumplio los dieciseis anos. Se dirigio hacia alli, quito la tapa protectora y miro. Recordo a un Fabian paciente mostrandole las estrellas, la Osa Menor, el Carro, Urano, Jupiter, las conocia todas. ?Que grandes parecian! Se pregunto si Fabian podria estar alli, en cualquier lugar entre ellas.
Abrio un cajon y revolvio entre sus calcetines, colores brillantes, verdes, amarillos, rosa; siempre llevaba calcetines de colores brillantes. Algo capto su mirada en el fondo del cajon. Era una tarjeta postal en la que se veia un gran edificio de ladrillo rojo, con galerias comerciales y un cafe con mesas fuera. El Quincy Markets, Boston, Massachusetts. Habia mas tarjetas en el fondo del cajon, todas ellas con distintas escenas de Boston: el rio, el Massachusetts Institute of Technology, la Universidad de Harvard, el puerto. «Escena de la historica reunion para tomar el te, en Boston», leyo en una de las tarjetas. «?Que extrano!», penso. Su hijo nunca habia estado en Estados Unidos, nunca habia demostrado especial interes por aquel pais; ?que significaban aquellas postales en el fondo de un cajon, casi como si hubiera querido ocultarlas?
Aquella noche durmio con la luz encendida, como solia hacer cuando todavia era una nina. Era cuestion de tiempo, le habia dicho el cura. El tiempo curaria sus heridas. Durmio durante un rato, se desperto y se quedo mirando el verde resplandor de la luz del despertador; siguio acostada con una especial sensacion de temor, con la sensacion de que su piel estaba atravesada por miles de agujas. Alzo la vista al techo, encima del cual estaba la habitacion de Fabian.
Volvio a ver las dos palabras en la pantalla de su ordenador. El rostro de Fabian que la miraba desde la fotografia.