Ella nego con la cabeza.
– No, Philip; me gusta que mis relaciones con mis clientes se mantengan en terminos estrictamente profesionales.
Philip se seco el bigote con la servilleta y hablo al mismo tiempo, de modo que sus palabras sonaron apagadas.
– Podriamos tener una cena… estrictamente profesional.
Ella siguio negando con insistencia.
– No, Philip, no estoy de humor para enfrentarme a nuevas relaciones.
– Solo te estaba ofreciendo mi amistad, nada mas.
– Esta bien, gracias. Lo comprendo. Dejemoslo pues en una amistad de comidas al mediodia.
– ?Estas libre para comer conmigo manana al mediodia?
Ella se echo a reir.
– Manana es sabado.
– El sabado tambien es un buen dia para comer.
– Es que manana voy a Cambridge, para buscar las cosas de Fabian.
– ?La proxima semana?
– Tal vez.
La comida con Philip Main habia elevado su espiritu y se sentia mucho mas animada cuando regreso a casa. Penso en las dos palabras que habia visto en la pantalla de su ordenador. «La tension nerviosa -penso-. Tenia que ser eso.»
La casa estaba tranquila, en paz y olia profundamente a cera y a limpiamuebles. Estaba empezando a oscurecer. Ya regia el horario de verano, aunque el verano aun no se veia por ninguna parte.
De pie en el pasillo de entrada, se sintio de repente como en el vacio. Los ultimos diez dias habian pasado como entre niebla, en medio de una gran ofuscacion y ahora habia llegado el momento de volver a una normalidad que parecia prometedora. Deseo haber aceptado la invitacion a cenar de Philip, o de su esposo. No queria estar sola aquella noche, enfrentada a sus pensamientos. Consulto los programas de television en el
Fotografia; ciertamente habia algo intensamente personal en la fotografia que, ademas, era algo instantaneo; las fotografias podian contarnos una historia sin necesidad de leer el manuscrito. Tal vez Philip tenia razon. Le quedaba tanto que aprender. Echaba de menos sus ultimas clases; el tiempo, siempre el tiempo, o mejor dicho la falta de tiempo. Cuando David le instalo su laboratorio fotografico, le encantaba encerrarse en la camara oscura, donde se encontraba en paz y segura, en medio del silencio y de los extranos olores de los productos quimicos. Pero aquella noche no se sentia comoda alli; el silencio era opresivo.
Los repulsivos contactos del filme de Philip Main todavia estaban alli en el secadero. Los cogio, confiando en que Mimsa no se hubiera dado cuenta de lo que habia en ellos, y estaba a punto de romperlos cuando algo capto la atencion de sus ojos, una marca muy pequena en una de las pequenas fotografias. Tomo la lupa, encendio la luz del proyector y contemplo el contacto.
Vio con toda claridad el rostro de Fabian que la miraba desde el fondo de la esquina de la derecha. Y pudo ver que el rostro estaba en todas y en cada una de las treinta y dos pequenas fotografias, exactamente en la misma posicion.
Como si le quemara en las manos, tiro la lupa que cayo en la zona iluminada por el rayo del proyector y se rompio. Se levanto temblando, con la piel de gallina.
El rostro de Fabian habia aparecido en cada una de las copias despues de que ella las impresionara.
Le parecio que las paredes se cerraban como si fueran a aplastarla entre ellas. Se dio la vuelta; la puerta se habia movido, estaba segura de ello. Tomo la manecilla y abrio. No habia nada ni nadie.
– ?Hola! -grito-. ?Hay alguien?
Miro al otro lado de la puerta, pero todo estaba tranquilo, quieto.
Se oyo un sonido violento, como un agudo rasgueo que parecio conmover hasta los cimientos de la casa. Dejo escapar un grito de terror y se apoyo contra el quicio de la puerta, encogida. El ruido ceso de repente transformandose en una serie de golpes metalicos. ?El timbre de la puerta! Se sintio aliviada. «?No te vayas, por favor, no te vayas!», suplico a quienquiera que fuese el visitante. Salio corriendo del laboratorio y subio la escalera, ansiosa de abrir la puerta a su visitante antes de que se marchara, desesperada, ansiosa de compania, de un contacto humano, cualquiera.
Abrio la puerta mientras trataba de recuperar el aliento y se encontro frente a un hombre joven con el rostro serio completamente afeitado y el cabello corto y rizado. Vestia un traje gris muy usado que parecia demasiado grande para el, y que posiblemente habia recibido de alguien, penso Alex, y un jersey de cuello alto. Miro sus zapatos, que necesitaban un buen cepillado. ?Serian tambien de segunda mano?
El visitante hablo lentamente con voz amable, articulando claramente sus palabras.
– ?La senora Hightower?
Alex afirmo con la cabeza. Habia algo familiar en aquel hombre, como un periodico viejo que ya se ha leido. No parecia un vendedor a domicilio y por un momento se pregunto si seria otro medium enviado por Sandy. En esos momentos no le hubiera importado, cualquiera seria bienvenido.
– Soy el cura de la parroquia, John Allsop… el encargado de esta zona. El parroco me ha hablado de su desgracia, asi que pense que debia venir a visitarla… si es que no tiene inconveniente. -Su ojo derecho parpadeo dos veces, intensamente.
– Pase, pase, por favor. -Cerro la puerta tras el sacerdote-. Lamento no haber utilizado los servicios del parroco en el funeral, pero fue oficiado por un sacerdote que es amigo de la infancia de mi marido. John Lambourbe… Tiene su parroquia en el sur, cerca de Hastings. Espero que el parroco no piense que lo dejamos de lado.
– No, claro que no. Es algo muy corriente.
Se dirigieron al salon.
– Me temo que ultimamente hemos estado bastante alejados de la Iglesia.
– No debe preocuparse por ello -aseguro amablemente-, pero sera bien venida, siempre que lo desee, a cualquiera de nuestras iglesias.
– Muchas gracias.
– ?Como soporta la desgracia? Tiene el aspecto de estar sufriendo todavia una profunda impresion.
– Supongo que no sabe lo que es asistir al funeral de un hijo.
– Ya me hago cargo -dijo-. Perder un hijo es algo terrible. ?Tiene otros… hijos?
Alex nego con la cabeza.
– Eso empeora aun mas las cosas… si es posible. -Volvio a parpadear de nuevo-. Yo tambien he sufrido una perdida reciente… Mi esposa. Halle gran consuelo viendo sus fotografias.
Alex lo miro con los ojos muy abiertos penso en el rostro que la habia contemplado desde las fotografias de los genitales. ?Como? ?Como? ?Como habia llegado alli? ?Era una especie de broma macabra?
– Lo siento -dijo.
– Muchas gracias. -El cura sonrio tristemente y movio la cabeza.
– ?De que fue…? -Alex vacilo buscando las palabras adecuadas.
– Cancer -fue la respuesta.
Alex movio la cabeza sin saber que decir.
– Terrible… -De nuevo vio mentalmente el rostro de Fabian que la miraba-. Terrible. -Se levanto de improviso y se pregunto por que lo habia hecho-. ?Puedo… ofrecerle algo, una taza de cafe?
– Oh, no, gracias.
– ?Le gusta el cafe, o prefiere te… o whisky o cualquier otra cosa?
– No, nada, de veras.
Pero Alex ya estaba en marcha hacia la cocina, desesperada por disponer de unos momentos de soledad para lograr dominarse y poner orden en sus ideas. Hizo cafe, abrio un paquete de galletas de chocolate y estaba a punto de regresar con todo ello a la sala de estar cuando vio una tarjeta de visita sobre la mesa de la cocina. «Iris Tremayne», leyo. Y una direccion en Earls Court. La tiro al cubo de la basura, pero se arrepintio, la recogio y la dejo sobre la mesa de la cocina. Tomo la bandeja y regreso a la sala de estar.