Apreto los ojos con fuerza, tratando de cerrarlos, dejando fuera todo y a todos.

CAPITULO VIII

Lloviznaba cuando Alex cruzo el rio Cam con su automovil, del mismo modo que llovia aquel otro dia en que llevo a Fabian a Cambridge para comenzar sus estudios. Era extrano, penso, como se pueden recordar los mas nimios detalles: el coche atestado con las pertenencias de su hijo. Y su conversacion:

– ?Has pensado lo que vas a hacer una vez que hayas terminado tus estudios en Cambridge, querido?

Miro hacia adelante, reflexionando:

– No -le habia contestado sencillamente, aunque quiza con excesiva rapidez.

Se dio cuenta de que el cura tenia razon: uno sabe muy poco sobre los propios hijos, por mucho que te mimen, que te regalen rosas y que pueda apreciarse su estado de animo. Recordo el dia en que le habia dicho a Fabian que ella y David iban a separarse.

– Hace ya muchos anos que lo veia venir, madre -le habia dicho Fabian, que se acerco a ella y la beso, aquel hijo suyo, flaco y tan extrano, entonces mucho mas fuerte y sano que lo fuera de nino, con su asma cronica, sus terribles rabietas, su oscuro caracter ensimismado y las horas y horas que se pasaba a solas en su habitacion con la puerta cerrada por dentro.

Alex camino por el vestibulo, oyendo el eco de sus propios pasos en la escalera de piedra, a lo largo del corredor, y por fin dio con la habitacion numero 35. Estaba nerviosa, se dio cuenta de repente, frente a aquella puerta a la que estaba a punto de llamar.

La puerta se abrio casi instantaneamente, hasta el punto de hacerla retroceder sobresaltada.

– ?Hola, senora Hightower! -la saludo Otto.

?Por que Otto empleaba siempre aquel tono que causaba la impresion de que se estaba burlando?, se pregunto. Alex contemplo su cara ancha, amenazadora, mas satanica ahora con todos aquellos cortes y cardenales y sus ojos extranos, sonrientes, cada uno con su propia personalidad, dos objetos horribles, frios y burlones. ?Fue aquel realmente el mejor amigo de su hijo?

– ?Hola, Otto! ?Como estas? -pregunto amablemente.

– Estoy bien, senora Hightower. ?Quiere una taza de cafe? -le ofrecio.

Alex noto el leve matiz aleman que daba cierta dureza al acento de Eton de su ingles perfecto. No hubiera podido decir si Otto se esforzaba en disimularlo o, por el contrario, pretendia que se le notara su origen.

– Si, gracias.

Puso un punado de granos de cafe en el molinillo electrico, preparo la cafetera, las tazas, la leche y el azucar como quien realiza un rito.

– Esta muy bien, Otto. Yo pensaba que la mayor parte de los estudiantes solo sabian preparar un cafe instantaneo -comento Alex mientras sus ojos recorrian la habitacion.

– Es posible que la mayoria lo haga asi.

Habia pocas claves que pudieran servir para determinar su personalidad en los viejos muebles propios de la habitacion de un estudiante universitario, las paredes desnudas, las estanterias llenas de libros, la mayoria de ellos cientificos. Habia montones de periodicos y ropas sucias y desordenadas. Un par de botellas de champan, vacias, habian ido a parar a la papelera.

– ?Como te sientes, Otto?

– ?Sentirme?

– Emocionalmente.

Se encogio de hombros, se llevo un cigarrillo a los labios y lo encendio.

– ?Quiere usted uno?

Alex movio la cabeza.

– Espero que no te sientas culpable.

– ?Culpable?

– Si. Por haber… ya sabes… por ser el unico superviviente.

– No, no me siento culpable.

Sono el pitido de la cafetera.

– Me parece que me fumare uno. -Otto le ofrecio el paquete-. No me parece justo que dos jovenes resulten muertos a causa de un loco -se echo hacia adelante para encender su cigarrillo con el mechero que le ofrecia Otto-, aunque sea un pobre loco desgraciado.

– Quizas estaba predestinado que ocurriera asi, senora Hightower.

– ?Predestinado? -Dio una chupada al cigarrillo-. ?Que ellos murieran o que tu sobrevivieras?

Otto alzo las cejas.

– Dime -dijo ella e hizo una pausa porque casi se sentia enferma-. En el funeral, cuando te di las gracias por haber venido, me dijiste que Fabian te lo habia pedido. ?Que querias decir?

Otto se apoyo en el quicio de la ventana y bajo su mirada al patio interior.

Alex lo miro y se dio cuenta de lo que Otto debia estar pasando y no dijo nada; tomo un sorbo de cafe y sacudio la ceniza de su cigarrillo en el cenicero.

– ?Crees que Fabian era feliz aqui, en Cambridge, Otto?

– ?Feliz? ?Como se puede decir si alguien es feliz o no? -Se volvio y le dedico una extrana sonrisa impudica.

– Yo estaba convencida de que lo pasaba bien aqui; os queria mucho a ti y a Charles.

Otto se estremecio.

– Tengo la impresion de que tambien apreciaba mucho a Carrie. La llevo a casa un par de veces. Yo no creia que fuera la chica adecuada para el, pero sin embargo lo senti mucho cuando se deshizo de ella. En cierto modo se avenian bien.

– ?Deshacerse de ella? -Otto casi estallo: paseo de un lado a otro por la habitacion y clavo su cigarrillo en un cenicero-. No fue el quien dejo a Carrie; fue ella quien se deshizo de el. Se marcho a Estados Unidos para encontrarse a si misma.

Alex sonrio debilmente.

– Los hijos nunca les cuentan muchas cosas a sus padres, ?no es verdad?

– Eso depende de los padres -replico Otto.

El tono de su voz hizo que Alex se sintiera incomoda.

– Creo que Fabian y yo teniamos buena relacion. -Alex se estremecio y miro por la tetrica ventana al grisaceo cielo; los muelles del sillon en el que se sentaba se le clavaban ligeramente en un costado y al moverse produjeron un gran ruido-. El me dijo que la habia dejado… Supongo que se sentia cortado y no quiso decirme la verdad. Quiza penso que no era bueno para su ego reconocer que ella lo habia plantado; si hubo algo que nunca le causo problemas fueron las chicas.

– ?Por que dice eso, senora Hightower?

– ?Que quieres decir?

– Siempre tuvo problemas con las chicas.

– ?Que tipo de problemas?

– Prefiero no decirlo -sonrio. Una sonrisa curiosa muy intima. Miro a Otto a los ojos, intrigada, pero no pudo leer nada en ellos-. La llevare a la habitacion de Fabian.

– Es la puerta de al lado, ?no?

Otto afirmo.

– Ire yo primero, si no te importa. Si hay algo que te guste conservar, libros o lo que sea, puedes quedarte con ello.

– Gracias.

No sentia nada en absoluto mientras se dirigia a la habitacion de Fabian; podia haber sido la habitacion de un completo extrano. El cuarto estaba frio y humedo y olia a muebles usados. Se quedo mirando la delgada alfombra, que dejaba ver el suelo por sus multiples agujeros, la sencilla estufa electrica de tubo y el tostador automatico para bocadillos, ambas cosas regalos suyos. Miro la fila de cestas decantadoras sobre el aparador. En una de ellas habia

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