Alex miro el antiguo coche de carreras que corria por la pista. David se acerco al grabado.
– Recuerdo que fui yo quien se lo colgo… No debia de tener mas de siete u ocho anos. Organice un verdadero lio, pues no parecia capaz de ponerlo a la altura adecuada. Tuve que clavar el clavo una docena de veces. -Separo el cuadro de la pared-. Mira, ahi estan todos los agujeros que tuve que hacer. -Senalo el yeso de la pared y varios agujeritos distribuidos al azar.
– Es curioso las cosas que a veces se recuerdan -comento Alex mientras observaba como su marido volvia a poner el cuadro en su sitio. ?Para quien?
Salio al pasillo, sintiendo de repente la urgente necesidad de dejar el dormitorio y deseando que David tambien saliera de aquella habitacion; su presencia alli, moviendo cosas, yendo de un lado para otro, la enojaba. ?Dejalo descansar!, le hubiera gustado decirle. ?Dejalo descansar estupido!
David salio del cuarto con la cabeza baja y sus mejillas exangues y de inmediato Alex se sintio furiosa consigo misma por tener tales pensamientos, furiosa de ver hasta que punto la cegaba su propia pena. Su hijo habia significado mucho para ambos, tras las interminables visitas a los especialistas, su embarazo ectopico que tuvo que ser terminado y, finalmente, la postrera esperanza. ?Y su secreto!
Bajaron la escalera lentamente y se detuvieron en el rellano. Alex sintio el brazo de David en torno a su talle, apretandola, y se apoyo contra el. De repente hacia frio de nuevo y sintio el deseo de bajar para cerrar las ventanas. Se sento envuelta por la pena y el dolor -la fria habitacion desierta, el baul, que Fabian nunca desharia- sobre la cama. Sintio el calor del cuerpo de su esposo, su fuerte presencia fisica, su cuerpo robusto, la presion de su mano grande y poderosa. Se anido en la suavidad de su barba y lo beso en la mejilla. Noto la reaccion de su esposo, la rigidez de su rostro y sus labios humedos sobre su propia mejilla y como su marido la empujaba lentamente, paso a paso, hacia la puerta del dormitorio conyugal. Se dio cuenta de que sus besos se hacian cada vez mas apasionados y descendian por su garganta.
– No, David.
El la beso en la barbilla y despues puso sus labios sobre los de ella. Alex aparto su rostro con firmeza.
– No, David -repitio.
– Asi -dijo el-. Debemos hacerlo.
Era la voz de Fabian; Alex abrio los ojos y vio el rostro de Fabian, de su hijo.
– No -insistio ella empujandolo para alejarlo-. ?No, vete de aqui!
– El volvio a aproximarse-. ?Marchate, vete! -grito-, ?Vete!
Fabian la miraba y el choque emocional la dejo helada por un momento. El rostro volvio a ser el de David, despues fue Fabian de nuevo, hasta que Alex se sintio incapaz de decir quien era.
– ?Marchate, dejame!
– ?Alex, carino, calmate!
Ella le dio una patada directamente entre las piernas y vio el gesto de dolor en el rostro de su marido; despues le golpeo el pecho con los punos. Se dio cuenta de que sus manos la atenazaban.
– ?Calmate! -le oyo decir-. ?Alex, tranquilizate!
– Estoy tranquila -le respondio, gritando-. Por el amor de Dios, estoy completamente tranquila. Pero vete, por favor, vete.
– Lo siento, querida, no era mi intencion…
Ella se lo quedo mirando con los ojos muy abiertos, llena de un odio total e inexplicable hacia el.
– ?Vete! -le grito con una voz que le costo trabajo reconocer como suya-. ?Vete, vete, no puedo soportarte aqui! -Vio la sorpresa en su rostro y sus manos cruzadas sobre las piernas-. ?Vete, por favor, vete!
– ?Y que hay de la cena? -pregunto, indignado.
– Quiero estar sola. No podria explicartelo, pero necesito quedarme sola. Lo siento, fue una equivocacion pedirte que vinieras. -Se le quedo mirando como si temiera que en cualquier momento volviera a convertirse en Fabian-, En estos momentos no estoy para nada, para nada en absoluto. Tengo que volver a ser yo misma.
Alex le siguio mientras bajaba la escalera.
– ?Te encuentras bien? ?Puedes conducir de vuelta a casa?
David la miro y se encogio de hombros.
– Conduje hasta aqui, ?no?
– Lo siento -repitio ella-. Lo siento.
– ?Quieres que te llame cuando llegue a casa?
– ?Llamarme? -dijo Alex debilmente-. Si, si quieres…
Cerro la puerta, se dirigio al salon y se dejo caer en una silla. Fuera, a cierta distancia, oyo arrancar el motor del Land Rover y despues el ruido del cambio de marcha.
En esos momentos se dio cuenta de lo ilogico de su actitud.
– ?David! -Corrio a la puerta de entrada-. ?David, espera, David! -Manipulo el cerrojo, abrio la puerta y descendio la escalera hasta la acera. Las luces traseras del coche se iban alejando al final de la calle. Corrio tras ellas-. ?David! ?Espera, carino! Para, por favor, parate. No sabia lo que decia, no quise ofenderte. ?Para, por favor, para!
Vio que el coche se acercaba al semaforo en luz intermitente y siguio corriendo calle abajo. Despues el coche giro en el cruce y se perdio de vista.
– ?David!
Corrio por la Fulham Road. El coche se habia detenido en un semaforo. «?Por favor, que no cambie, que no cambie!», suplico. Pero se encendio el verde y el coche se alejo.
Se apoyo en una farola, casi sin fuerzas, y sollozo.
– David, carino, lo siento. Lo siento mucho.
Lentamente, dio la vuelta y regreso a su casa. La puerta principal aun seguia abierta. Entro, la cerro tras ella y se dirigio de nuevo al salon, llorando y totalmente agotada. Se dejo caer en el sofa y se quedo adormecida.
No estaba segura de que la habia despertado, si fue el aire helado que de nuevo llenaba la habitacion o el olor a comida, el tentador olor a fritura.
Pese al frio, se sentia mejor, mas tranquila. ?Habia venido David, realmente, se pregunto, o habia sido solo parte de un sueno terrible? Olio el intenso olor a frito y recordo la pasion de Fabian por los huevos fritos: hubo una epoca, cuando todavia era nino, que tenia sus caprichos y se negaba durante varios dias a comer cualquier otra cosa que no fuera huevos fritos.
Era un olor poco usual para un sabado por la noche en Fulham, en el corazon de un barrio lleno de buenos restaurantes. Miro su reloj. Las diez; el olor se iba haciendo cada vez mas penetrante y se dio cuenta de que tenia hambre; no habia comido nada desde el desayuno, una manzana y una sola tostada. Se pregunto cual de sus vecinos seria el causante del olor a huevos fritos y se dirigio a la ventana.
Con sorpresa vio que estaba cerrada. Se quedo de pie junto a ella, preguntandose como era posible que aquel olor fuera tan intenso en el interior de la casa, y en esos momentos oyo un crujido y el hervir del aceite, tan cerca que le parecio provenir de su propia cocina.
Salio al recibidor y vio que la luz de la cocina estaba encendida. El ruido provenia de alli.
Recorrio los veinte pasos a toda prisa y se quedo mirando la encimera de la cocina, que estaba vacia. El olor a huevos fritos era agobiante. Abrio la ventana y saco la cabeza, pero no habia nada salvo los familiares olores nocturnos de la vecindad, de los cubos de basura, la hierba mojada, el humo del diesel y un ligero aroma de curry. Alex cerro la ventana.
El olor estaba alli, en su cocina.
Vio de nuevo el halito de vapor de su respiracion, percibio el olor incluso con mayor intensidad y sintio que el terror se apoderaba de ella. Salio de la cocina, cerro la puerta, regreso a la sala de estar y cogio el listin telefonico.
Mankletow. Manly. Main. Su dedo temblaba incontroladamente. Habia diecisiete P. Main en el listin. Sabia la calle en la que el vivia, Chalcot Road, pero no habia en ella nadie con ese nombre. Llamo a informacion, consciente de la tension que se reflejaba en su voz, mas aguda que de costumbre. La operadora respondio con amabilidad, pero no pudo ayudarla.
– Lo siento, senora -le dijo-, pero no esta en el listin. Su numero no puede ser dado al publico.
– ?Puede usted telefonearle y decirle que me llame?
– No puedo hacerlo. Lo siento. Ni siquiera yo tengo su numero. Es totalmente reservado.