– ?Quieres que vaya a ayudarte?
– No seas ridiculo…
– No, si no me importa… ahora salgo para ahi… -su voz se hizo mas sosegada, como si quisiera someterla a prueba- ?es que tienes una cita con alguien?
– No, claro que no.
– Bien, ahora voy; te llevare a cenar.
– No quiero obligarte a hacer todo ese camino.
– Estare ahi en una hora… hora y media como maximo. Siempre sera mejor que quedarme aqui hablando con las ovejas.
Alex colgo el auricular, furiosa consigo misma, con su debilidad; por darle esperanzas a David, permitiendo que siguiera cortejandola. Estaba intrigada por el vapor que se escapaba de su respiracion y lo miro una vez mas, pensando que tal vez estaba fumando y era humo. Contemplo con detenimiento aquella nube tan espesa y pesada que casi podia ver en ella los cristales de hielo condensandose; de nuevo sintio frio, un frio terrible, casi insoportable. Tuvo la sensacion de que algo habia entrado en su habitacion, algo desagradable, malevolo; algo muy furioso y enfadado.
Se levanto, salio al pasillo y desde alli se dirigio a la cocina, pero aquella presencia extrana seguia con ella. Sus manos temblaban de frio, con tal intensidad que se le cayo al suelo la bolsita de te. De nuevo oyo un crujido en el piso de arriba, pero esta vez fue diferente, no como el cric anterior del interruptor automatico del calentador de agua. Salio de la cocina a grandes zancadas firmes y seguras, cruzo el pasillo, abrio la puerta delantera de la casa y salio fuera a la claridad anaranjada de las farolas de la calle.
Habia cesado de llover; el viento seguia soplando con fuerza, pero era calido y la envolvio como un edredon. Descendio calle abajo, lentamente, sintiendo el viento sobre sus hombros.
Oyo el sonido de un claxon y el ruido de un motor; se sintio envuelta en un olor a cerdos, un olor poco corriente en medio de la Fulham Road. Giro la cabeza y vio el Land Rover de David, sucio de estiercol. Su marido habia asomado la cabeza por la ventanilla abierta.
– ?Alex!
Ella respondio agitando la mano sorprendida.
– ?Has venido muy pronto! No crei que llegaras hasta despues de las ocho.
– Son las ocho y media.
– ?Las ocho y media? -Fruncio el ceno y miro su reloj de pulsera.
No, no era posible. Estaba segura de que solo llevaba fuera unos minutos. Se estremecio. ?Que le habia ocurrido?
– ?Que haces fuera sin abrigo?
– Sali a tomar un poco el aire.
– Sube.
– Ahi tienes un sitio para aparcar: mas vale que lo cojas. No encontraras nada mas cerca.
El asintio, recordando:
– ?Ah, si, sabado por la noche! Lo habia olvidado.
Puso la marcha atras y aparco el coche en el espacio libre. Salio del vehiculo de un salto.
– ?No vas a cerrarlo? -pregunto Alex.
– Ya perdi la costumbre de cerrar los coches. No todo es Londres.
La beso en la mejilla y regresaron a casa, calle abajo.
?Cuanto tiempo estuvo paseando por la calle? Estaba segura de que no podia haber pasado hora y media. ?De veras fue asi?
– Pareces helada -dijo David.
– Hacia demasiado calor en la casa… -mintio-. La calefaccion debia de estar excesivamente alta. Vamos a coger el baul. Aparque ahi mismo.
Regresaron a la casa llevando el baul entre los dos, agobiados por el peso. Se oyo el golpe del baul al chocar contra la pared.
– ?Cuidado! -dijo Alex irritada.
– Lo siento.
Dejaron el baul en el suelo y David cerro la puerta delantera; Alex vio un trozo de barro seco sobre la alfombra.
– ?Por amor de Dios, David, estas metiendo tu basura en la casa! -grito Alex, repentinamente livida.
David enrojecio avergonzado como si estuviera en la casa de una persona extrana y se agacho para quitarse las botas camperas.
– Hay mucho barro alla abajo en estos dias.
Inmediatamente Alex lamento su explosion de furia y con una sensacion de culpabilidad observo como su marido se quitaba las botas a la pata coja. Contemplo su jersey de cuello alto muy viejo, la desgastada chaqueta deportiva con sus parches en los codos y sus pantalones de pana marrones. Su barba tenia mechones blancos y su rostro estaba curtido por la vida al aire libre. Recordo, al verlo alli con sus calcetines de lana gris con agujeros que dejaban salir sus grandes pulgares, que no hacia mucho tiempo fue un hombre tan cuidadoso de su apariencia, que siempre vestia trajes claros cortados a la medida, calcetines de seda y zapatos de Gucci; que conducia un Ferrari, que fue cliente asiduo de Tramps a ultimas horas de la madrugada, y saludaba a Johnny Gold( [1]) y a todos los camareros por su nombre de pila.
– Tienes razon, hace mucho calor en la casa. Un calor increible.
Se inclino para besarla, dio un traspies y estuvo a punto de caerse.
– ?Vaya!
La pincharon pelos duros del bigote, olio su aliento empapado de alcohol, sintio como intentaba forzar su lengua entre sus labios y retrocedio.
– ?David! -le reprocho Alex.
– Solo quiero besar a mi esposa.
– ?Tienes que emborracharte antes de venir a verme?
David se balanceo incomodo.
– Si te para la policia y te hace soplar lo hubieras pasado mal. ?Quieres un cafe?
– Prefiero un whisky.
– Creo que ya tienes bastante.
?Por que le habia pedido que viniera?, penso con un sentimiento de culpabilidad: solo deseaba verse libre de el; no lo necesitaba, no necesitaba a nadie. Todo habia sido un error por su parte, trucos de su imaginacion, ?o no? De un modo u otro tenia que estar segura de ello. Al menos resultaba reconfortante tener alli a otro ser humano; y se sentia segura.
Le hizo un cafe y se lo llevo a la sala de estar. Le arranco de las manos el vaso de whisky.
– Bebete esto. Te quiero sobrio. Tengo que hablar contigo.
– Puedo quedarme aqui esta noche.
– No, no puedes.
– Esta es mi casa.
– David, hemos llegado a un acuerdo.
El se quedo mirando el cafe y arrugo la nariz. «?Dios mio! -penso-, David tiene todo el aspecto de uno de esos granjeros bucolicos que aparecen en los libros ilustrados. ?Como es posible que alguien pueda cambiar tanto en tan poco tiempo? Solo en un par de anos.» ?O se habia iniciado ya ese cambio mucho antes sin que ella lo advirtiera? Ahora era como un extrano alli, incomodo y fuera de lugar; tuvo que hacer un duro esfuerzo de concentracion para recordar que fue el quien decoro aquella casa, de acuerdo con sus gustos, con sus muebles y sus colores preferidos. Y, al mismo tiempo, se sentia mucho mas segura teniendolo a el alli, a su lado; como bajo la proteccion de un gigantesco oso carinoso. Se dejo caer en el brazo del sillon en el que se sentaba su marido, tratando de aclarar la confusion que dominaba sus pensamientos, las violentas oscilaciones de sus emociones y oyendo como sorbia ruidosamente para saborear el cafe. Giro el vaso de whisky entre sus dedos y despues, con sentimiento de culpabilidad, volvio a dejarlo a su lado, sobre la mesa.
– Te puede sonar extrano, David, pero tengo la sensacion de que Fabian aun sigue por aqui.
David alzo la vista y fruncio el ceno.