desconfianza.

Se sentia comoda en el Volvo rodeada de todos aquellos trastos inutiles, casi anidada sobre un fondo de periodicos, viejos boletos de aparcamiento, papeles y casetes. El coche resultaba acogedor, con el calor de un hogar, como un viejo yate.

– ?Nunca limpias tu coche? -le pregunto.

– No, claro que no. A veces lo cambio, cuando los ceniceros estan demasiado llenos.

Alex sonrio y miro el cenicero abierto y lleno a rebosar de colillas viejas y secas.

– ?A que le llamas tu estar llenos?

Los limpiaparabrisas secaban la lluvia en la que se reflejaban las luces de Londres, delante de ellos, como un calidoscopio.

– ?No te molesta volver a casa y quedarte sola?

Ella respondio con un gesto de indiferencia.

– No. Ya estoy acostumbrada. Fabian solo se quedaba en casa los dias festivos.

– ?Te gustaria volver a tener otros hijos?

Alex nego con la cabeza.

– Ya soy demasiado vieja para esas aventuras.

– ?Que edad tienes?

– Soy una antigualla -dijo y sonrio-. A veces me siento muy vieja.

Observo las luces blancas, color naranja y rojas que parecian estallar y deslizarse ante sus ojos, oia el rugir del motor del coche, apreciaba la potencia de los frenos y de repente ceso el chirriar de los neumaticos. Los limpiaparabrisas sonaban delante de ellos, clac, clac, clac, casi al acorde con el sonido del motor de un taxi y el ritmo de la musica de un disco-bar proximo; dos pequenos instrumentos en la gigantesca orquesta del Londres nocturno.

– No puedo volver a tener hijos -continuo-. Tuvimos… -hizo una pausa.

El conocimiento de su esterilidad seguia siendo muy doloroso, quizas en aquellos momentos mas que nunca; se paso la lengua por el labio inferior mientras contemplaba la animacion de la calle.

Philip detuvo el coche en doble fila en la puerta de su casa y dejo el motor en marcha.

– Gracias por la cena -dijo Alex-. ?Quieres pasar?

Advirtio que una extrana expresion cruzaba el rostro de su acompanante durante un instante, una expresion que le parecio casi de miedo.

– Sera mejor que vuelva a mi trabajo.

– ?Esta noche?

– Un genio no puede tener al mundo esperando eternamente.

– Ni a su agente.

– No, claro que no.

– Oye, ?te importaria entrar un segundo? Te ensenare la postal y me dices tu opinion.

De nuevo vio la misma expresion cruzar su rostro y en esa ocasion no tuvo duda de que en ella se reflejaba el miedo. Lo miro y ella misma se sintio incomoda, preguntandose que podria ser lo que le asustaba, que habia sido capaz de penetrar las defensas aparentemente infranqueables que lo rodeaban como la concha de un molusco.

Durante un momento Philip fijo la mirada en el parabrisas, sin decir nada. Despues puso la marcha atras, con un extrano ademan de resignacion, como si se diera por vencido, y se volvio para mirar hacia atras, por encima del hombro.

Al parecer tuvo que hacer un esfuerzo para subir los escalones que llevaban a la puerta, como si luchara contra una fuerza extrana e invisible que lo empujaba hacia atras. Alex lo vio vacilar, como si estuviera vadeando en aguas profundas.

Philip se detuvo cuando llegaron frente a la puerta principal y, vacilante, tuvo que apoyar las manos en el quicio de la puerta. Su rostro estaba palido como el papel y comenzo a sudar. Cerro los ojos con fuerza y Alex le pregunto, asustada:

– ?Philip! ?Que te pasa?

El alzo los ojos; rios de sudor corrian por su rostro.

– No es nada. Estoy bien, ya paso. Todo ira bien.

– ?Que pasa, Philip?

– Todo va bien -repitio. La miro nervioso-. No es nada -sonrio.

El olor los golpeo en el mismo momento en que cruzaban la puerta. Un olor detestable, repulsivo. Alex retrocedio asqueada y aspiro una profunda bocanada de aire de la calle. Main se llevo la mano a la nariz y miro a su alrededor en silencio.

– ?Que es esto? -Encendio la luz del recibidor; todo parecia normal-. Es como si un perro…

El nego con la cabeza.

– No, no es un perro.

Alex entro en la cocina tapandose con un panuelo la nariz.

– Aqui no hay nada -dijo quitandose el panuelo-. Aqui casi no huele nada.

Main bajo las escaleras.

– Tampoco arriba.

Alex regreso al recibidor, donde el olor era mucho peor que fuera y se quedo de pie en el quicio de la puerta, oliendo el aire humedo de la noche.

– Es dentro, Philip -dijo-. Quiza sea un raton muerto o algo parecido. -Se lo quedo mirando y lo vio con los ojos muy abiertos observando a su alrededor y el rostro blanco como el papel-. Philip, ?por que no te sientas? Voy a abrir las ventanas.

Se dirigio al salon y encendio las luces. Sintio como una fuerza que la obligaba a bajar los ojos al suelo: alli, como si alguien las hubiera tirado adrede, estaban la tarjeta y la carta de Carrie.

La pared se deslizo alejandose de ella. Por un instante tuvo que doblar las piernas bajo una gran presion, aunque no habia nada sobre ella, y se vio corriendo por la habitacion hasta tropezar con una de las paredes; adelanto los brazos para apoyarse en ella y la pared parecio rechazarla, empujando contra ella. Alex dio unos pasos hacia atras y se desplomo.

– Alex, ?te encuentras bien?

Presa de vertigo, Alex levanto la vista y vio a Main que la miraba desde arriba; era como si lo estuviera contemplando todo desde la distancia, podia verse caida en el suelo y mirando a Philip. Oyo una voz y tardo algun tiempo en reconocer que era la suya.

– Creo que… Debo de haber resbalado.

Vio una mano flotando en el aire; la mano sujeto las suyas; pudo contemplarse a si misma abrazando a Main y despues, de repente, de modo vivido, sintio la arrugada suavidad de su chaqueta y el calor de su pecho. Se apreto contra el con fuerza y aprecio la fortaleza de los dorsales de Philip.

– En el suelo -explico Alex-. Las deje bajo el telefono cuando me fui, bien sujetas. Alguien debe haberlas movido.

Sintio las manos fuertes de Philip en su espalda, temblorosas: ?o era ella quien temblaba?, se pregunto.

– Calmate, chiquilla, tranquilizate.

Por el tono, Alex se dio cuenta de que Philip se esforzaba en contener la ansiedad de su voz. «?Que es lo que te pasa?», le hubiera gustado preguntarle. Se lo quedo mirando.

– ?Otra de esas alucinaciones de mi mente? -pregunto.

Philip bajo los ojos a sus viejos zapatos de golf y tosio.

Su voz se convirtio casi en un susurro, como si estuviera hablando consigo mismo.

– No, Dios mio, no es una alucinacion. -Alzo los ojos al techo y despues su mirada recorrio las paredes, pensativo, todavia conmovido por la ansiedad-. Mas bien agotamiento.

– Lo siento -dijo Alex, que se agacho para recoger la tarjeta y la carta-. ?Quieres un cafe?

– ?Puedo tomar un poco de whisky?

– Sirvete tu mismo. Yo hare un poco de cafe.

Main se dirigio al pequeno armario y se sirvio un whisky largo. Despues tomo la tarjeta y la carta y se dirigio a

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