– ?Lo vio usted otra vez?
Alex miro al policia directamente a los ojos.
– No, no lo vi; la puerta de su cuarto estaba cerrada y no quise despertarlo.
– Y usted se fue a su despacho, ?es asi?
Alex afirmo con la cabeza.
El policia tomo nota.
– ?A que hora se marcho?
– A eso de las nueve menos cuarto.
– ?Y a que hora llega su asistenta?
– A las nueve y media.
– ?Llego a su hora esta manana?
– Se lo preguntare.
Alex salio del salon.
– Mimsa -llamo. La asistenta no la oyo a causa del ruido del aspirador. Alex le dio un golpecito en la espalda-, ?Mimsa!
La mujer se sobresalto.
– La segunda vez que me asusta. No tener Vim. ?Usted olvidar?
– Lo siento, tratare de acordarme.
– El hombre que limpiar las ventanas no venir. Maldito granuja.
– Mimsa, ?a que hora llego usted esta manana? Es muy importante.
– Esta manana, temprano. Nueve menos cinco. Cogi un autobus antes. No siempre posible, porque hacer desayuno a mi marido. Esta manana no, porque iba al medico. Yo llegar aqui antes. ?Esta bien?
– Muy bien -asintio Alex y volvio a la sala de estar-. Llego a las nueve menos cinco.
– ?Solo diez minutos despues de marcharse usted?
Alex asintio.
– Perdoneme si le parezco algo rudo… ?no es posible que se haya usted imaginado que su hijo volvia a casa? ?No es posible que lo sonara?
Sono el telefono. Durante un segundo oyo el estridente sonido del timbre y lo normal de una llamada telefonica la calmo. Tomo el auricular.
– ?Diga?
– ?Hola, carino, siento haberte hecho esperar!
Alex hubiese deseado que su marido dejara de llamarla «carino». Ya no era su carino. ?Por que seguia actuando como si todo fuera perfectamente entre ellos?
– Estaba en medio de un experimento crucial. He conseguido un catalizador que segun creo me va a permitir producir un Chardonnay capaz de competir con el Chablis… Y mucho mas barato. ?Puedes figurarte un Chablis britanico?
– Suena muy emocionante.
– Estoy hablando de un Cru Chablis de primera calidad. ?Por fin! ?Has dormido bien esta noche?
– Si -respondio sorprendida por la pregunta- ?Y tu llegaste bien a tu casa?
– Si, sin problemas, ?puedes esperar un momento? No cuelgues.
Alex oyo un vocerio en la lejania.
– Escucha, carino, tengo que volver al laboratorio… ha surgido un ligero problema… el caldo se esta volviendo marron… La verdad es que esta noche he tenido una pesadilla, aunque al principio no crei que fuera un sueno. Estaba despierto esta manana a las seis y podria jurar que Fabian entro en mi dormitorio. Me dijo: «?Hola, papa!», y desaparecio. Cuando me desperte, mas tarde, lo busque por toda la casa, tan convencido estaba de que lo habia visto a las seis. Por lo visto la vida en el campo no me hace mucho bien… ?Debo de estar chiflado!
CAPITULO V
Alex miro el ataud de roble color claro con sus asideros de bronce y las rosas rojas sobre el, los rayos de sol que jugaban en los cristales de colores de la ventana y despues el rostro amable del cura tras el facistol de la iglesia.
– «Ahora todo nos parece como a traves de un cristal oscuro…» -leyo con calma, serenamente.
Alzaron el ataud sin dificultad. Su hijo iba dentro. Alex se pregunto cual seria su aspecto. Cuando fueron a recoger el cuerpo a Francia, la policia no les permitio, ni siquiera a David, que vieran el cuerpo de su hijo. «Demasiado quemado para hacer posible la identificacion», les dijeron. Sintio que la mano de David apretaba la suya como si quisiera atraerla hacia el. «?Por que tengo que quedarme aqui? -penso llena de un subito panico-. ?Por que tengo que recorrer la nave de la iglesia frente a todos esos rostros cuyos ojos estan fijos en mi?» En seguida recordo que eran amigos, todos amigos, y siguio a su esposo docilmente, entre la bruma de las lagrimas que se esforzaba en contener, hasta el gran Daimler negro que esperaba fuera, a la puerta del templo.
El cortejo se detuvo delante del crematorio de ladrillo rojo: descendieron de los coches a la luz del sol y contemplaron en silencio como los mozos bajaban el ataud. Dos de los hombres cogieron las rosas y los otros llevaron el ataud, entraron en el edificio y lo dejaron sobre una gran bandeja metalica, delante de las cortinas oscuras que tapaban la entrada del horno crematorio. Alex se dirigio hacia el ataud y puso una unica rosa roja sobre la tapa.
Hablo con calma, con la cabeza baja.
– ?Adios, querido!
Retrocedio y se sento en el banco de primera fila, junto a David. Se arrodillo y cerro los ojos, tratando de encontrar alguna oracion, pero no pudo pensar nada; oyo como el edificio se llenaba de gente y con la suave musica del organo. Trato de escuchar las palabras del sermon funebre, pero no pudo oir nada, salvo el apagado zumbido de las cortinas al abrirse y del ataud cuando comenzo a moverse lentamente entre ellas.
Por la tarde se sintio muy mal, durante el refrigerio funebre, con la casa llena de gente, y se bebio de un trago una copa de champan. Oyo cerca de su oido el sonido del corcho de una nueva botella de champan al abrirse derramando un poco de liquido y retrocedio entre la gente. «Como arrastrada por una ola gigante», penso.
– Te acompano en el sentimiento, Alex -le dijo una mujer vestida de negro a la que no reconocio.
– Era un buen chico -dijo Alex-. Ni el ni sus amigos tomaban drogas, ?verdad que no?
Busco sus cigarrillos. Entre la multitud vio a Sandy que se dirigia hacia ella, su cabello era un revoltijo de mechones de pelo negro apenas sujeto, por lo que parecian unas agujas de hacer punto. Instintivamente retrocedio; las emociones teatrales de Sandy eran mas de lo que ella podria soportar en aquellos momentos. Vio el rostro de ave de presa de Otto que la miraba, totalmente cubierto de moretones, escayolas y vendajes.
– Muchas gracias por venir, Otto -le agradecio.
Otto asintio con la cabeza y le dedico una debil sonrisa que acabo en una mueca cruel.
– Fabian me pidio que lo hiciera -dijo.
Alex lo miro, pero Otto se giro de espaldas y volvio a su anterior conversacion.
Cerro la puerta detras del ultimo de sus visitantes, dio otra profunda chupada a su cigarrillo y tomo un trago largo de su copa de champan. Empezaba a sentirse mejor, por el efecto de la bebida, por las pruebas de afecto de la familia y los amigos que habian acudido a compartir su dolor y que ya se habian marchado. Solo David seguia alli, en la entrada de la cocina, apoyado en la pared, con la copa en la mano.
– ?Quieres que me quede? -pregunto.
– No, David.
– No creo que debas quedarte sola esta noche.
– La verdad es que prefiero estar sola. Por favor, tengo que superarlo por mi misma, a mi manera.
– ?Por que no te vienes conmigo a Lewes?
– Estoy bien aqui, gracias.
David se estremecio.
– Supongo que me echas la culpa.
– ?La culpa?