– Por haberle regalado el automovil.

– No. Los accidentes ocurren. No creo que tenga importancia con que coche.

– Si hubiera ido mas despacio…

Alex sonrio y movio la cabeza.

David tomo una botella y fue a llenar su copa, pero solo salio un pequeno chorrito. Miro la etiqueta.

– Veuve Clicquot.

– El preferido de Fabian. Siempre penso que era un champan muy refinado.

– La viuda de Clicquot. -Hizo una pausa, miro casi asustado a Alex y se sonrojo-. Hubiera podido dejarlo envejecer un poco mas en la botella.

– Lo siento -dijo Alex-. Quiza si se lo hubieras pedido, tu hijo hubiese esperado un par de anos mas antes de matarse.

Paso por delante de el, entro en la cocina y encendio la cafetera electrica. David la siguio y le paso el brazo por la cintura.

– ?Sabes una cosa? Parece increible que ambos sonaramos con Fabian, el mismo sueno y a la misma hora. He estado pensando en eso.

– Debio de ser en el momento en que moria -comento Alex.

– Una coincidencia muy extrana.

Alex abrio el bote de Nescafe y echo unas cucharadas en dos tazas.

– ?Sigues tomando azucar?

– Una cucharada.

Alex se lo quedo mirando.

– ?Crees que fue una coincidencia? -pregunto intrigada.

David levanto la copa a la luz y examino el color del vino.

– Sabes, antes solian envejecer en cavas este champan durante cinco anos, ahora deben de haber reducido el tiempo… o lo mezclan con otro vino mas joven.

Alex insistio:

– ?Crees que fue una coincidencia?

– ?Coincidencia? -pregunto desconcertado-. Ah, si… Desde luego. -Capto la mirada de los ojos de su esposa-. Vamos, Alex, ?no estaras pensando que pudo ser otra cosa?

Ella se estremecio.

– Fue tan extrano. Tan real.

– Supongo que debemos escribir a Cambridge, para hacerselo saber -dijo David cambiando de tema.

– Otto puede avisarlos, seguro.

– Lo supongo, pero seria correcto por nuestra parte el escribirles.

– ?Lo haras?

Se sentaron uno frente a otro y bebieron sus cafes.

– ?Como va tu Chardonnay? -pregunto Alex.

– Un paso adelante y dos atras; no puedo conseguir que se estabilice. Y a ti, ?como te va la agencia?

– Mucho trabajo.

– ?Has recibido algun best-seller?

– Una antologia de los cantos de guerra urdues.

– Algo que el mundo esperaba con ansiedad…

– Lo dudo.

David alzo las cejas.

– Estoy pensando en ponerme a escribir un libro sobre vinos.

– Un buen tema. Este ano solo he tenido sobre mi mesa sesenta y cuatro originales sobre vino.

David se levanto.

– Ya sabes lo que se dice: el numero sesenta y cinco trae suerte.

Alex sonrio.

– Llamame por telefono cuando llegues a casa.

– ?Quieres que lo haga?

– Quiero saber que llegaste bien a tu casa. -Le dio un beso y cerro la puerta tras el. De repente se sintio muy sola.

El recibidor estaba oscuro, con sus baldosas blancas y negras y su alto techo. Alex encendio la luz. Entro en el salon que conservaba el ambiente cargado de humo y perfume y la acidez vinosa del champan. Abrio las cortinas de encaje del redondo ventanal que daba a la calle; los colores habian desaparecido del cielo claro, transformandolo en una acuarela oscura. Volvio a pensar en las extranas palabras de Otto: «Fabian me pidio que lo hiciera.»

De improviso, algo se movio detras de ella. Percibio el movimiento y tuvo miedo, un miedo mucho mas fuerte que cualquiera que sintiera anteriormente; se quedo helada, con la piel de gallina, como atravesada por agujas heladas. Tuvo la sensacion de que la habitacion iba a derrumbarse sobre ella y sintio deseos de correr a la ventana, golpear los cristales y gritar pidiendo socorro, pero estaba paralizada. Por el rabillo del ojo vio una sombra que se movia en un rincon levantandose de una silla, tras ella.

– Perdoname, querida, debo haberme quedado dormida -dijo la sombra.

La miro con fijeza, paralizada, y de repente se dio cuenta de que era Sandy.

– Me vencio la emocion de todo lo ocurrido… estoy tomando tranquilizantes, ?sabes?, y no van bien con la bebida. -Bostezo y se desperezo-. ?Se han marchado ya todos?

– Si -respondio Alex con voz debil. Encendio una lampara de mesa y se sintio reconfortada por la calida luminosidad cuando el color volvio a la habitacion-. Me has dado un buen susto.

– Lo siento, querida. -Sandy parpadeo, se aliso con los dedos unos mechones y se afianzo un par de las agujas de hacer punto que sujetaban sus cabellos.

– ?Quieres un cafe? -pregunto Alex, aliviada por la compania pese a que, penso, fuese la de Sandy.

– Me gustaria. ?Que vas a hacer esta noche?

– Nada.

– ?Como! ?Te vas a quedar aqui sola?

Alex afirmo con la cabeza.

– Quiero estar sola.

– No puedes hacerlo, querida, esta noche no.

– He pasado sola muchas otras noches; no me importa.

Se dirigieron a la cocina, Alex, de pronto, aprecio con intensidad todos los objetos de la casa, como si hubiera entrado en un museo. Vio el sombrio retrato del abuelo de David con su uniforme de caballeria. «Fabian tiene sus mismos ojos», acostumbraba a jactarse David, orgullosamente. Ella siempre habia asentido, no habia razon alguna para desilusionarlo, para privarle del placer de creer en su propia presuncion. Solo que ella sabia que Fabian no habia heredado nada de David, ni un simple gene. Aquel era su secreto, un secreto celosamente guardado durante veintidos anos.

– Espantoso -dijo Sandy-. Todo este asunto. Iba con ellos otro chico que tambien…

Alex afirmo con la cabeza.

– Si. Charles Heathfield. Sus padres viven en Hong Kong.

– Espantoso. ?Que cosa tan horrible! Un camion en direccion contraria en la autopista, ?no fue eso?

– Un coche -la corrigio Alex.

Sandy fruncio las cejas.

– Estaba segura de que los periodicos hablaban de un camion.

– Asi fue. La noticia estaba equivocada.

– Un frances que quiso suicidarse, ?fue eso?

Alex asintio.

– ?Que forma mas extrana de suicidarse! ?Por que no estrello su coche contra un muro de cemento o algo asi?

Sono el silbido de la cafetera electrica.

– ?Sabes algo de el, querida?

– No, no mucho. Su esposa habia muerto. El negocio le iba mal. Munecos de peluche o algo asi. -Se

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