Liss cogio los papeles de Ikonnikov.

– ?Por que se implica con gente asi? Esta maldita guerra lo ha confundido todo, lo ha puesto del reves. ?Ay, si tuviera fuerzas para desenredar esta madeja!

«No, senor Liss, no hay nada que desenmaranar. Todo esta claro, todo es sencillo. No es uniendonos con los Ikonnikov y los Chernetsov como os hemos vencido. Somos lo bastante fuertes para ocuparnos de unos y otros.»

Mostovskoi se percato de que Liss reunia en si todo lo que era oscuro. Todos los vertederos huelen del mismo modo, todos los despojos, las astillas, los cascotes de ladrillo son identicos. Pero no es en las inmundicias, en los escombros donde hay que buscar diferencias y semejanzas, sino en el proyecto del constructor, en la idea original.

Y de pronto le invadio una rabia feliz y triunfante, no solo contra Liss y Hitler, sino tambien contra el oficial ingles de ojos incoloros que le habia preguntado acerca de la critica del marxismo en Rusia, contra los repugnantes discursos del menchevique tuerto, contra el predicador amargo que se habia enmascarado bajo la figura de agente de policia. ?Donde, donde encontrara esta gente a idiotas dispuestos a creer que existe una sombra de semejanza entre un Estado socialista y el Reich fascista? Liss, el oficial de la Gestapo, era el unico consumidor de aquella mercancia putrefacta. En aquellos momentos Mijail Sidorovich comprendio como nunca antes la relacion interna entre el fascismo y sus agentes.

«?No es ese -penso- el verdadero rasgo de la genialidad de Stalin? El odia y extermina a individuos como esos porque ha sabido ver por si mismo la secreta hermandad entre el fascismo y los fariseos predicadores de una libertad falsa.» Esta idea le parecio tan evidente que sintio deseos de compartirla con Liss, para explicarle la absurdidad de sus elucubraciones. Pero se limito a sonreir; el era un viejo zorro, no como el tonto de Goldenberg que se habia puesto a hablar de idioteces sobre Narodnaya Volia cuando lo llamo el fiscal.

Clavo su mirada en los ojos de Liss y, con una voz tan estentorea que debieron de oirla incluso los guardias al otro lado de la puerta, dijo:

– Le aconsejo que no pierda el tiempo conmigo. Pongame contra la pared, cuelgueme, vueleme la tapa de los sesos.

– Nadie quiere matarle -repuso Liss de inmediato-. Calmese, por favor.

– Estoy tranquilo -replico alegremente Mostovskoi-, no estoy preocupado por nada.

– Pues deberia estarlo. Tendria que compartir mi insomnio. Pero ?cual es la razon de nuestra enemistad?; no puedo entenderlo… ?Tal vez porque Adolf Hitler no es un Fuhrer, sino el lacayo de los Krupp y los Stinnes? ?Porque no hay propiedad privada en su pais? ?Porque las fabricas y los bancos pertenecen al pueblo? ?Porque son internacionalistas mientras nosotros predicarnos el odio racial? ?Porque hemos provocado el incendio y ustedes se esfuerzan por apagarlo? ?Por que somos odiados mientras que la humanidad mira con esperanza hacia su Stalingrado? ?Es eso lo que ustedes dicen? ?Tonterias! ?No existen abismos entre nosotros! ?Los han inventado! Somos formas diferentes de una misma esencia: el Estado de Partido. Nuestros capitalistas no son los verdaderos amos, el Estado les asigna un plan y un programa. El Estado torna su produccion y sus beneficios. Como salario se quedan con el seis por ciento de los beneficios. Su Estado-Partido, exactamente del mismo modo que el nuestro, establece un plan, un programa, y se apodera de la produccion. Y aquellos a los que ustedes llaman amos, los obreros, tambien reciben un salario de su Estado-Partido.

Mijail Sidorovich observaba a Liss y pensaba: «?Es posible que esta vulgar palabreria me haya confundido por un instante? ?Como he podido ahogarme en este torrente de veneno y de lodo pestilente?».

Liss hizo un gesto de desaliento con la mano.

– Tambien sobre nuestro Estado ondea la bandera roja del proletariado, tambien nosotros apelamos a la unidad nacional y al esfuerzo de los trabajadores, tambien nosotros proclamamos que el Partido expresa las aspiraciones del obrero aleman. Y ustedes tambien apelan al «nacionalismo», al «trabajo». Ustedes saben tan bien como nosotros que el nacionalismo es la fuerza mas poderosa del siglo XX. ?El nacionalismo es el alma de nuestra epoca! ?El socialismo en un solo pais es la expresion suprema del nacionalismo!

»No veo razon para nuestra enemistad. Pero el genial maestro y lider del pueblo aleman, nuestro padre, el mejor amigo de las madres alemanas, el estratega mas grande de todos los tiempos y todos los pueblos es quien ha empezado esta guerra. ?Y yo creo en Hitler! Se que la mente de vuestro Stalin no esta nublada por la colera y el dolor. A traves del fuego y el humo de la guerra puede ver la verdad. Sabe quienes son sus enemigos. Lo sabe, si, lo sabe incluso ahora, cuando estudia con ellos la estrategia militar que desplegara contra nosotros, y se bebe una copa a nuestra salud. En el mundo existen dos grandes revolucionarios: Stalin y nuestro Fuhrer. Es la voluntad de ambos la que ha dado origen al socialismo nacional del Estado. Para mi la fraternidad con ustedes es mas importante que la guerra que libramos por los territorios del Este. Construimos dos casas que deben estar la una al lado de la otra. Ahora, maestro, quiero que durante un tiempo viva en una soledad tranquila y que reflexione, que reflexione antes de nuestra proxima conversacion.

– ?Para que? ?Es estupido! ?Absurdo! ?Un disparate! -grito Mostovskoi-. ?Y a que viene esa estupidez de llamarme «maestro»?

– No hay nada de estupido en ello -replico Liss-. Usted y yo debemos comprender que elfuturo no se decide en los campos de batalla. Usted conocio personalmente a Lenin. El fundo un nuevo tipo de partido. Fue el primero en comprender que solo el Partido y su lider son los que expresan el impulso de la nacion. Por eso puso fin a la Asamblea Constituyente. Pero asi como Maxwell destruyo la mecanica newtoniana pensando que estaba confirmandola, Lenin se considero el fundador de la Internacional cuando en realidad habia creado el gran nacionalismo del siglo XX. Despues Stalin nos ha ensenado muchas cosas. Para construir el socialismo en un solo pais era necesario privar a los campesinos del derecho a sembrar y vender libremente, y Stalin no vacilo: liquido a millones de campesinos. Nuestro Hitler advirtio que al movimiento nacionalsocialista aleman le estorbaba un enemigo, el judaismo, y decidio liquidar a millones de judios. Pero Hitler no es solo un discipulo, es tambien un genio. Fue en la Noche de los cuchillos largos donde Stalin encontro la idea para las grandes purgas del Partido en 1937. Debe creerme. Yo he hablado, usted ha callado, pero se que para usted soy un espejo.

– ?Un espejo? -replico Mostovskoi-. Todo lo que ha dicho es mentira, desde la primera a la ultima palabra. Seria indigno de mi parte refutar su charlataneria sucia, nauseabunda, provocadora. ?Un espejo? ?Que le sucede? ?Ha perdido la cabeza? Stalingrado le hara volver en si.

Liss se puso en pie y Mostovskoi, presa de la confusion, lleno de odio y extasis al mismo tiempo, penso: «Ahora va a fusilarme, se acabo».

Pero Liss parecia no haber oido a Mostovskoi. Se inclino e hizo una profunda y respetuosa reverencia. -Maestro -dijo-, ustedes nos ensenaran siempre y seran nuestros discipulos. Pensaremos juntos.

Su semblante estaba serio, triste, pero tenia los ojos risuenos.

De nuevo aquella aguja venenosa pincho el corazon de Mijail Sidorovich. Liss miro el reloj.

– El tiempo no pasa en vano.

Toco el timbre y le dijo en voz baja:

– Coja esto si lo necesita. Pronto volveremos a vernos. Gute Nacht.

Mostovskoi, sin saber por que, cogio las hojas de la mesa y se las guardo en el bolsillo.

Lo condujeron fuera del edificio de la direccion y aspiro una bocanada de aire frio. ?Que agradable era aquella noche humeda, el aullido de las sirenas en la oscuridad que precede al alba, despues del despacho de la Gestapo y la voz suave del teorico del nacionalsocialismo!

Mientras era escoltado al Revier, vio pasar sobre el asfalto sucio un coche con los faros violetas. Mostovskoi comprendio que Liss se iba a descansar y la angustia volvio a atenazarle con una fuerza renovada.

El guardia le hizo entrar en su celda y cerro la puerta con llave.

Mijail Sidorovich se sento sobre el catre. «Si creyera en Dios pensaria que me ha enviado a este extrano interlocutor para castigarme por mis dudas.»

No podia dormir, ya comenzaba un nuevo dia. Con la espalda apoyada en la pared, hecha de tablones de pino rugosos, Mijail Sidorovich comenzo a leer con atencion los garabatos de Ikonnikov.

16

La mayoria de los hombres que viven en la Tierra no se proponen como objetivo definir el «bien». ?En que

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