policia que habia estudiado a Marx, de pronto, en lo mas intimo, le habria asaltado la duda de si Marx tenia razon. ?Que habia sentido entonces aquel policia? ?Aversion, horror ante sus propias dudas? en cualquier caso un policia no puede convertirse en un revolucionario: aplaca sus dudas y sigue siendo policia… «Pero yo, en el fondo tambien yo, aplaco mis dudas. Pero es diferente, yo soy un revolucionario,»

Y Liss, sin darse cuenta de que Mostovskoi habia rechazado el cigarrillo, mascullo:

– Si, si, tenga la bondad, es un tabaco muy bueno.

Cerro la pitillera, totalmente apesadumbrado.

– ?Por que encuentra esta conversacion tan sorprendente? ?Esperaba que le dijera algo diferente? Seguro que ustedes, en la Lubianka, tambien tienen a hombres instruidos. Gente que pueda hablar con el academico Pavlov o con Oldenburg. Pero ellos persiguen un objetivo, mientras que yo no persigo ningun fin secreto con esta conversacion. Le doy mi palabra. Me atormentan las mismas cosas que a usted.

Sonrio y anadio:

– Palabra de honor de un oficial de la Gestapo, y no es ninguna broma.

Mijail Sidorovich se repetia a si mismo: «No digas nada, lo principal es estar callado, no intervenir en la conversacion, no objetar».

Liss siguio hablando, casi como si se hubiera olvidado de la presencia de Mostovskoi:

– ?Dos polos! ?Eso es! Si no fuera asi, esta terrible guerra no existiria. Nosotros somos sus enemigos mortales, si. Pero nuestra victoria sera su victoria. ?Lo comprende? Si ustedes ganan, nosotros moriremos y viviremos en vuestra victoria. Es algo paradojico: si perdemos la guerra, seremos los vencedores, continuaremos desarrollandonos bajo otra forma, pero conservando la misma esencia.

?Por que razon ese omnipotente Liss, en lugar de mirar peliculas galardonadas, beber vodka, escribir informes a Himmler, leer libros de jardineria, releer las cartas de su hija, entretenerse con las mujeres jovenes seleccionadas en el ultimo convoy, o bien irse a dormir a su espacioso dormitorio despues de tomarse un medicamento para facilitar la digestion, habia mandado llamar de noche a un viejo bolchevique ruso impregnado del hedor a Lager?

?Que tenia en mente? ?Por que escondia sus fines? ?Que trataba de averiguar?

Mijail Sidorovich no tenia miedo a las torturas; lo que le aterrorizaba era pensar que el aleman no mentia, que le estuviera hablando con sinceridad. Que simplemente fuera un hombre con ganas de conversar.

Que pensamiento tan odioso: eran dos seres enfermos, ambos consumidos por la misma enfermedad, pero uno no se contenia y hablaba, se confiaba al otro, y el segundo callaba, se escondia mientras escuchaba, escuchaba…

Y Liss, como si por fin respondiera a la tacita pregunta de Mostovskoi, abrio la carpeta que descansaba sobre la mesa y saco con aprension, sirviendose de dos dedos, unos papeles sucios. Mostovskoi los reconocio al instante: eran los garabatos de Ikonnikov.

Liss, al parecer, creia que cuando el prisionero viera de improviso aquellos folios que Ikonnikov le habia dado furtivamente el desaliento se apoderaria de el.

Pero Mijail Sidorovich no perdio la cabeza. Miro las paginas cubiertas de la caligrafia de Ikonnikov casi con alegria: todo se habia aclarado de un modo estupido y sencillo, como siempre ocurre en los interrogatorios de la policia.

Liss acerco al borde de la mesa los garabatos de Ikonnikov, despues coloco de nuevo las hojas manuscritas ante si. De pronto se puso a hablar en aleman.

– Mire, le encontraron estos papeles durante el registro. En cuanto lei las primeras palabras comprendi que semejante basura no podia ser obra suya, a pesar de que no conozco su escritura.

Mostovskoi permanecio callado.

Liss tamborileo con un dedo sobre los papeles. Le estaba invitando a hablar de modo amistoso, con buena voluntad.

Mostovskoi continuo callado.

– ?Me equivoco? -pregunto Liss, sorprendido-. No, no me equivoco. Usted y yo sentimos el mismo asco hacia lo que aqui esta escrito. ?Usted y yo estamos juntos, del mismo lado, y al otro se encuentra esta porqueria! -y senalo los papeles de Ikonnikov.

– Venga, venga -espeto Mostovskoi atropelladamente y con furia-. Vayamos al grano. ?Estos papeles? Si, si, me los han confiscado. ?Quiere saber quien me los ha dado? No es asunto suyo. Tal vez sea yo quien los ha escrito. O tal vez usted haya ordenado a un agente suyo que me los metiera a escondidas debajo del colchon. ?Esta claro?

Por un instante penso que Liss aceptaria su desafio, que perderia la calma y le gritaria: «?Tengo medios para obligarle a hablar!». Mostovskoi lo deseaba con todas sus fuerzas, asi todo resultaria claro y sencillo. ?Enemigo! Que palabra tan clara, tan nitida.

Pero Liss dijo:

– ?A quien le importan esos papeles deplorables? ?Que mas da quien los haya escrito! Solo se que no hemos sido ni usted ni yo. Como lo siento. ?Pienselo! ?Quien estaria en nuestros Lager si no hubiera guerra, si no tuvieramos prisioneros de guerra? Los enemigos del Partido, los enemigos del pueblo. Es una especie que usted conoce, ustedes los tienen en sus campos. Si, y si la Direccion de Seguridad del Reich acoge prisioneros suyos en tiempo de paz, no los dejara marchar: sus prisioneros son nuestros prisioneros.

Liss esbozo una amplia sonrisa.

– Los comunistas alemanes que enviamos a los campos tambien fueron enviados a sus campos en 1937. Yezhov los encarcelo, y el Reichsfuhrer Himmler tambien. Sea mas hegeliano, maestro.

Guino el ojo a Mostovskoi.

– A menudo pienso que el conocimiento de lenguas en sus campos podria ser tan util como en los nuestros. Hoy le asusta nuestro odio a los judios. Manana puede darse que ustedes sigan nuestro ejemplo. Y pasado manana nos volveremos mas indulgentes. He recorrido un largo camino, guiado por un gran hombre. A usted tambien le ha guiado un gran hombre, tambien ha recorrido un largo camino, dificil. ?Cree usted que Bujarin era un provocateur? Solo un gran hombre podia guiar a los demas por un camino como aquel. Yo tambien conocia a Rohm, confiaba en el, y asi debia ser. Pero hay algo que me tortura: el terror de ustedes ha matado a millones de personas, y en todo el mundo, solo nosotros, los alemanes, hemos comprendido que era algo necesario. Asi es, no tiene vuelta dehoja. Trate de comprenderme, como yo le comprendo a usted. Esta guerra debe de horrorizarle. Napoleon no tenia que haber combatido contra Inglaterra.

Un nuevo pensamiento sacudio a Mostovskoi. Incluso cerro los ojos, tal vez por el dolor vivo y repentino que sintio en los ojos, tal vez para escapar a ese pensamiento angustioso. ?Y si sus dudas no eran signo de debilidad, de impotencia, de cansancio, de desconfianza? ?Y si aquellas dudas que irrumpian en su animo, ahora timidamente, ahora con impetu, constituyeran lo mas honesto y limpio que habia en su interior, y el las aplastaba, las repelia, las odiaba? ?Que pasaria si ellas contuvieran la semilla de la verdad revolucionaria? ?La dinamita de la libertad!

Para rechazar a Liss, sus dedos pegajosos y resbaladizos, bastaba con dejar de odiar a Chernetsov, dejar de despreciar al yurodivi Ikonnikov. No, no, mas aun. Tenia que renunciar a todo lo que daba sentido a su vida, condenar todo lo que habia defendido y justificado.

Pero no, no, todavia mas. No solo condenar, sino odiar con toda su alma, con toda su pasion revolucionaria el Lager, la Lubianka, al sangriento Yezhov, a Yagoda, a Beria. No, no bastaba, ?tenia que odiar a Stalin y su dictadura!

?No, no, mucho mas! Tenia que condenar a Lenin. Estaba al borde del abismo.

Si, aquella era la victoria de Liss, no una victoria ganada en el campo de batalla, sino en la guerra sin disparos, prenada de veneno, que el oficial de las SS estaba librando contra el.

Sentia que estaba al filo de la locura. Despues, de repente, lanzo un alegre suspiro de alivio. El pensamiento que por un instante le habia aterrorizado y obnubilado la mente se habia convertido en polvo, parecia absurdo y patetico. La alucinacion habia durado solo algunos segundos. Pero ?como habia podido, aunque solo fuera por algunos segundos o una fraccion de segundo, dudar de la justicia de su gran causa?

Liss le miro fijamente, movio los labios y continuo hablando:

– ?Cree que el mundo nos mira a nosotros con horror y a ustedes con amor y esperanza? Creame, quien ahora nos mira con horror a nosotros, tambien les mirara con horror a ustedes.

Ahora nada podia espantar a Mijail Sidorovich. Ahora conocia el precio de sus dudas. No conducian a una cienaga, como habia podido pensar antes: conducian al abismo.

Вы читаете Vida y destino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату