Pero el estallido de esta terrible guerra habia demostrado que no era asi.

Estiro el capote hacia sus hombros, exponiendo sus pies al aire frio que se filtraba a traves de la puerta. Darenski se dijo que ahora que sus conocimientos y aptitudes por fin habian sido reconocidos, se encontraba acostado en el suelo de un gallinero escuchando los gritos penetrantes y aborrecibles de los camellos, sin sonar en dachas o balnearios, sino en un par ele calzoncillos limpios y en la posibilidad de lavarse con un pedazo de jabon decente.

Se sentia orgulloso de que su ascenso no comportara beneficios materiales, pero al mismo tiempo le irritaba. Su seguridad y arrogancia estaban asociadas a una acusada timidez en la vida cotidiana. En lo mas intimo creia que no era merecedor de los placeres materiales. La inseguridad constante, la falta de dinero, la sensacion de llevar ropa usada y vieja le resultaban familiares desde la infancia. Tampoco ahora, cuando disfrutaba del exito, le abandonaban aquellas sensaciones.

Le aterrorizaba la idea de presentarse un dia en la cantina del Consejo Militar y que la chica de detras del mostrador le dijera: «Camarada teniente coronel, usted debe comer en la cantina comun». Y tambien que algun general bromista le dijera en una reunion, guinandole el ojo: «Diganos, teniente coronel, ?esta espeso el borsch que dan en la cantina del Consejo Militar?». Siempre se sorprendia ante la seguridad autoritaria que exhibian los generales, pero tambien los fotografos de los periodicos, cuando comian, bebian, exigian gasolina, ropa y cigarrillos en lugares donde se suponia que no habia ninguna de esas cosas.

Asi era la vida. Durante anos su padre no habia logrado colocarse en ningun puesto, y la que sacaba la casa adelante era su madre, que trabajaba como taquigrafa.

A medianoche Bova dejo de roncar y Darenski, aguzando el oido ante el silencio que procedia de su catre, comenzo a inquietarse.

– ?No duerme, camarada teniente coronel? -pregunto de improviso Bova.

– No, estoy desvelado.

– Perdone que ayer no le acomodara mejor; bebi mas de la cuenta -le explico hoya-. Pero ahora tengo la cabeza despejada, como si no hubiera probado ni gota. Y estoy aqui preguntandome: ?como hemos venido a parar a este rincon de mala muerte? ?Quien tiene la culpa de que hayamos acabado en este agujero olvidado por Dios?

– ?Quien? Los alemanes, por supuesto.

– Echese en el catre, yo me tumbare en el suelo -dijo Bova. -Que dice, estoy bien aqui.

– No, no esta bien. La hospitalidad del Caucaso no admite que el anfitrion ocupe la cama y el invitado duerma en el suelo.

– No importa, no somos caucasicos.

– Ya casi lo somos. Estamos cerca de las estribaciones del Caucaso. Los alemanes, dice usted, son los responsables de que estemos aqui, pero no solo ellos: nosotros tambien hemos puesto nuestro granito de arena.

Se oyo chirriar el catre: Bova, probablemente, se habia levantado.

– Si -dijo Bova, alargando la palabra con aire pensativo.

– Si, si, si -dijo desde el suelo Darenski.

Bova habia dado un rumbo insolito a la conversacion. Los dos guardaron silencio, reflexionando si debian dar rienda suelta a semejante discurso con un desconocido. Al parecer llegaron a la misma conclusion: no valia la pena.

Bova se encendio un cigarrillo. A la luz de la cerilla, Darenski vio el rostro de Bova, arrugado, sombrio, extrano.

Darenski tambien prendio un cigarrillo. A la luz de la cerilla, Bova vio la cara de Darenski, apoyada sobre el codo; le parecio fria, altiva, extrana.

Y justo despues de aquel reconocimiento mutuo dio inicio la conversacion que no deberia haber tenido lugar.

– Si -dijo Bova, pero esta vez ya no alargo la palabra, sino que la pronuncio de forma tajante y concisa-. La burocracia y los burocratas, eso es lo que nos ha traido hasta aqui.

– Si -corroboro Darenski-, la burocracia es terrible. Mi conductor me ha contado que, antes de la guerra, en el campo no se podia obtener ningun documento si previamente no se regalaba medio litro de vodka.

– No es cosa de broma, no se ria -le interrumpio Bova-. La burocracia no es un chiste, ?sabe? en tiempo de paz el diablo ha conducido a los hombres sabe adonde, pero en el frente…, en el frente la burocracia es aun mas perniciosa. Mire, esto es lo que ocurrio en una unidad aerea: un piloto salto de su avion en llamas, un Messer le habia derribado; el salio intacto, pero se le quemaron los pantalones. ?Y sabe que sucedio? No querian proporcionarle otro par. El oficial de intendencia, dandoselas de amo y senor, le dijo que el plazo de uso de los anteriores no habia vencido, ?y asunto zanjado! el piloto estuvo tres dias sin pantalones, hasta que el caso llego a oidos del comandante de la escuadrilla.

– Eso, si me lo permite, es una estupidez -dijo Darenski-. No hemos retrocedido desde Brest hasta el desierto del Caspio solo porque un idiota se haya negado a dar un par de pantalones nuevos. No vale la pena ni comentarlo. Son los tejemanejes burocraticos habituales.

Bova gimio con acritud y dijo:

– Yo no he dicho que fuera por culpa de los pantalones. Deje que le ponga otro ejemplo: una unidad de infanteria que habia sido rodeada no tenia nada que comer. Entonces se ordeno a una escuadrilla que les lanzara viveres con paracaidas; pero la intendencia se nego a suministrar los comestibles. Es imprescindible, decian, que alguien firme el comprobante de entrega, y ?como iban a firmar ellos si las provisiones eran lanzadas desde los aviones? el intendente se empecino y se mantuvo en sus trece. Al final recibio una orden del alto mando.

Darenski sonrio.

– Es un caso comico, pero de nuevo una minucia. Una pedanteria. En primera linea la burocracia puede tener efectos mucho mas monstruosos. ?Conoce usted la orden «ni un paso atras»? en cierto lugar los alemanes estaban machacando a cientos de los nuestros. Bastaba con replegarse a la otra pendiente de la colina para que los hombres estuvieran a resguardo. Desde el punto de vista tactico no se salia perdiendo, y habrian conservado intacto el equipamiento. Pero la orden era «ni un paso atras», asi que los dejaron bajo el fuego: los hombres perecieron y el material fue destruido.

– Si, tiene razon -dijo Bova-. En 1941 enviaron a nuestro ejercito a dos coroneles de Moscu para verificar esa misma orden. Pero no tenian coche, y en los ultimos tres dias habiamos retrocedido unos doscientos kilometros desde Gomel. Recogi a los coroneles con el camion para que los alemanes no los capturasen, y ellos, estremeciendose en la parte trasera, me preguntaron: «?Que medidas ha tomado para aplicar la orden “ni un paso atras”?». Dichosos informes, que se le va a hacer.

Darenski inspiro una gran bocanada de aire, como si se dispusiera a zambullirse mas hondo y, evidentemente, se zambullo:

– Yo le dire cuando es terrible la burocracia: cuando un solo ametrallador del Ejercito Rojo defiende una posicion contra setenta alemanes y logra retrasar la ofensiva enemiga; el soldado muere y todo el ejercito se inclina ante el, pero a su mujer, enferma de tisis, la echan de casa mientras un oficial del soviet del distrito le grita: «?Fuera de aqui, pelandusca!». Burocracia es que un hombre tenga que rellenar veinticuatro formularios y que al final termine autoinculpandose en una reunion: «Camaradas, no soy uno de los vuestros». Es cuando un hombre reconoce que nuestro Estado esta formado por obreros y campesinos, mientras que sus padres son nobles, parasitos, degenerados. «Adelante, arrojadme a la calle», dice. Entonces todo esta en orden.

– Yo no interpreto eso como burocracia -dijo Bova-. En efecto, el Estado pertenece a los obreros y los campesinos, y es gobernado por ellos. ?Que hay de malo? Asi es como debe ser. El Estado burgues no merece confianza.

Darenski se quedo estupefacto; su interlocutor, evidentemente, no compartia su punto de vista.

Bova encendio una cerilla pero en lugar de prender su cigarrillo ilumino en direccion a Darenski. Este entorno los ojos con la sensacion de quien cae en el campo de batalla bajo la luz del proyector enemigo.

– Yo soy de pura cepa proletaria -dijo Bova-; mi padre era obrero; mi abuelo, tambien. Mi historial esta limpio como los chorros del oro. Pero por lo que parece, yo no servia para nada antes de la guerra.

– ?Por que no? -se asombro Darenski.

– No interpreto como burocracia el hecho de que un Estado obrero y campesino mire con recelo a los nobles. Pero ?por que a mi, que soy proletario, me agarraron del cuello antes de la guerra? Pense que iba acabar

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