recogiendo patatas o barriendo las calles. Y, sin embargo, solo habia expresado un punto de vista de clase: habia criticado a los jefes por vivir con lujos. Y la emprendieron a golpes conmigo. Ahi esta, en mi opinion, la raiz de la burocracia: un obrero sufriendo en su propio Estado.
Darenski sintio al instante que con estas palabras su interlocutor habia planteado algo muy importante, y puesto que no estaba acostumbrado a hablar de lo que le conmovia, ni tampoco a oir a otros hacerlo, experimento una emocion indescriptible: la felicidad de quien habla sin tener que mirar a su espalda, sin temor a emitir su propia opinion, la felicidad de poder discutir sobre aquello que inquieta y agita sobremanera a la mente, y que precisamente porque inquieta y agita no se comenta con nadie.
Pero alli, echado sobre el suelo de la miserable casucha, mientras discutia con un simple soldado que acababa de despejarse de la borrachera, sintiendo a su alrededor la presencia de las tropas que desde la Ucrania occidental habian llegado a aquella tierra arida, Darenski sintio que todo era diferente. Se habia producido un acontecimiento sencillo, natural, deseado y necesario; un acontecimiento inaccesible, inconcebible: una conversacion sincera entre dos hombres.
– ?Sabe en que se equivoca? -dijo Darenski-. Yo se lo dire. La burguesia no permite a los desarrapados acceder al Senado, es cierto; pero si un paria se convierte en millonario, lo dejan entrar. Los Ford comenzaron como simples trabajadores. Nosotros, en cambio, no confiamos en miembros de la burguesia ni de la aristocracia para los puestos de responsabilidad; es justo. Pero estigmatizar con el sello de Cain a un trabajador solo porque su padre o su abuelo eran kulaks o sacerdotes es otra historia. Aqui el punto de vista de clase nada tiene que ver. ?Cree que durante mis anos en el campo no me encontre con obreros de la fabrica de Putilov o mineros del Donets? ?A punados! Nuestra burocracia da miedo cuando se comprende que no es un tumor en el cuerpo sano del Estado (un tumor siempre puede ser extirpado), sino el cuerpo mismo del Estado. En tiempo de guerra nadie quiere sacrificar su vida por la clase dirigente. Timbrar una solicitud con un «rechazado» o expulsar de un despacho a la viuda de un soldado puede hacerlo cualquier lacayo, pero para expulsar a los alemanes es preciso ser fuerte, hace falta ser un verdadero hombre.
– Si, es cierto -asintio Bova.
– No crea que estoy resentido -dijo Darenski-. No, hago una reverencia y me quito el sombrero. ?Gracias! Soy feliz. Lo malo es que para que yo pueda ser feliz y ofrecer a Rusia mis fuerzas tengamos que sufrir esta epoca tan terrible. Es una constatacion amarga. Si ese es el precio, que se vaya a paseo mi felicidad, que sea maldita.
Darenski sentia que no habia logrado llegar a lo mas importante, a lo que constituia la esencia de la conversacion, aquello que habria iluminado su vida con una luz clara y sencilla. Pero cuando menos, habia tenido la posibilidad de pensar y hablar de cosas sobre las que a menudo ni se pensaba ni se hablaba, y aquello le procuraba una inmensa felicidad.
– ?Sabe?, pase lo que pase, nunca en mi vida lamentare la conversacion que hemos mantenido esta noche.
15
Mijail Sidorovich paso mas de tres semanas en una celda de aislamiento cerca del Revier. Estaba bien alimentado y dos veces al dia le visitaba un medico de las SS que le habia prescrito inyecciones de glucosa.
Durante las primeras horas de reclusion, cuando esperaba que lo llamaran para ser interrogado, Mijail Sidorovich no hacia otra cosa que enfurecerse consigo mismo: ?por que habia hablado con Ikonnikov? Era evidente que el yurodivi le habia traicionado endosandole aquellos papeles comprometedores antes del registro.
Pero los dias transcurrian y Mostovskoi seguia sin ser llamado. Entretanto repasaba mentalmente las conversaciones politicas mantenidas con otros prisioneros, preguntandose cual de ellos podia ser reclutado para la organizacion secreta. Por la noche, cuando no lograba conciliar el sueno, redactaba el texto de las octavillas y empezo a compilar una guia de conversacion del Lager para facilitar la comunicacion entre detenidos de distintas nacionalidades.
Trataba de recordar las viejas leyes de la conspiracion que habrian de evitar la debacle total en caso de denuncia por parte de un provocateur.
Mijail Sidorovich sentia el deseo de interrogar a Yershov y Osipov sobre los primeros pasos de la organizacion. Estaba seguro de que conseguiria que Osipov superara los prejuicios respecto a Yershov.
Chernetsov, que odiaba el bolchevismo y al mismo tiempo anhelaba la victoria del Ejercito Rojo, le parecia una figura patetica. Ahora, mientras esperaba el inminente interrogatorio, estaba casi tranquilo.
Una noche Mostovskoi sufrio un ataque al corazon. Yacia con la cabeza contra la pared, sintiendo la horrenda angustia que atenaza a aquel que esta a punto de morir encarcelado. Por un momento perdio el conocimiento a causa del dolor. Despues volvio en si; el dolor habia remitido; tenia el pecho, la cara, las manos cubiertas de sudor. Sus pensamientos, aparentemente, recobraron la lucidez.
La conversacion sobre el mal que habia mantenido con el cura italiano se asociaba en su mente con la felicidad que habia experimentado de nino, cuando de improviso empezo a llover a cantaros y se refugio en la habitacion donde su madre estaba cosiendo; con el recuerdo de la mujer que habia ido a visitarle durante su deportacion a Yenisei y con sus ojos anegados de lagrimas, pero lagrimas de felicidad; con el palido Dzerzhinski, a quien, en un congreso del Partido, habia preguntado sobre la suerte que habia corrido un joven eserista muy amable. «Fusilado», dijo Dzerzhinski. Los ojos tristes del mayor Kirillov… Cubierto con una sabana arrastraban sobre un trineo el cadaver de un amigo que habia rechazado su ayuda durante el sitio de Leningrado.
La cabeza desgrenada del nino, llena de suenos, era la misma que aquel gran craneo calvo, apoyado contra las tablas asperas del Lager.
Al cabo de un rato los recuerdos comenzaron a desvanecerse, a perder su color, sus formas. Tenia la sensacion de que se sumergia despacio en agua gelida. Se adormecio para escuchar de nuevo, en la oscuridad que precede al alba, el aullido de las sirenas.
Por la tarde Mijail Sidorovich fue conducido al bano del Revier. Suspirando con gesto descontento, examino sus brazos delgados, el pecho hundido.
«Si, contra la vejez no hay nada que hacer», penso.
Cuando el soldado que le escoltaba desaparecio tras la puerta dandole vueltas a un cigarrillo entre sus dedos, un prisionero estrecho de espaldas y picado de viruelas que estaba limpiando el suelo de cemento con un cepillo le dijo a Mostovskoi:
– Yershov me ha ordenado que le transmita las noticias. En Stalingrado los nuestros estan rechazando todos los ataques de los fritzes; todo esta en orden. El mayor le pide que escriba una octavilla y que la entregue en el proximo bano.
Mostovskoi quiso decirle que no tenia lapiz ni papel, pero en ese momento entro el guardia.
Mientras se vestia, Mostovskoi sintio en el bolsillo un paquete. Contenia diez terrones de azucar, un trozo de tocino envuelto en un trapito, un pedazo de papel blanco y el cabo de un lapiz.
La felicidad se apodero de el. ?Acaso podia desear algo mas? Tenia la fortuna de vivir sus ultimos dias sin preocuparse por la esclerosis, el estomago, los espasmos cardiacos.
Estrecho contra el pecho los terrones de azucar, el trozo de lapiz.
Aquella noche un suboficial de las SS le hizo salir del Revier y lo condujo a la calle del campo. Frias rafagas de viento le azotaron en la cara. Mijail Sidorovich se volvio a mirar los barracones durmientes y penso: «No os preocupeis muchachos, los nervios del camarada Mostovskoi no cederan; dormid tranquilos».
Cruzaron las puertas de la direccion del campo. Alli, en lugar del tufo a amoniaco, flotaba en el aire un fresco olor a tabaco. Mostovskoi vio en el suelo una colilla larga y sintio deseos de cogerla.
Dejaron atras el segundo piso y subieron al tercero. Elguardia ordeno a Mostovskoi que se limpiara los pies en la alfombrilla y el mismo froto sus suelas repetidas veces. Mostovskoi, jadeando despues de aquella subida, se esforzaba por recobrar el aliento.
Penetraron en un pasillo estrecho cubierto por una alfombra. Las lamparas semitransparentes en forma de tulipan difundian una luz tenue, suave. Pasaron por delante de una puerta pulida con una pequena tablilla donde se leia «Comandante» y se detuvieron frente a otra puerta con la inscripcion
«Obersturmbannfuhrer Liss».
Mostovskoi habia oido pronunciar a menudo aquel nombre: se trataba del representante de Himmler en la