Capto la mirada de su mujer y sintio que lo comprendia; el interes hacia su trabajo lo exaltaba de nuevo.

– ?Como va la vida? -le pregunto Shtrum-. ?Ha venido a verte Maria Ivanovna? Quiza te haya leido Madame Bovary, la obra de Balzac…

– Basta -le contuvo su mujer.

Aquella noche Liudmila Nikolayevna esperaba que su marido le hablara de su trabajo. Pero guardo silencio y ella no hizo preguntas.

17

Que ingenuas le parecian a Shtrum las ideas de los fisicos de mediados del siglo XIX, las opiniones de Helmholtz que reducia la tarea de la fisica al simple estudio de las fuerzas de atraccion y repulsion, las cuales dependian solo de la distancia.

?El campo de fuerzas es el alma de la materia! La unidad que comprende onda de energia y corpusculo de materia… la estructura granular de la luz… ?Es una lluvia de gotas luminosas o una onda fulgurante?

La teoria cuantica ha sustituido las leyes que rigen las entidades individuales fisicas por otras nuevas: las leyes de la probabilidad, las de una estadistica especial que ha abandonado la nocion de individualidad y reconoce solo el conjunto. A Shtrum los fisicos decimononicos le evocaban la imagen de hombres con bigotes tenidos, enfundados en trajes con cuellos altos y almidonados, con punos rigidos, apinados alrededor de una mesa de billar. Aquellos hombres con profundidad de pensamiento, pertrechados con reglas y cronometros, frunciendo sus tupidas cejas, median velocidades y aceleraciones, determinaban las masas de las esferas elasticas que llenaban el tapete verde del espacio universal.

Pero de repente el espacio, medido con varillas y reglas metalicas, y el tiempo, mesurado con relojes de alta precision, comienzan a curvarse, dilatarse y aplastarse. La inmutabilidad ya no es el fundamento de la ciencia, sino los barrotes y muros de su carcel. Ha llegado el momento del Juicio Final. Las verdades milenarias se han declarado erroneas. En antiguos prejuicios, en los errores y en las imprecisiones ha dormido durante siglos, como en un capullo, la verdad suprema.

El mundo dejo de ser euclidiano, su naturaleza geometrica estaba formada por masas y sus velocidades.

La progresion de la ciencia gano rapidez en un mundo liberado por Einstein de las cadenas del tiempo y el espacio absolutos.

Hay dos corrientes: una que tiende a escrutar el universo, la segunda que trata de penetrar en el nucleo del atomo, y aunque caminan en direcciones opuestas nunca se pierden de vista, aunque una recorra el mundo de los parsecs y la otra se mida en micromilimetros. Cuanto mas profundo se sumergen los fisicos en las entranas del atomo, mas evidentes se vuelven para ellos las leyes relativas a la luminiscencia de las estrellas. El desplazamiento al rojo que se produce en el espectro de radiacion de las galaxias lejanas dio origen al concepto de universos que se dispersan en un espacio infinito. Pero bastaba acotar la observacion a un espacio finito semejante a una lente, curvado por velocidades y masas, para poder concebir que era el propio espacio el que se expandia, arrastrando tras de si las galaxias.

Shtrum no lo dudaba: no podia haber en el mundo hombres mas felices que los cientificos… A veces, por la manana, de camino al instituto, y durante los paseos vespertinos, y tambien aquella noche mientras pensaba en su trabajo, le embargaba un sentimiento de felicidad, humildad y exaltacion.

Las fuerzas que llenaban el universo de la luz suave de las estrellas se liberaban en la transformacion del hidrogeno en helio…

Dos anos antes de la guerra dos jovenes alemanes habian logrado la fision de un nucleo atomico pesado bombardeandolo con neutrones, y en sus investigaciones los fisicos sovieticos habian llegado, por vias diferentes, a resultados similares; de repente experimentaron la misma sensacion que cientos de miles de anos antes tuvieron los hombres de las cavernas al encender la primera hoguera.

Desde luego era la fisica la que determinaba el curso del siglo XX. Al igual que en 1941 era Stalingrado lo que estaba determinando el curso de todos los frentes de la guerra mundial. Pero Shtrum se sentia acechado por la duda, el sufrimiento, la desesperacion.

18

Vitia, estoy segura de que mi carta te llegara, a pesar de que estoy detras de la linea del frente y detras de las alambradas del gueto judio. Yo no recibire tu respuesta, puesto que ya no estare en este mundo. Quiero que sepas lo que han sido mis ultimos dias; con este pensamiento me sera mas facil dejar esta vida.

Es dificil, Vitia, comprender realmente a los hombres… Los alemanes irrumpieron en la ciudad el 7 de julio. En el parque la radio transmitia las noticias de ultima hora. Salia de la policlinica, despues de las consultas, y me detuve a escuchar a la locutora, que leia en ucraniano un boletin sobre los ultimos combates. Oi un tiroteo a lo lejos. Luego algunas personas cruzaron corriendo el parque. Segui mi camino a casa, sin dejar de sorprenderme por no haber oido la senal de alarma aerea. De repente vi un tanque y alguien grito: «?Los alemanes estan aqui!».

«No siembre el panico», le adverti. La vispera habia ido a ver al secretario del soviet de la ciudad y le habia planteado la cuestion de la evacuacion; el monto en colera: «Todavia es pronto para hablar de eso; no hemos comenzado siquiera a redactar las listas». En una palabra, los alemanes habian llegado. Aquella noche los vecinos se la pasaron yendo de una habitacion a otra; los unicos en mantener la calma eramos los ninos y yo. Habia tomado una decision: que me suceda lo que haya de suceder a los demas. Al principio tuve un miedo espantoso; comprendi que no te volveria a ver, y me entraron unas ganas locas de volver a verte, de besarte la frente, los ojos una vez mas. Entonces me di cuenta de la suerte que tenia de que estuvieras a salvo.

Me quede dormida de madrugada y, al despertar, me embargo una terrible melancolia. Estaba en mi habitacion, en mi cama, pero me senti en tierra extrana, perdida, sola. Aquella misma manana me recordaron lo que habia logrado olvidar durante los anos de regimen sovietico: que yo era judia. Los alemanes pasaban en sus camiones y gritaban: «Juden kaputt!».

Y los vecinos tambien me lo recordaron mas tarde. La mujer del conserje, que se encontraba bajo mi ventana, le decia a una vecina: «Por fin, a Dios gracias, nos libraremos de los judios». ?Que es lo que le pudo llevar a decir eso? Su hijo esta casado con una judia; la vieja solia ir a visitarlos y me hablaba despues de sus nietos.

Mi vecina de apartamento, una viuda con una hija de seis anos llamada Alionushka, de maravillosos ojos azules (ya te he escrito alguna vez sobre ella), pues bien, esta vecina vino a verme y me dijo: - Anna Semionovna, le pido que para la tarde haya retirado las cosas de su habitacion, voy a instalarme en ella.

– Muy bien -le respondi-, entonces yo me instalare en la suya.

– No, usted se instalara en el cuarto trasero de la cocina. Me negue en redondo; alli no habia estufa, ni ventana siquiera.

Me fui a la policlinica y, al volver, resulto que me habian forzado la puerta y mis cosas habian sido arrojadas en el interior de aquel cuartucho. Mi vecina me dijo: «Me he quedado su sofa, de todas maneras no cabe en su nuevo cuarto».

Asombroso, se trata de una mujer con estudios, diplomada en una escuela de artes y oficios, y su difunto marido era un hombre bueno y tranquilo, que trabajaba de contable en la Ukoopspilka [15]. «Usted esta fuera de la ley», me dijo la mujer como si aquello supusiera un gran provecho para ella. Su pequena Alionushka se sento conmigo toda la tarde y yo le estuve contando cuentos. La nina no queria irse a dormir, de modo que su madre se la llevo en brazos. Asi fue la fiesta de inauguracion de mi nuevo hogar. Luego, Vitenka, abrieron de nuevo la policlinica. A mi y a otro medico judio nos despidieron. Fui a pedir la

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