hecho de que en la guerra no habia podido encontrar a un estratega a la medida de su genio. Zeitzler, sin embargo, contaba que Hitler le habia pedido que enderezara la linea del frente porque sus sinuosidades ofendian su sentido estetico. ?Y que decir de la negativa demente, neurastenica a lanzar una ofensiva contra Moscu? ?Y la repentina abulia que le habia hecho detener el avance sobre Leningrado? Su estrategia fanatica de mantener una defensa implacable se fundaba en el terror a perder prestigio.
Ahora estaba definitivamente claro.
Pero esa claridad absoluta era aterradora. ?Habria podido negarse a someterse a su orden! Hitler le habria ejecutado, por supuesto, pero habria salvado la vida de sus hombres. Si, Paulus veia muchos ojos que le miraban con reproche.
?Habria podido salvar al ejercito!
Pero tenia miedo de Hitler, ?temia por su pellejo!
Halb, el mas alto representante de la SD en el Estado Mayor del ejercito, le habia dicho con expresiones confusas pocos dias antes de volver a Berlin que el Fuhrer habia dado pruebas de ser demasiado grande incluso para el pueblo aleman. Si, si, por supuesto.
Declamacion, nada mas que demagogia.
Adam encendio la radio. Del inicial crujido de las interferencias surgio una musica: Alemania celebraba una misa funebre por los muertos de Stalingrado. La musica poseia una fuerza particular. Tal vez el mito creado por el Fuhrer era mas importante para el pueblo, para las futuras batallas, que las vidas de unos hombres aquejados de distrofia, congelados y cubiertos de piojos. Tal vez la logica del Fuhrer no era una logica que pudiera entenderse leyendo reglamentos, organizando la cronologia de las batallas o estudiando los mapas de operaciones.
Pero, tal vez, la aureola de martires que Hitler habia impuesto al 6° Ejercito conllevaria una nueva existencia para Paulus y sus soldados, un nuevo modo de participar en el futuro de Alemania.
En circunstancias semejantes, lapices, reglas de calculo y calculadoras no servian de ayuda. El extrano intendente general actuaba conforme a una logica y criterios diferentes.
Adam, querido, fiel Adam: las almas mas puras estan siempre e inevitablemente abocadas a la duda. El mundo esta dominado por hombres de escasas luces convencidos firmemente de su razon.
Las naturalezas superiores no dirigen los Estados, no toman grandes decisiones.
– ?Ya vienen! -grito Adam. Y ordeno a Ritter: Disponlo todo.
Ritter aparto la maleta abierta a un lado y se ajusto el uniforme.
Los calcetines del mariscal de campo, colocados a toda prisa en la maleta, tenian agujeros en los talones, y Ritter se afligio no porque el insensato e impotente Paulus llevara calcetines gastados, sino porque aquellos agujeros serian vistos por despiadados ojos rusos.
Adam estaba de pie, con las manos apoyadas sobre el respaldo de la silla, volviendo la espalda hacia la puerta que se abriria de un momento a otro, mirando con aire tranquilo, solicito y afectuoso a Paulus. Era asi, pensaba, como debia comportarse el ayudante de un mariscal de campo.
Paulus se reclino, apartandose ligeramente de la mesa, y fruncio los labios. El Fuhrer esperaba de el que interpretara su papel y el estaba dispuesto a actuar.
En cualquier instante se abriria la puerta, y la habitacion situada en un sotano oscuro seria visible para los hombres que vivian en la superficie de la tierra.
Pasados el dolor y la amargura, solo quedaba el temor a que los hombres que abrieran la puerta no fueran representantes del mando sovietico dispuestos tambien a representar una escena solemne, sino soldados salvajes, acostumbrados a apretar el gatillo a la ligera.
Le asalto el miedo a lo desconocido: una vez la escena hubiera concluido daria inicio la vida humana. ?Cual? ?Donde? ?En Siberia, en una carcel de Moscu, en el barracon de un campo?
46
Aquella noche, en la orilla izquierda del Volga, la gente vio como el cielo de Stalingrado se iluminaba con bengalas de diferentes colores. El ejercito aleman se habia rendido.
La gente del otro lado del Volga marcho hacia Stalingrado aquella misma noche. Corria el rumor de que la poblacion que habia permanecido en la ciudad habia soportado, en los ultimos tiempos, un hambre terrible, y soldados, oficiales, marineros de la flota militar del Volga acarreaban fardos de pan y conservas. Algunos llevaban tambien vodka y acordeones.
Pero, por extrano que parezca, los primeros soldados que habian llegado a Stalingrado por la noche, sin armas, ofreciendo pan a los defensores de la ciudad, besandoles y abrazandoles, estaban tristes y melancolicos y no cantaban.
El 2 de febrero de 1943 amanecio cubierto de nubes. El vapor emergia de los agujeros y claros en el hielo del rio. Sobre la estepa salia el sol, igual de severo en los torridos dias de agosto que en la epoca de los frios vientos invernales. La nieve polvo revoloteaba sobre la llanura, dibujaba espirales, se arremolinaba en ruedas de leche, luego de repente perdia la voluntad y se posaba. Por doquier se veian los rastros del viento del este: cuellos de nieve alrededor de tallos de matorrales, olas congeladas en las laderas de los barrancos, calvas de arcilla y terrones frontudos…
Desde lo alto de Stalingrado parecia que la gente que atravesaba el Volga surgiera de la niebla de la estepa, esculpida en hielo y viento.
No tenian mision alguna que cumplir en Stalingrado, los superiores no les habian mandado alli: la guerra habia terminado. Habian venido por su cuenta: soldados del Ejercito Rojo, porteros, panaderos, oficiales del Estado Mayor, conductores, artilleros, sastres militares, electricistas y mecanicos de los talleres de reparacion. Junto a ellos, viejos envueltos en chales, mujeres con pantalones guateados de soldado, ninos y ninas que arrastraban trineos cargados de fardos y almohadas cruzaban el Volga y trepaban por la ladera de la orilla.
En la ciudad pasaba algo extrano. Se oian sonidos de claxon y de los motores de tractores, personas tocando la armonica, gente que bailaba y apisonaba la nieve con sus botas de fieltro, soldados que reian a carcajadas y ululaban. Pero la ciudad no revivia, parecia muerta.
Unos meses antes Stalingrado habia abandonado su vida habitual: habian dejado de funcionar escuelas, fabricas, casas de moda para mujeres, companias de teatro, la policia local, guarderias, cines…
Una nueva ciudad, la Stalingrado del tiempo de guerra, habia nacido de las llamas que habian arrasado sus barrios. Era una ciudad con su propio trazado de calles y plazas, con su arquitectura subterranea, con sus normas de circulacion, con su red comercial, con el zumbido de los talleres de sus fabricas, sus artesanos, sus cementerios, sus borracheras y conciertos.
Cada epoca tiene una ciudad que la representa en el mundo, una ciudad que encarna su voluntad y su alma.
Durante algunos meses de la Segunda Guerra Mundial esa ciudad fue Stalingrado. Los pensamientos y las pasiones de la humanidad se centraron en Stalingrado. Fabricas e industrias, rotativas y linotipias funcionaban para Stalingrado. Lideres parlamentarios se subian a las tribunas para hablar de Stalingrado. Pero cuando miles de personas irrumpieron en la ciudad desde la estepa para llenar las calles vacias y se encendieron los primeros motores de coche, la ciudad que habia sido capital del mundo durante la guerra dejo de existir.
Aquel dia los periodicos informaron de los detalles de la capitulacion alemana, y en Europa, en America, en la India, la gente supo como el mariscal de campo Paulus habia salido de su refugio subterraneo, que los generales alemanes fueron sometidos al primer interrogatorio en el puesto de mando del 64° Ejercito del general Shumilov y como iba vestido el general Schmidt, el jefe del Estado Mayor de Paulus.
En aquella hora la capital de la guerra mundial ya no existia. Los ojos de Hitler, Roosevelt y Churchill buscaban ya nuevos puntos de tension en la guerra. Martilleando la mesa con su dedo indice, Stalin preguntaba al comandante en jefe del Estado Mayor General si los medios para el traslado de tropas de la retaguardia de Stalingrado hacia los nuevos frentes estaban listos. La capital mundial de la guerra, todavia un hervidero de generales y especialistas en el combate de calle, aun llena de armas, mapas de operaciones, trincheras de comunicacion, habia dejado de existir. Alli habia comenzado una nueva existencia, parecida a las de la Atenas y la Roma actuales. Historiadores, guias de museos, profesores y alumnos eternamente aburridos, aunque todavia no visibles, se habian convertido en sus nuevos duenos.