buena gana.

Pero el vacio en torno a el se volvio todavia mas inquietante. Habia sacado a colacion un tema que no habia que mencionar ni en broma ni en serio, algo sobre lo que convenia guardar silencio. Expresar indignacion ante rumores sobre las relaciones de Iosif Vissarionovich [26] con su mujer seria una equivocacion no menor que propagar dichos rumores. La conversacion ya de por si era inadmisible.

Guetmanov se volvio de repente hacia la mujer y dijo:

– Mi corazon esta alli donde el camarada Stalin ha tomado el asunto entre sus manos, y lo tiene tan bien agarrado que los alemanes tienen miedo.

Nikolai Terentievich busco los ojos de Guetmanov, con mirada de culpabilidad.

Pero estaba claro que alrededor de la mesa no estaban sentadas personas quisquillosas, que no se habian reunido para hacer de una observacion torpe una historia seria, un problema.

Sagaidak intervino con tono distendido y cordial, apoyando ante Guetmanov a Nikolai Terentievich:

– Asi es, y ahora vamos a intentar no cometer estupideces en nuestro trabajo.

– Y no hablar mas de la cuenta -anadio Guetmanov.

El hecho de que hubiera expresado casi abiertamente su reproche en lugar de pasarlo por alto ponia de manifiesto su perdon a Nikolai Terentievich, y Sagaidak y Maschuk asintieron en senal de aprobacion.

Nikolai Terentievich sabia que aquel incidente trivial, fuera de tono, seria olvidado, pero tambien sabia que no lo seria del todo. Tarde o temprano tendria lugar una conversacion sobre una vacante que cubrir, una promocion, un encargo de especial responsabilidad, y cuando se propusiera a Nikolai Terentievich, Guetmanov, Sagaidak y Maschuk asentirian, pero alguno esbozaria una sonrisa; y al ser interrogado por un interlocutor meticuloso, diria: «Tal vez un poco imprudente», y mostraria ese poco con la punta del menique.

En el fondo de su alma todos comprendian que los alemanes no mentian demasiado respecto a Yakov. Pero precisamente por eso no habia que tocar el tema.

Sagaidak comprendia estos asuntos mejor que nadie. Durante mucho tiempo habia trabajado en un periodico; primero habia dirigido la seccion de informacion, despues la seccion de agricultura; luego, durante casi dos anos, fue redactor del principal periodico de Kiev. Consideraba que el principal objetivo de su periodico era instruir al lector y no ofrecer sin analisis informacion caotica sobre los acontecimientos mas diversos, a menudo fortuitos. Si el redactor jefe Sagaidak lo estimaba oportuno podia obviar cualquier acontecimiento: guardar silencio sobre una pesima cosecha, un poema ideologicamente poco apropiado, un cuadro formalista, una epizootia de ganado, un terremoto, el hundimiento de un acorazado, no ver la fuerza de una ola oceanica que de golpe habia engullido a miles de personas, o un enorme incendio en una mina. A su modo de ver estos acontecimientos no tenian significado y, por tanto, no debian ocupar la mente del lector, el periodista o el escritor. A veces habia necesitado dar explicaciones especificas sobre uno u otro acontecimiento de la vida, y resultaba que tales explicaciones eran sorprendentemente audaces, insolitas, contradictorias con el saber comun. Le parecia que su fuerza, su experiencia, su competencia como redactor jefe se manifestaba en la habilidad que tenia para trasladar a la conciencia de los lectores solo aquellas opiniones que servian al objetivo de educarlos.

Cuando durante la epoca de la colectivizacion total se detectaron excesos flagrantes, Sagaidak -antes de la aparicion del articulo de Stalin «El vertigo del exito»- habia escrito que la hambruna en el periodo de la colectivizacion total obedecia al hecho de que los kulaks enterraban el grano, no comian pan adrede y se hinchaban; morian incluso pueblos enteros, incluidos ninos y ancianos, con el unico objeto de perjudicar al Estado sovietico.

En el mismo periodico se publicaban articulos sobre los comedores de los koljoces, donde los ninos comian a diario caldo de pollo, empanadillas de carne y croquetas de arroz. Pero los ninos se consumian y se les hinchaban las barrigas a causa del hambre.

Estallo la guerra, una de las guerras mas cruentas y sangrientas que Rusia haya conocido en mil anos de existencia. Y he aqui que en la sucesion de pruebas particularmente crueles de las primeras semanas y los primeros meses de la contienda, el fuego destructor desvelo el curso real, verdadero, fatidico de los acontecimientos: la guerra era el arbitro de todos los destinos, incluso del destino del Partido. Pero este periodo terrible paso. Y enseguida el dramaturgo Korneichuk se entrego a la tarea de plasmar en su obra El frente que los fracasos de la guerra habian sido causados por generales estupidos que no habian sabido ejecutar las ordenes del mando supremo, que nunca se equivocaba.

Aquella noche Nikolai Terentievich no fue el unico al que le toco pasar un momento desagradable. Maschuk hojeaba un album encuadernado en piel y de gruesas paginas de carton donde habia pegadas fotografias cuando de repente enarco expresivamente las cejas. Aquel gesto atrajo sin querer la atencion de todos hacia el album. En una fotografia aparecia Guetmanov en el despacho que tenia antes de la guerra como secretario de obkom: estaba sentado a un escritorio amplio como la estepa, y vestido con una guerrera semimilitar, y encima de el colgaba un retrato de Stalin de un tamano tan grande como solo puede haber en el despacho de un secretario de obkom. La cara de Stalin en el retrato estaba pintarrajeada con un lapiz de color: le habian dibujado una barba puntiaguda azul en el menton y de las orejas le colgaban unos pendientes azul claro.

– ?Que travieso! -exclamo Guetmanov, juntando las manos en senal de asombro, como hacen las mujeres.

Galina Terentievna, apesadumbrada, repetia, mirando a sus invitados:

– Deben saber que ayer mismo antes de dormirse me dijo: «Quiero al tio Stalin tanto como a mi papa».

– Es una travesura infantil -dijo Sagaidak.

– No, no es una travesura, es un acto vandalico -suspiro Guetmanov.

Lanzo una mirada escrutadora a Maschuk. Y ambos, en ese momento, recordaron la misma historia que habia sucedido antes de la guerra: el sobrino de un paisano suyo, un estudiante del Politecnico, habia disparado en la residencia con una escopeta de aire comprimido contra el retrato de Stalin.

Sabian que aquel estudiante imbecil bromeaba y que no tenia ningun fin politico o terrorista. Su tio, un buen hombre, director de la Estacion de Maquinas y Tractores, habia pedido a Guetmanov que salvara a su sobrino.

Guetmanov, despues de una reunion de la oficina del obkom, hablo con Maschuk del asunto.

– Ya no somos ninos, Dementi Trifonovich. ?Que importancia tiene que sea culpable o no? Pero si ignoro este caso, cabe la posibilidad de que manana informen en Moscu al propio Lavrenti Pavlovich: Maschuk tuvo una actitud liberal hacia alguien que disparo contra el retrato del gran Stalin. Hoy estoy en este despacho, pero manana puedo acabar como polvo en un campo de trabajo. ?Quiere asumir esta responsabilidad? Esto es lo que diran: hoy contra el retrato, manana contra otra cosa; y se ve que a Guetmanov el chico le cae simpatico o le ha gustado su acto. ?Y bien? ?Asume la responsabilidad?

Al cabo de uno o dos meses, Guetmanov le pregunto a Maschuk:

– Bueno, ?como ha ido con el tirador?

Maschuk, mirandolo con ojos tranquilos, respondio:

– No vale la pena que preguntes por el, ha resultado ser un canalla, un kulak hijo de puta. Lo reconocio todo durante el interrogatorio.

Y ahora Guetmanov, mirando con ojos escrutadores a Maschuk, repitio:

– No, no se trata de una chiquillada.

– Vamos -lo interrumpio Maschuk-, no tiene ni cinco anos, hay que tener en cuenta su edad.

Sagaidak hablo con un tono tan afectuoso que todos los presentes sintieron la calidez de sus palabras:

– Con toda honestidad os dire que me faltan fuerzas para ser tan estricto con los ninos. Seria necesario, pero me falta coraje. Lo unico que me importa es que tengan buena salud…

Todos miraron a Sagaidak con compasion. No era un padre feliz. Su hijo mayor, Vitali, todavia estudiante de noveno curso, llevaba mala vida. Un dia incluso la milicia lo habia arrestado por haber participado en una pelea en un restaurante; su padre tuvo que telefonear al comisario popular adjunto de Asuntos Interiores para tapar el escandalo en el que estaban implicados los hijos de eminentes personalidades, generales, academicos, la hija de un escritor, la hija del comisario popular de Agricultura. Durante la guerra el joven Sagaidak queria entrar en el ejercito como voluntario, y su padre lo inscribio en un curso de dos anos en una academia de artilleria. Vitali fue expulsado por indisciplina y bajo amenaza de ser enviado al frente con la primera compania de refuerzo.

Hacia un mes que el joven Sagaidak estudiaba en la escuela de mortero y, para alborozo de sus padres, todavia no habia hecho ninguna de las suyas; tenian esperanzas pero, en el fondo, se temian lo peor.

El segundo hijo de Sagaidak, Igor, con tan solo dos anos de edad habia sufrido una paralisis y, a consecuencia

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