madame lloraba: «Todos los dias nos despedimos, el fin esta cerca».
Yevguenia Nikolayevna sonrio con tristeza y no respondio.
Una noche un comisario de policia llevo una citacion a Jenny Guenrijovna. La vieja alemana se puso su sombrero de flores blancas y pidio a Zhenechka que diera de comer al gato; ella iria a la policia y de alli directamente al trabajo, adonde la madre de la dentista; le prometio que volveria un dia despues. Al volver del trabajo, Yevguenia Nikolayevna encontro la habitacion patas arriba y los vecinos le dijeron que Jenny Guenrijovna habia sido arrestada.
Yevguenia Nikolayevna fue a hacer indagaciones. En la milicia le dijeron que la viejecita habia partido con un convoy de alemanes hacia el norte.
Al dia siguiente se presento un comisario de policia junto con el administrador de la casa y cogieron una cesta sellada llena de ropa vieja, fotos y cartas amarillentas.
Yevguenia se dirigio al NKVD [27] para averiguar como podia enviarle a la viejecita una prenda de abrigo. El hombre de la ventanilla le pregunto:
– ?Y usted quien es? ?Una alemana?
– No, soy rusa.
– Vayase a casa. No incordie haciendo preguntas.
– Solo he venido para saber como puedo mandarle ropa de invierno.
– ?No lo ha entendido? -dijo el hombre de la ventanilla con una voz tan tranquila que Yevguenia Nikolayevna se asusto.
Aquella noche oyo a algunos inquilinos que hablaban de ella en la cocina.
Una voz dijo:
– La verdad, no es correcto obrar asi.
Una segunda voz le respondio:
– Para mi ha sido lista. Primero puso un pie, luego informo de la vieja a quien correspondiera; la ha despachado y ahora es la duena de la habitacion.
Una voz masculina dijo:
– ?Una habitacion? Un cuartucho, mejor dicho. Una cuarta voz intervino:
– Si, una mujer asi siempre se sale con la suya. Habra que andarse con cuidado…
El destino del gato fue triste. Dormitaba abatido en la cocina mientras los vecinos discutian que hacer con el.
– ?Maldito aleman! -decian las mujeres.
Inesperadamente, Draguin declaro que estaba dispuesto a colaborar en la alimentacion del gato. Pero el gato no vivio mucho tiempo sin Jenny Guenrijovna porque una de sus vecinas, no se sabe si por accidente o por maldad, lo escaldo con agua hirviendo, y murio.
A Yevguenia Nikolayevna le gustaba su existencia solitaria en Kuibishev.
Probablemente nunca habia sido tan libre como ahora. A pesar de las dificultades de la vida, se sentia ligera y emancipada. Durante mucho tiempo, hasta que no obtuvo el permiso de residencia [28], no tuvo derecho a cartilla de racionamiento y solo podia comer una vez al dia en el comedor con los cupones de comida. Ya desde la manana pensaba en el momento de entrar al comedor y que le dieran un plato de sopa.
En aquella epoca apenas pensaba en Novikov. En cambio pensaba cada vez con mayor frecuencia en Krimov, casi constantemente; pero la luminosidad interna, la carga afectiva, era mas bien escasa.
El recuerdo de Novikov se encendia y apagaba sin atormentarla.
Pero un dia, en la calle, vio de lejos a un soldado alto con un capote largo, y por un instante le parecio que se trataba de Novikov. Se le entrecorto la respiracion, le flaquearon las piernas, sintio que la felicidad la embargaba, que se apoderaba de ella. Un minuto mas tarde comprendio que se habia equivocado y enseguida olvido su emocion.
Por la noche se desperto de pronto y penso: «?Por que no escribe? ?Acaso no sabe la direccion?».
Vivia sola; no tenia cerca a Krimov, ni a Novikov, ni a sus familiares. Y en apariencia, en aquella libertad solitaria habia felicidad. Pero solo en apariencia.
En aquel periodo se habian instalado en Kuibishev muchos Comisariados del Pueblo, se habian trasladado instituciones y redacciones de periodicos. La ciudad se habia convertido temporalmente en la capital, refugio del Moscu evacuado, con su cuerpo diplomatico, el ballet del Teatro Bolshoi, sus escritores celebres, sus presentadores moscovitas y sus periodistas extranjeros.
Todos estos miles de moscovitas vivian en cuchitriles, habitaciones de hotel, residencias, y seguian con sus actividades habituales: los secretarios de Estado, los jefes del gabinete, los directores administrativos daban ordenes a sus subordinados y dirigian la economia del pais; los embajadores extraordinarios y plenipotenciarios se desplazaban en coches lujosos a las recepciones con los altos cargos de la politica exterior sovietica; Ulanova, Lemeshev, Mijailov entretenian al publico del ballet y la opera; el senor Shapiro, el representante de la agencia United Press, formulaba preguntas insidiosas a Salomon Abramovich Lozovski, el responsable de la Oficina de Informacion Sovietica, durante las conferencias de prensa; los escritores escribian noticias para radios y periodicos sovieticos y extranjeros; los periodistas se desplazaban a los hospitales para obtener nuevas con las que escribir reportajes sobre la guerra.
Pero la vida de los moscovitas alli era totalmente diferente. Lady Cripps, la esposa del embajador extraordinario y plenipotenciario de Gran Bretana, se levantaba de la mesa despues de tomar la cena con un cupon en el restaurante del hotel y envolvia en papel de periodico los trozos de pan y los terrones de azucar que habian sobrado para subirlos a la habitacion; los corresponsales de varias agencias de noticias internacionales iban al mercado, abriendose paso entre los heridos, y hablaban largo y tendido sobre la calidad del tabaco casero haciendo girar los cigarrillos de muestra, o bien hacian cola para los banos publicos, apoyando el peso ahora en una pierna luego en la otra; algunos escritores, celebres por la hospitalidad que brindaban, discutian sobre cuestiones de orden internacional y el destino de la literatura con una copita de aguardiente casero acompanado de una racion de pan.
Enormes instituciones se encajonaban en los oscuros pisos de Kuibishev; los directores de los grandes periodicos sovieticos recibian a sus invitados en mesas donde, despues de las horas de trabajo, los ninos preparaban sus lecciones y las mujeres cosian.
En esta mezcla de aparato estatal y bohemia de la evacuacion habia algo atractivo.
Yevguenia Nikolayevna tuvo que hacer frente a muchas dificultades para obtener el permiso de residencia.
El jefe de la oficina de disenos y proyectos donde ella habia comenzado a trabajar, el teniente coronel Rizin, un hombre alto de voz suave y susurrante, desde el primer dia comenzo a lamentarse por la responsabilidad que habia asumido contratando a alguien que no tenia los papeles en regla. Le ordeno, pues, que fuera a la comisaria local despues de extenderle un certificado de trabajo.
Un oficial de la comisaria se quedo con el pasaporte de Yevguenia Nikolayevna y su certificado y le dijo que volviera al cabo de tres dias para conocer la respuesta.
Cuando llego el dia asignado, Yevguenia Nikolayevna entro en el pasillo en penumbra donde habia personas sentadas a la espera de ser recibidas; sus rostros reflejaban esa expresion particular que a menudo muestran las personas que han ido a la comisaria por cuestiones relacionadas con el pasaporte o permisos de residencia. Yevguenia se acerco a la ventanilla. Una mano femenina con las unas pintadas con un esmalte rojo oscuro le alargo el pasaporte y le dijo con voz tranquila:
– Se lo han denegado.
Se puso a la cola para hablar con el jefe de la seccion de pasaportes. La gente de la fila hablaba a media voz y seguia con la mirada a las empleadas con los labios pintados, vestidas con chaquetones guateados y botas, que pasaban por el pasillo. Un hombre ataviado con un abrigo de entretiempo y una visera paso calmosamente; el cuello de la guerrera militar le asomaba por debajo de la bufanda; sus botas crujian. Abrio con una pequena llave la cerradura: era Grishin, el jefe de la seccion de pasaportes. Yevguenia Nikolayevna observo que las personas que guardaban cola no se habian alegrado como acostumbra a suceder despues de una larga espera, sino que cuando se acercaban a la puerta miraban temerosos a los lados, como si estuvieran a punto de echarse a correr en el ultimo momento.
Durante la espera, Yevguenia Nikolayevna oyo historias de hijas que no habian obtenido permiso para vivir con sus madres, una mujer paralitica a la que le habian denegado la residencia para su hermano, una mujer que habia