exultante por su propia fuerza, por el espiritu combativo que sentia en el cuerpo, como si la cara de la guerra hubiera cambiado, como si no expresara solamente sufrimiento y odio… Las tristes notas de aquella cancion que emergia de la oscuridad de repente sonaron orgullosas y amenazadoras.
Era extrano, pero su felicidad no despertaba en el bondad ni deseos de perdonar. Mas bien al contrario: le suscitaba odio, ira, ambicion de demostrar su fuerza, de aniquilar todo lo que se interpusiera en su camino.
Volvio al compartimento, y de la misma manera que antes le habia subyugado el encanto de la noche de otono, ahora lo apabullo el calor sofocante del vagon, el humo de tabaco, el olor a mantequilla rancia, el betun derretido, el sudor de los cuerpos robustos de los oficiales del Estado Mayor. Guetmanov, con un pijama abierto sobre su pecho blanco, estaba reclinado en el divan.
– Bueno, ?jugamos un partida de domino? el cuerpo de generales ha dado el visto bueno.
– Claro que si -respondio Novikov-. ?Por que no?
Guetmanov eructo discretamente y dijo preocupado:
– Me temo que tengo una ulcera. Despues de comer siento ardor de estomago.
– No tendriamos que haber permitido al medico que viajara en el segundo tren -observo Novikov.
Y con creciente enojo, se dijo para sus adentros: «Cuando decidi promover a Darenski, Fedorenko fruncio el entrecejo y yo di marcha atras; se lo dije a Guetmanov y Neudobnov, pero tambien ellos fruncieron el ceno porque era un ex condenado, y yo me amedrente. Propuse a Basangov… y no les parecio bien porque no era ruso, y de nuevo me bati en retirada… ?Puedo pensar por mi mismo o no?». Mientras miraba a Guetmanov, seguia con sus reflexiones hasta el punto de casi caer en el absurdo: «Hoy me ofrece mi propio conac y manana, cuando venga mi mujer, pretendera irse con ella a la cama».
Pero ?por que justamente el, que no albergaba dudas sobre su capacidad de romper la columna vertebral de la maquinaria de guerra alemana, al conversar con Guetmanov o Neudobnov se sentia invariablemente debil y timido?
En aquel dia feliz sintio como el odio acumulado durante largos anos caia con todo su peso al tener que enfrentarse a una situacion ahora habitual para el, en que ciertos tipos incompetentes en materia militar pero avezados al poder, la buena mesa, las condecoraciones, escuchaban sus informes, intervenian con gentileza para ayudarle a obtener una habitacion en la residencia de oficiales o le daban palmaditas en la espalda. Hombres que desconocian incluso el calibre de las piezas de artilleria, que no sabian leer correctamente los discursos que otros les escribian, que eran incapaces de orientarse en un plano, que se equivocaban en el acento de las palabras y cometian errores gramaticales, esos hombres siempre habian sido sus superiores. Tenia que rendir cuentas ante aquella gente, pero su ignorancia no se debia a su extraccion obrera: tambien el padre de Novikov era minero, y su abuelo, y su hermano… A veces tenia la impresion de que la fuerza de aquellos oficiales residia precisamente en su ignorancia; que sus conocimientos, su lenguaje correcto, su interes hacia los libros constituian su debilidad. Antes de la guerra le parecia que aquellos hombres le superaban en voluntad y fe. Pero la guerra le habia mostrado que no era asi.
La guerra lo habia colocado en un puesto de mando, pero no se sentia jefe. Al igual que antes se sometia a una fuerza cuya presencia percibia constantemente pero que no lograba comprender. Los dos hombres que oficialmente estaban subordinados a el, sin derecho a dar ordenes, eran la expresion misma de aquella fuerza. Ahora mismo paladeaba el placer que le procuraban las confidencias de Guetmanov sobre ese mundo en que palpitaba la fuerza, al que era imposible no someterse.
La guerra se encargaria de demostrar a quien debia estar agradecida Rusia: a los hombres como Guetmanov o a los hombres como el.
El sueno tan largamente acariciado se habia cumplido: la mujer que habia amado durante tantos anos se convertiria en su esposa… Y ese mismo dia sus tanques habian recibido la orden de dirigirse a Stalingrado.
– Piotr Pavlovich -solto de sopeton Guetmanov-, mientras usted estaba en la ciudad, Mijail Petrovich y yo mantuvimos una discusion.
Antes de proseguir, se reclino contra el respaldo del divan y dio un trago de cerveza.
– Soy un hombre campechano y se lo dire sin rodeos. Hemos hablado de la camarada Shaposhnikova. Su hermano cayo en 1937. -Guetmanov senalo con un dedo al suelo-. Resulta que Neudobnov lo conocio en aquella epoca, y yo conocia a su primer marido, Krimov, del que se puede decir que se ha salvado de milagro. Formaba parte del grupo de conferenciantes del Comite Central. Bueno, Neudobnov ha dicho que el camarada Novikov, en quien el pueblo sovietico y el camarada Stalin han depositado su confianza, hace mal al vincularse en el terreno personal con una persona que procede de un ambito politico y social tan poco claro.
– ?Y a el que le importa mi vida personal? -pregunto Novikov.
– ?Exactamente! -le secundo Guetmanov-. Son vestigios de 1937, hay que tener cierta amplitud de miras. Pero no malinterprete lo que acabo de decirle. Neudobnov es un hombre extraordinario, de una honestidad cristalina, un comunista inflexible de mentalidad estaliniana. Pero tiene un pequeno defecto: no ve los germenes de lo nuevo, no es sensible a los cambios. Lo importante para el son las citas de los clasicos. A veces parece tan atiborrado de citas que no sabe entender el Estado donde vive. Pero la guerra nos esta ensenando muchas cosas. El teniente general Rokossovski, el general Gorbatov, el general Pultus, el general Belov…, todos estuvieron en algun campo. Y eso no ha impedido que el camarada Stalin les haya asignado cargos de responsabilidad. Mitrich, el hombre al que he ido a ver hoy, me ha explicado que a Rokossovski lo sacaron del campo para ponerlo directamente como comandante del ejercito: estaba en el lavadero del barracon lavando sus polainas cuando llegaron a buscarlo corriendo: ?rapido, rapido! «Bueno», penso, «no me dejan ni terminar de lavarme las calzas.» el dia antes le habian magullado un poco durante un interrogatorio, y ahora le metian en un Douglas en vuelo directo al Kremlin. Debemos sacar conclusiones de historias como estas. Pero nuestro Neudobnov es un entusiasta de los metodos de 1937, un dogmatico, y nada le hara cambiar. Ignoro que hizo el hermano de Yevguenia Nikolayevna, pero tal vez el camarada Beria tambien hoy lo habria liberado y estaria al mando de algun ejercito… En cuanto a Krimov, el ahora esta en el frente. Tiene su carne del Partido, su actitud es intachable. Asi que ?donde esta el problema?
Pero fueron precisamente esas ultimas palabras las que hicieron explotar a Novikov.
– ?Me importa un bledo! -dijo sorprendido por el estruendo y la energia de su voz-. Me trae sin cuidado si Shaposhnikov era un enemigo o no. ?No tengo la menor idea! en cuanto a Krimov, Trotski dijo de uno de sus articulos que era puro marmol. Y a mi me importa un comino. Si es marmol, es marmol. Y si era el ojito derecho de Trotski, Rikov, Bujarin, Pushkin, ?a mi que mas me da? ?Es que tiene que ver con mi vida? Yo no leo sus articulos de marmol. Y Yevguenia Nikolayevna, ?es que ella tiene algo que ver? ?Acaso trabajo en el Komintern hasta 1937? Dirigir sabe hacerlo todo el mundo, camaradas, pero intentad combatir un poco y cumplir con vuestro trabajo. ?Estoy hamo de todo eso! ?Me pone enfermo!
Las mejillas le ardian, el corazon le palpitaba desbocado, los pensamientos eran claros, nitidos, terribles, precisos, pero su cabeza estaba llena de niebla: «Zhenia, Zhenia, Zhenia».
Se escuchaba a si mismo y no salia de su asombro. Apenas podia creerlo: por primera vez en su vida habia dicho lo que pensaba sin miedo a un alto funcionario del Partido. Miro a Guetmanov, sintiendose feliz, reprimiendo cualquier remordimiento, cualquier temor. De repente este se puso en pie y exclamo abriendo sus gruesos brazos:
– Piotr Pavlovich, deja que te abrace, eres un verdadero hombre.
Novikov, desconcertado, abrazo a Guetmanov, se besaron, y Guetmanov grito en el pasillo:
– Vershkov, traenos conac, el comandante del cuerpo y el comisario han decidido tutearse. Vamos a beber en confraternizacion.
5
Yevguenia Nikolayevna termino de limpiar la habitacion y se dijo con satisfaccion: «Bueno, ya esta», como si al mismo tiempo hubiera puesto orden en el cuarto y en su alma. La cama estaba hecha, habia alisado las arrugas de la almohada, no quedaba ni rastro de ceniza en el suelo junto a la cabecera de la cama ni tampoco una sola colilla en el extremo de la estanteria. Pero fue entonces cuando Zhenia se dio cuenta de que estaba intentando enganarse, que solo habia una cosa quenecesitaba en el mundo, y era Novikov. De pronto le entraron ganas de explicar a Sofia Osipovna lo que habia pasado en su vida, a ella, y no a su madre, ni a su hermana. Y comprendia de maneraconfusa por que queria hablar precisamente con Sofia Osipovna.