– Ay, Soniechka, Soniechka, mi pequena Levinton -dijo en voz alta.
Luego recordo que Marusia estaba muerta. Comprendia que no podia vivir sin Novikov y, desesperada, golpeo el puno contra la mesa. «Maldita sea. No necesito a nadie», se dijo. A continuacion se arrodillo en el lugar donde hacia poco colgaba su abrigo, y susurro: «No mueras». Y enseguida penso: «Todo esto es una comedia. Soy una mujer indecente». Quiso torturarse adrede, y dentro de su cabeza oyo a una criatura perfida de sexo indefinido soltar un aluvion de recriminaciones:
«Claro, la senora se aburria sin un hombre, esta acostumbrada a que la complazcan, y estos son los mejores anos… A uno lo planto, por supuesto, pero ese Krimov no cuenta, incluso querian expulsarlo del Partido. Y ahora se convertira en la mujer de un comandante de un cuerpo del ejercito. ?Y que hombre! Cualquier mujer le echaria de menos… Pero ?como vas a retenerlo ahora que te has entregado? Bueno, ahora te esperan noches en blanco preguntandote si no lo habran matado, si habra encontrado a una telefonista de diecinueve anos.»
Y como cogiendo al vuelo un pensamiento desconocido para Zhenia, la criatura cinica y maligna anadio:
«No te preocupes, pronto echaras a correr detras de el.»
No comprendia por que habia dejado de amar a Krimov, pero llegados a ese punto no era necesario comprenderlo. Ahora era feliz. Luego se dijo que Krimov representaba un obstaculo para su felicidad. Se interponia siempre entre Novikov y ella, envenenando su dicha. Seguia arruinandole la vida. ?Por que debia torturarse sin pausa? ?A que venian esos remordimientos de conciencia? Habia dejado de quererle, ya esta. Y el, ?que queria de ella? ?Por que la perseguia con tanta insistencia? Ella tenia derecho a ser feliz. Tenia derecho a amar al hombre que la amaba. ?Por que Nikolai Grigorievich le parecia siempre tan debil e impotente, tan perdido, tan solo? ?No era tan debil! ?Tampoco era tan bueno!
Cada vez se sentia mas furiosa con Krimov. ?No, no! No iba a sacrificar su felicidad por el… Era un hombre cruel, estrecho de miras, un fanatico recalcitrante. Ella nunca habia podido aceptar su indiferencia ante el sufrimiento humano. ?Que extrano resultaba todo aquello para ella, su madre, su padre…! «No puede haber piedad para los kulaks», decia cuando decenas de miles de mujeres y ninos morian de inanicion en los pueblos de Rusia y Ucrania. «A los inocentes no se les arresta», habia dicho en los tiempos de Yezhov y Yagoda. Aleksandra Vladimirovna habia relatado una vez una historia que habia tenido lugar en Kamishin en 1918. Varios comerciantes y propietarios de casas fueron colocados junto a sus hijos en una barcaza y ahogados en las aguas del Volga. Algunos ninos eran amigos y companeros de colegio de Marusia: Minayev, Gorbunov, Kasatkin, Saposhnikov. Nikolai Grigorievich habia dicho airado: «Bueno, ?que quieres que se haga con los enemigos de la Revolucion, que se les alimente con reposteria?». ?Por que entonces Zhenia no debia tener derecho a ser feliz? ?Por que motivo debia seguir atormentandose y compadeciendo a un hombre que siempre habia sido tan despiadado con los debiles?
Pero aunque se enfadara y exasperara, en el fondo de su alma sabia que estaba siendo injusta, que Nikolai Grigorievich no era tan perverso.
Se quito la falda de invierno que habia obtenido mediante trueque en el mercado de Kuibishev y se puso su vestido de verano, el unico que le habia quedado tras el incendio de Stalingrado. Era el mismo vestido que llevaba aquella noche con Novikov, cuando pasearon por el malecon, bajo el monumento a Jolzunov.
Poco antes de que fuera deportada le habia preguntado a Jenny Guenrijovna si alguna vez habia estado enamorada. Jenny, visiblemente avergonzada, le respondio: «Si, de un chico con unos rizos de oro y los ojos azul claro. Vestia una chaqueta de terciopelo, el cuello blanco. Tenia once anos y lo conocia solo de vista». ?Donde estaba ahora aquel chico de cabellos rizados, vestido de terciopelo, donde estaba Jenny Guenrijovna?
Yevguenia Nikolayevna se sento en la cama y miro el reloj. Sharogorodski solia pasar a visitarla a esa hora. No, no estaba de humor para conversaciones inteligentes.
Se puso a toda prisa el abrigo y un panuelo. Era absurdo: el tren hacia horas que habia partido. Habia un gentio enorme alrededor de la estacion, todos estaban sentados sobre sus hatillos y petates. Yevguenia deambulo por los callejones proximos. Una mujer le pregunto si tenia cupones de racionamiento, otra le pidio billetes de tren… Ciertos individuos la recorrian con la mirada sonolienta, suspicaces. Un tren de mercancias paso con gran estruendo por la via numero 1. Los muros de la estacion se estremecieron y los cristales de las ventanas tintinearon. Ella sintio que su corazon tambien temblaba. Pasaron algunos vagones abiertos que transportaban tanques. De repente, la invadio un sentimiento de felicidad. Los tanques siguieron desfilando. Los soldados sentados en la parte superior con sus cascos y las ametralladoras sobre el pecho parecian forjados en bronce.
Yevguenia camino a casa, meciendo los brazos como un muchachito. Se habia desabotonado el abrigo y de vez en cuando echaba una ojeada a su vestido de verano. De repente el sol crepuscular bano las calles de luz y la ciudad gastada y ruda, que aguardaba el invierno en el frio y el polvo, aparecio majestuosa, rosa, clara… Entro en casa y Glafira Dmitrievna, la inquilina mas veterana que horas antes habia visto al coronel en el pasillo mientras iba a ver a Zhenia, le dijo con una sonrisa aduladora.
– Hay una carta para usted.
«Hoy es mi dia de suerte», penso Yevguenia mientras abria el sobre. Era una carta de su madre, de Kazan. Leyo las primeras lineas, emitio un debil grito y llamo, confusa:
– ?Tolia, Tolia!
6
En la base de la nueva teoria de Shtrum estaba la idea que le habia sorprendido aquella noche por la calle. Las ecuaciones que habia deducido fruto de varias semanas de trabajo no eran una ampliacion ni un apendice de la teoria clasica aceptada unanimemente por los fisicos. En lugar de eso, la teoria clasica, supuestamente global, se habia convertido en un caso particular incluido en el marco de una teoria mas amplia elaborada por Viktor.
Durante un tiempo dejo de ir al instituto, y Sokolov se hizo cargo de la supervision del trabajo del laboratorio. Shtrum apenas salia de casa. Deambulaba por la habitacion o se pasaba horas sentado en su escritorio. Solo a veces, por la noche, salia a pasear escogiendo las calles desiertas cerca de la estacion para no encontrarse con ningun conocido. En casa se comportaba como de costumbre: bromeaba durante las comidas, leia los periodicos, escuchaba los boletines de la Oficina de Informacion Sovietica, le buscaba las cosquillas a Nadia, preguntaba a Aleksandra Vladimirovna por su trabajo en la fabrica, hablaba con su mujer.
Liudmila Nikolayevna tenia la sensacion de que en aquellos dias su marido habia comenzado a parecerse a ella. Hacia todo lo que se suponia que debia hacer, pero sin participar plenamente en la vida que le rodeaba, algo que le resultaba facil porque era mera rutina. Y sin embargo aquella similitud no acercaba a los dos conyuges, era solo aparente. Las causas que determinaban la alienacion de ambos respecto a la vida familiar eran radicalmente opuestas: la vida y la muerte.
Shtrum no tenia dudas acerca de los resultados de su investigacion. Tal seguridad era algo atipico en el, pero ahora que habia hecho el descubrimiento cientifico mas importante de su vida tenia la certeza absoluta de su veracidad.
Ahora que llegaba al termino de su complejo trabajo matematico, comprobando una y otra vez el desarrollo de sus razonamientos, no se sentia mas seguro que cuando, en la calle desierta, le habia iluminado una intuicion repentina.
A veces intentaba comprender el camino que habia seguido para llegar a aquel resultado. En apariencia todo era bastante sencillo. Los experimentos del laboratorio debian confirmar las hipotesis de la teoria. Pero no habia sido asi. La contradiccion entre los datos experimentales y la teoria habia suscitado en el, naturalmente, serias dudas sobre la fiabilidad de los experimentos. La teoria que habia sido formulada sobre la base de los resultados obtenidos por numerosos investigadores durante decadas de trabajo y que, a su vez, arrojaba luz sobre muchas cuestiones relacionadas con los nuevos estudios experimentales, parecia incontestable. Reiterados experimentos habian mostrado una y otra vez que las desviaciones de las particulas cargadas en la interaccion nuclear seguian sin corresponderse con las predicciones de la teoria. Ni siquiera las mas generosas correcciones introducidas para compensar la imprecision de los experimentos, asi como la imperfeccion de los aparatos de medicion y la emulsion fotografica utilizada para captar las fisiones nucleares, podian explicar una disparidad tan grande.
Al darse cuenta de que no podia haber duda respecto a la precision de los resultados, Viktor habia intentado reformular la teoria asumiendo como premisa varias hipotesis arbitrarias que permitieran asumir los nuevos datos experimentales obtenidos en el laboratorio.
Todo lo que habia hecho hasta el momento partia de una creencia fundamental: que la teoria se habia deducido