Me volvi y vi que German nos saludaba con la mano. Senti que el corazon se me encogia y que un nudo insoportable me atenazaba la garganta.
– El no lo cree -dijo Marina.
– Es mejor asi.
La mire de nuevo y comprobe que se habia secado las lagrimas rapidamente con gesto optimista. Me sorprendi a mi mismo mirandola fijamente y, sin saber de donde me salio el coraje, me incline sobre su rostro buscando su boca. Marina poso los dedos sobre mis labios y me acaricio la cara, rechazandome suavemente. Un segundo mas tarde se incorporo y la vi alejarse.
Suspire.
Me levante y volvi con German. Al acercarme, adverti que estaba dibujando en un pequeno cuaderno de apuntes. Recorde que hacia anos que no cogia un lapiz ni un pincel.
German alzo la vista y me sonrio.
– A ver que opina usted del parecido, Oscar -dijo despreocupadamente, y me mostro el cuaderno. Los trazos del lapiz habian conjurado el rostro de Marina con una perfeccion sobrecogedora.
– Es magnifico -murmure.
– ?Le gusta? Lo celebro.
La silueta de Marina se recortaba en el otro extremo de la playa, inmovil frente al mar. German la contemplo primero a ella y luego a mi. Corto la hoja y me la tendio.
– Es para usted, Oscar, para que no se olvide de mi Marina.
De vuelta, el crepusculo transformo el mar en una balsa de cobre fundido. German conducia sonriente y no cesaba de explicar anecdotas sobre sus anos al volante de aquel viejo Tucker. Marina le escuchaba, riendose de sus ocurrencias y sosteniendo la conversacion con hilos invisibles de hechicera. Yo iba callado, la frente pegada a la ventana y el alma en el fondo del bolsillo. A medio camino, Marina me tomo la mano en silencio y la sostuvo entre las suyas.
Llegamos a Barcelona al anochecer. German se empeno en acompanarme hasta la puerta del internado. Aparco el Tucker frente a la verja y me dio la mano. Marina descendio y entro conmigo. Su presencia me quemaba y no sabia como irme de alli.
– Oscar, si hay algo…
– No.
– Mira, Oscar, hay cosas que tu no entiendes, pero…
– Eso es evidente corte.
– Buenas noches. Me volvi para huir a traves del jardin.
– Espera -dijo Marina desde la verja.
Me detuve junto al estanque.
– Quiero que sepas que hoy ha sido uno de los mejores dias de mi vida -dijo.
Cuando me volvi a responder, Marina ya se habia marchado.
Ascendi cada peldano de la escalera como si llevase botas de plomo. Me cruce con algunos de mis companeros. Me miraron de reojo, como si fuese un desconocido. Los rumores de mis misteriosas ausencias habian corrido por el colegio. Poco me importaba. Cogi el periodico del dia de la mesa del corredor y me refugie en mi habitacion. Me tendi en la cama con el diario sobre el pecho. Escuche voces en el pasillo. Encendi la lamparilla de noche y me sumergi en el mundo para mi irreal del diario. El nombre de Marina parecia escrito en cada linea. 'Ya pasara', pense.
Al poco rato, la rutina de las noticias me sosego. Nada mejor que leer acerca de los problemas de los demas para olvidar los propios. Guerras, estafas, asesinatos, fraudes, himnos, desfiles y futbol. El mundo seguia sin cambios. Mas tranquilo, segui leyendo. Al principio no lo adverti. Era una pequena nota, un breve para rellenar espacio. Doble el diario y lo coloque bajo la luz.
Capitulo 12
Pase la noche en vela, dandole vueltas al relato que Sentis me habia explicado. Relei la noticia de su muerte una y otra vez, esperando encontrar en ella alguna clave secreta entre los puntos y las comas. El anciano me habia ocultado que el era el socio de Kolvenik en la Velo Granell. Si el resto de su historia era consistente, supuse que Sentis debia de haber sido el hijo del fundador de la empresa, el hijo que habia heredado el cincuenta por ciento de las acciones de la compania al ser nombrado Kolvenik director general.
Esta revelacion cambiaba todas las piezas del rompecabezas de lugar. Si Sentis me habia mentido en ese punto, podia haberme mentido en todo lo demas.
La luz del dia me sorprendio intentando dilucidar que significado tenian la historia y su desenlace. Ese mismo martes me escabulli durante la pausa del mediodia para encontrarme con Marina. Ella, que parecia haberme leido el pensamiento una vez mas, esperaba en el jardin con una copia del diario del dia anterior en las manos. Una simple mirada me basto para saber que ya habia leido la noticia de la muerte de Sentis.
– Ese hombre te mintio… Y ahora esta muerto.
Marina echo un vistazo hacia la casa, como si temiese que German pudiese oirnos.
– Mejor sera que vayamos a dar una vuelta -propuso.
Acepte, aunque tenia que volver a clase en menos de media hora.
Nuestros pasos nos dirigieron hacia el parque de Santa Amelia, en la frontera con el barrio de Pedralbes. Una mansion restaurada recientemente como centro civico se alzaba en el corazon del parque. Uno de los antiguos salones albergaba ahora una cafeteria. Nos sentamos a una mesa junto a un amplio ventanal. Marina leyo en voz alta la noticia que yo casi era capaz de recitar de memoria.
– No dice en ningun sitio que haya sido un asesinato -aventuro Marina, con poca conviccion.
– Ni falta que hace. Un hombre que ha vivido recluido durante veinte anos aparece muerto en las alcantarillas, donde alguien se ha entretenido en quitarle las dos manos, de propina, antes de abandonar el cuerpo…
– De acuerdo. Es un asesinato.
– Es mas que un asesinato -dije, con los nervios de punta. ?Que hacia Sentis en un tunel abandonado de las alcantarillas en mitad de la noche?
Un camarero que secaba vasos aburrido tras la barra nos escuchaba.
– Baja la voz -susurro Marina.
Asenti y trate de calmarme.
– Tal vez deberiamos ir a la policia y explicar lo que sabemos -apunto Marina.
– Pero no sabemos nada -objete.
– Sabemos algo mas que ellos, probablemente. Hace una semana una misteriosa mujer te hace llegar una tarjeta con la direccion de Sentis y el simbolo de la mariposa negra. Tu visitas a Sentis, quien dice no saber nada